Hace cuatro años la economía mundial enfrentó una crisis sin precedentes. Las turbulencias tenían carácter global sumamente expreso y afectaron en tal o cual medida a todos.
Los desafíos de tal escala requirieron de enfoques cardinalmente nuevos de todos los Estados rectores. Y fue la primera vez en la historia cuando los líderes de los países que representan casi un 90% del PIB mundial¬, demostraron real anhelo y capacidad de coordinar la política económica. Lo importante fue que no dejaron que el mundo parara en un callejón sin salida de guerras comerciales y proteccionismo total, e iniciaron la puesta en orden del sistema financiero mundial.
De ese modo, el G20, el cual antes del año 2008 existía solamente en el formato de encuentros regulares de los ministros de finanzas, adquirió el status del principal foro global sobre los problemas económicos y financieros.
En pleno auge de la crisis, gracias exactamente al G20, se implementaron medidas para aumentar el capital de todos los principales bancos de desarrollo multilaterales, así como de la base de recursos del FMI. Ello, a su vez, les permitió a esas instituciones apoyar a los países más afectados. Asimismo, se presentó la agenda a largo plazo de reformas del sistema de regulación financiera, fueron determinados los principios orientados a defender los derechos de consumidores de servicios financieros. No sería exageración considerar como simbólica la creación en 2009, por decisión de los líderes del G20, del Consejo de Estabilidad Financiera que se convirtió en el órgano coordinador para elaborar las renovadas «reglas de juego» en la esfera financiera.
Al mismo tiempo, lejos está que todos los problemas sistémicos hayan sido resueltos. Las consecuencias de la crisis de 2008 son evidentes hasta hoy. Los desbalances acumulados se presentan con toda la claridad en forma de «huecos presupuestales», mal estado de bancos y abiertamente excedentes los límites razonables de la deuda respecto al PIB de los países desarrollados. Más aún, en los últimos meses la dinámica negativa y otras señales alarmantes hacen que los analistas presenten pronósticos sumamente pesimistas.
Tales procesos se desarrollan teniendo como fondo los cambios del relieve mismo de la economía mundial. Según los pronósticos de expertos, el ritmo potencial del crecimiento de los mercados emergentes será en 3,5 veces más rápido, hasta el año 2017, que en los países desarrollados. Y en los posteriores a esa fecha 15 años, – más que en 2 veces. Y eso además de que se están cambiando no solamente los puntos del crecimiento global, sino también la «geografía» de los flujos de mercancías y de finanzas.
¿Cuáles son nuestras posiciones en la situación actual? Rusia, siendo la sexta economía del mundo por su paridad de capacidad adquisitiva, en los últimos años ha consolidado su sistema financiero y presupuestal. Nosotros ostentamos el tercer lugar por nuestras reservas de oro y divisas. La economía nacional está creciendo a un ritmo del 4,3%, que es el más alto en Europa. A diferencia de 2008, hoy el sistema bancario nacional es más resistente a las fluctuaciones del mercado internacional de finanzas.
Nuestro país no tiene tal «lastre» como la excesiva y peligrosa carga de endeudamiento. Deudas de la población de Rusia son considerablemente menores del nivel de otros países. El endeudamiento de los ciudadanos para el 1 de abril del a.c. fue del 10,6% del PIB, en comparación con aproximadamente un 60% del PIB en Alemania y Francia, un 87% del PIB en España, un 92% en los Estados Unidos. En lo que concierne a la deuda pública de Rusia, ésta es la más baja en los países del G8, G20 y BRICS. Para el 1 de mayo de 2012 ésta fue equivalente al 9,2% del PIB (para dar un ejemplo, en Alemania – el 81% del PIB, en Francia – el 86%, en los Estados Unidos – el 104%). El año pasado logramos no solamente alcanzar el presupuesto sin déficit, sino también alcanzar un ligero superávit en el 0,8% del PIB. Eso significa que ganamos más de lo que gastamos. Y el saldo de nuestro balance comercial fue de unos 198 mil millones de dólares.
Al mismo tiempo, si descontamos los ingresos obtenidos a raíz de la coyuntura favorable del mercado de hidrocarburos, tendremos un alto índice del déficit de presupuesto. Y ese déficit que no incluye los hidrocarburos ha crecido durante los años de la crisis hasta el máximo nivel admisible.
Y nosotros entendemos perfectamente que hace falta acelerar las transformaciones. Ello es necesario para asegurar el desarrollo sustentable, así como para reducir la dependencia de nuestra economía de las materias primas. Es por eso que vamos a intentar lograr el mejoramiento radical del clima de inversiones, la creación de las condiciones globalmente competitivas para hacer negocios en Rusia, el levantamiento ulterior de las restricciones de infraestructura, el aumento de la calidad del capital humano y la modernización de la economía en general. Y todo ello, cumpliendo cabalmente los compromisos sociales que asumimos. Todas esas reformas están en la agenda de los poderes de todos los niveles en Rusia.
La Cumbre del G20 que va a celebrarse en México, se desarrollará en las condiciones de la creciente indeterminación. Además de la necesidad de corregir la difícil situación financiera en algunos países de la Unión Europea, las mayoría del Estados del mundo tendrá que encontrar un balance razonable entre la necesidad de la consolidación financiera y la estricta disciplina presupuestaria, y la creación de empleos, el crecimiento económico, la solución de problemas sociales, comprendido el mantenimiento de la sustentabilidad del sistema de pensiones.
Además de ello, los problemas que enfrentan los bancos, la escala de especulaciones y los mercados que se derrumban a cada rato, demuestran que la arquitectura financiera mundial sigue siendo sin ser reformada hasta el final, conteniendo muchos riesgos y contradicciones internas. Al mismo tiempo, ella no consiguió «un suelo sólido bajo los pies», «una atadura» a los activos y valores reales. Al contrario, últimamente la dinámica de los mercados financieros se está difiriendo cada vez más de los índices fundamentales del sector real. Ello crea premisas adicionales para el incremento de la desconfianza e inestabilidad general, las cuales, como sabemos, no están lejos del pánico financiero.
Por eso es patente la necesidad de dar pasos nuevos. Y, antes que nada, hace falta redoblar la regulación de la circulación de los derivados de papeles de valor. Asegurar la aplicación consecutiva del nuevo sistema de regulación financiera Basel 3, que reduce la posibilidad de que aparezcan todo tipo de «vacíos» y «burbujas». Creo que es en interés de todos contribuir a la creación de nuevas divisas de reserva y la ampliación de la esfera de su aplicación en el comercio e inversiones globales. Finalmente, un tema separado y sumamente actual es el cumplimiento por el G20 de las obligaciones sobre la reforma de las instituciones financieras internacionales, comprendidos el FMI y el Banco Mundial. En particular, la implementación práctica de las conversaciones que se llevan desde hace tiempo sobre la consolidación del papel de los países en desarrollo y de las «economías emergentes» en la gerencia de esas instituciones. En general, en la elaboración y la toma de decisiones clave, determinantes.
En esa relación hay un aspecto importante más. Todos sabemos que la inestabilidad financiera inevitablemente conducía al aumento del proteccionismo en el comercio. Vale recordar que en 2009 el comercio global se redujo en un 12%. Fue la marca récord desde los tiempos del fin de la Segunda Guerra Mundial. Esto se debe, entre otras cosas, a que, a pesar de las promesas públicas, algunos países de facto utilizaron unas severas medidas proteccionistas para proteger sus mercados. Es hora de reconocer que teniendo como telón de fondo las declaraciones sobre la inadmisibilidad del proteccionismo, éste último se está haciendo todavía más sofisticado. Por ejemplo, se enmascara en restricciones ecológicas y tecnológicas.
Es hora de dejar al lado las hipocresías y ponerse de acuerdo honestamente sobre el nivel aceptable de medidas de protección con el fin de preservar los puestos de trabajo durante los períodos de las crisis mundiales. Para nosotros es de singular importancia porque Rusia este año ingresa en la OMC, y nosotros tenemos la disposición de participar de forma activa en la discusión sobre las futuras reglas del comercio mundial. En particular, hacemos todo el esfuerzo necesario para hacer mover del «punto muerto» la Ronda de Doha.
Todos los temas mencionados serán analizados en la próxima Cumbre en México. Los mismos serán nuestra prioridad durante la presidencia de Rusia en el G20 el año que viene, junto con los temas de la seguridad energética global. Nosotros entendemos la importancia de preservar la confianza al G20. Y ésta podría devaluarse si las conjuntas decisiones adoptadas resultan solamente buenas declaraciones, «quedando en el aire», sin cumplimiento ni control.
Y, por supuesto, «los Veinte» no deben convertirse en un club elitista más, que se preocupa de forma egoísta exclusivamente de sus miembros. La esencia y el sentido de nuestra labor mancomunada consisten en elaborar las reglas justas para el desarrollo sostenible de toda la economía mundial. Ésta es la lógica que Rusia propondrá a sus socios en la próxima Cumbre de Los Cabos.
Viejo Condor
Vladimir Putin,Presidente de la Federación de Rusia
Universal de Mejico (SIC)