jueves, 10 de marzo de 2011

Joe Biden viene a Moscú para sondear cuestiones acuciantes


Fiodor Lukiánov

Estos días en Moscú se encuentra en una visita oficial el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, el segundo político estadounidense no sólo por su cargo sino por su experiencia e influencia.

Se ocupa de las relaciones ruso-norteamericanas desde hace tiempo. Fue el primero en proclamar en febrero del año pasado en el curso de la Conferencia de Seguridad de Múnich un “nuevo tono” de relaciones ruso-estadounidenses. Asimismo fue él quien en 2009 hizo una declaración escandalosa en una entrevista al diario “The Wall Street Journal”, de que Rusia iba a acabar llegando a acuerdos con EEUU y el Occidente porque "su economía se estaba atrofiando". Por fin, gracias a su influencia en el Congreso, Biden desempeñó un papel clave en la ratificación del START (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas) en diciembre pasado.

Como el programa del “reinicio” planteado en primavera de 2009 ya está cumplido por completo, ahora hace falta elaborar una nueva agenda, y la visita del vicepresidente estadounidense a Moscú es el primer paso en esta dirección.

Los dos gobiernos de ambos países tendrán que buscar la comprensión mutua para la resolución de tres grupos de cuestiones.

El primer grupo es el de cuestiones estratégicas. Las dos partes hacen, de vez en cuando, unas declaraciones poco concretas pero optimistas sobre la posibilidad de implementar un nuevo Escudo Antimisiles conjunto en Europa. Al mismo tiempo, llega información contraria de que las consultas se realizan a paso lento y parece poco probable que las partes lleguen a un acuerdo.

Es curioso que en vísperas de la visita de Biden a Moscú hubiera salido al Mar Mediterráneo el crucero lanzamisiles USS Monterey como inicio del emplazamiento de buques militares de EEUU en el Mediterráneo de forma permanente, y la secretaria del Estado Hillary Clinton hubiera anunciado la intención de EEUU de emplazar en Polonia misiles estadounidenses Standard 3M. Todo esto, en el marco del Escudo Antimisiles cuya creación en vez del planeado por George W. Bush la proclamó en septiembre de 2009 Barack Obama. Moscú se ve preocupada no tanto por la infraestructura antimisiles (en esta etapa no amenaza a los misiles estratégicos rusos) sino por la perspectiva de construcción de base aérea. Ésta está acondicionada más por motivos políticos: como una compensación a Varsovia por la negativa de Washington de cumplir los acuerdos firmados sobre la instalación de diez misiles interceptores en Polonia.

Es sólo uno de los ejemplos numerosos de los contactos estratégicos ruso-estadounidenses que no manifiestan ningún signo de comprensión mutua. Aunque Moscú hace propuestas de gran escala para la responsabilidad conjunta que podrían de verdad cambiar el carácter de las relaciones, existen obstáculos para su implementación, tanto técnicas (que son superables), como de carácter psicológico, como falta de confianza (superables hipotéticamente). Hay una intermedia variante de cooperación, que parece más alcanzable y deseada, la de profundizar la interacción en la esfera de intercambio de información y actuación coordinada, quedando autónomos los sistemas y, por lo consiguiente, las medidas de contención mutua.

El segundo grupo es de cuestiones regionales, que está directamente relacionado con la esfera estratégica. La recién publicada Doctrina de la defensa estadounidense muestra que EEUU está menos centrado en Europa prestando más atención a Asia. Rusia se menciona en este documento sólo una vez, y también en el contexto asiático, como un socio necesario para asegurar allí estabilidad y seguridad. Está claro que se tienen en cuenta Irán y Afganistán, por una parte, y Asia Oriental, por la otra, siendo esta última de interés especial para EEUU a la luz de la creciente competencia entre Washington y Pekín que hace EEUU estimar el posible papel de Rusia desde un nuevo punto de vista. A propósito, las discusiones sobre el ABM conjunto tiene que ver con este tema: China no puede sino preocuparse por el acercamiento estratégico entre Moscú y Washington, teniendo que tomarlo en consideración Rusia, a su vez.

En cuanto a Irán y Afganistán, su situación no puede ser separada de las tormentas en Oriente Próximo y África del Norte. Biden tiene que sondear si es posible que Rusia apoye en algún grado las medidas coactivas, políticas, económicas y militares, contra Libia. Como Rusia no tiene compromisos ningunos ante el régimen de Gadafi, estará lista a llevar un regateo pragmático en el caso de que EEUU esté por tomar medidas algunas contra Libia y por ofrecer algo por el apoyo.

En fin, la tercera esfera es la económica. Es poco probable que la visita de Biden a Skólkovo, un entorno de investigaciones en Rusia, dé algún resultado práctico: la Casa Blanca no administra las corporaciones a diferencia de los gobiernos europeos que pueden influir en la esfera de negocios y comercio. Pero el progreso en lo que a la OMC se refiere sí que es posible: Washington parece estar interesado en la adhesión de Rusia. Es posible que la ronda de consultas sobre la impedida por Georgia entrada de Rusia en la OMC convocada para estos días en Suiza sea una pura coincidencia. Pero el propio hecho de que empiece el diálogo ruso-georgiano tan duro significa el inicio de la fase final del proceso.

En 2009 Joe Biden predijo la reducción de capacidades de Moscú debido a la crisis demográfica y económica y a los conflictos en el sur y en el este.

Hay que reconocer que acertó al determinar los puntos vulnerables de Moscú, pero tenía que hacerlo con más respeto.

Desde entonces, esté relacionado esto con aquellas palabras o no, la política de Rusia se hizo más flexible, Moscú intenta evitar agudización de conflictos donde sea posible. Al mismo tiempo, EEUU se enfrenta a unas nuevas dificultades en asuntos internacionales, para superar las cuales necesita socios y principios nuevos. Washington no tiene otro remedio que cambiar su postura a la luz de tales circunstancias importantes como el crecimiento de China, una vía muerta en Afganistán, el crecimiento de influencia de Irán, el desarrollo caótico de acontecimientos en el Oriente Próximo que amenaza con la caída del sistema existente y el déficit presupuestario que requiere una política exterior y militar austera.

Por eso, piense lo que piense Joe Biden sobre las perspectivas de Rusia, los políticos estadounidenses, él incluido, tendrán que evitar desdeñarla.


Viejo Condor

RIA Novosti (SIC)

Fiodor Lukiánov

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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