Soldados del Ejército suizo
© flickr.com/ KeckoEl pasado 13 de febrero los suizos expresaron su negativa a entregar sus armas para que se guarden en arsenales especiales.
En el referéndum convocado al efecto, la mayoría de los votantes se pronunció a favor del derecho de los ciudadanos del país de tener en casa fusiles automáticos y otras armas que reciben durante el servicio militar.
Los promotores de la iniciativa argumentan que en la república alpina hay una tasa demasiado alta de suicidios, cometidos precisamente con esas armas guardadas en casa.
Ya que el pueblo tiene el poder, también debería tener armas
Los datos oficiales del referéndum todavía no se han hecho públicos, pero ya queda patente que 19 de los 26 cantones suizos, es decir, entre el 55% y el 57% de la población rechazaron entregar las armas.
Las opiniones se dividieron de una manera curiosa: la iniciativa de quienes llamaban a “deponer las armas”, en su mayoría, organizaciones feministas, círculos médicos, ecologistas y social-demócratas, fue rechazada en los cantones de habla alemana e italiana y apoyada en las provincias francófonas.
En la cosmopolita Ginebra votó a favor de los arsenales más del 60% del electorado, pero resultó inútil. El Gobierno suizo, dicho sea de paso, se pronunció en contra de la iniciativa, dando por supuesto que las leyes existentes pueden impedir perfectamente que se dé un uso indebido a los fusiles de asalto SIG SG-550, SG-551, SG-552, a sus diferentes modificaciones y las escopetas de aire comprimido (dicho sea de paso, algunas de estas armas son de las más seguras del mundo).
Lo más curioso de todo es que nadie en Suiza sabe a ciencia cierta cuántas armas se guardan en las casas de los habitantes del país: no existe ningún registro nacional y sólo el referéndum, en caso de que su resultado hubiese sido positivo, podría haber permitido la creación de tal registro, así como la prohibición de la venta de fusiles automáticos y escopetas de aire comprimido.
Lo que sí se conoce es que el número aproximado de armas podría ascender a 2.3 millones de unidades, de acuerdo con las estadísticas del Ejército suizo. Para un país con 7.5 millones de habitantes esta cifra es más que significativa, incluso si no se tienen en cuenta armas de otros tipos, por ejemplo, las escopetas y pistolas de caza o deportivas.
Ni siquiera en Estados Unidos algo así sería posible
Suiza es uno de los pocos Estados europeos, donde el servicio militar sigue siendo obligatorio para los jóvenes de entre 18 y 20 años. Durante los períodos de servicio activo (unos 4 ó 5 meses) y de reserva, las armas se suelen guardar en casa. Todos los suizos permanecen hasta los 42 años en la reserva y cada dos años tienen que hacer un curso de entrenamiento de unas 3 semanas. Al llegar a esa edad, pueden adquirir su arma a un precio irrisorio, que es lo que hace la mayoría.
Así que, de acuerdo con las estadísticas disponibles, casi todos los hombres que han hecho el servicio militar disponen de armas, lo que significa que ningún país de Europa ni del mundo podría compararse con Suiza en el número de personas armadas. Ni siquiera Estados Unidos resiste la comparación con la Confederación Suiza en este sentido: es posible que los norteamericanos dispongan de más cantidad de armas, cerca de 120 millones de unidades para 300 millones de habitantes.
Sin embargo, en Suiza casi un tercio de la población tiene en casa fusiles de asalto automáticos. Algo parecido ni siquiera en EEUU sería posible.
Los suizos, no obstante, tienen un concepto muy propio del derecho a guardar armas en casa que difiere considerablemente de la visión de los estadounidenses de su derecho personal y, como se suele decir, “concedido por Dios” de preservar su seguridad.
Lo primordial para los guardianes de los tesoros del mundo, fabricantes de relojes y de queso no es la seguridad personal, sino la nacional. El lema estatal de Suiza es “Unus pro ómnibus omnes pro uno”, lo que significa “Uno para todos y todos para uno”. Por lo tanto, un fusil de asalto en casa es para un suizo parte del sistema colectivo de la seguridad del país. En algo parecido estaba pensando en su momento Trotski, quien soñaba con crear unas poblaciones militarizadas de campesinos-soldados. Gracias a Dios, su sueño nunca llegó a hacerse realidad.
El legado de Guillermo Tell
Los partidarios de guardar las armas en casa aseguran que esta costumbre no es sino parte de la cultura nacional suiza y de la antigua tradición arraigada en la época del legendario Guillermo Tell; y, por lo tanto, a nadie se le permitirá destruirla. Tanto se venera a este héroe que de vez en cuando se vuelven a buscar rastros de la existencia real del glorioso ballestero que, en 1307, supuestamente mató al gobernador austríaco Hermann Gessler por haberle obligado a disparar su ballesta contra una manzana colocada en la cabeza de su propio hijo. Sería una pena que se averiguara la verdad y se arruinara una leyenda tan bella.
Aquellos que se pronuncian en contra de que las armas se guarden en casa insisten en que precisamente con esas armas de fuego se cometen una cuarta parte de todos los suicidios en Suiza (1300 casos registrados el año pasado). Sin embargo, las estadísticas no pueden asegurar que para ese objetivo se usen las armas compradas al Ejército suizo. El Gobierno, por su parte, en 2008 aprobó una Ley que prohíbe a los reservistas y a los soldados tener en casa municiones para sus armas, por si acaso.
Nos encontramos ante una paradoja: Suiza es el país más democrático del mundo y el que siempre ha optado por la neutralidad internacional, pero al mismo tiempo, literalmente es una nación armada hasta los dientes.
En la república alpina con su sistema único de democracia directa existen dos tipos de plebiscito: el obligatorio y el optativo.
Los primeros se suelen celebrar, si existe necesidad de introducir cambios en la Constitución o ratificar algún Tratado internacional. Los optativos, de acuerdo con la Leyes nacionales o de los cantones, pueden ser iniciados por cualquier ciudadano o partido político con la condición de que reúnan 50.000 firmas a favor de la votación.
Suiza en general parece ser un país de incongruencias: ni siquiera su nombre oficial refleja la realidad, lo que, por otra parte, no impide que República viva y evolucione en paz. Una Confederación no es el término más exacto para un país con organización federativa. La confederación dejó de existir plácidamente en 1848.
“Es una señal importante de la confianza que tenemos en nuestros soldados”, dijo anunciando los resultados del referéndum Pius Segmueller, diputado del Partido Popular Cristiano y ex comandante de la Guardia Suiza Pontificia.
Los soldados tienen que estar preparados para defender en cualquier momento a la Confederación Suiza de algún país vecino agresor. Nadie precisa qué vecino agresor podría atentar contra Suiza. Parece impensable que Alemania, Austria, Francia o Italia pudieran volverse tan locos. Y otros vecinos simplemente no los hay.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Andrei Fediashin
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI