Cuando, hace cinco años, en Europa bullía la discusión sobre el reconocimiento de la independencia de Kosovo, Rusia advirtió que sería lo mismo que abrir la caja de Pandora: una vez recompuestas las fronteras, el proceso de aparición de nuevos Estados en lugar de los existentes puede resultar demasiado duradero.
Vladimir Putin recordó entonces a los europeos sus propios puntos débiles: la región flamenca, el País Vasco, Cataluña... Entonces esta alusión pareció inoportuna. Difícilmente algún separatista de Flandes, reacio a compartir el bienestar con la región de Valonia, por poner un ejemplo, se comparaba con los guerrilleros que luchaban por la soberanía para una pobre provincia de la antigua Yugoslavia.
Hoy, la advertencia de Putin parece mucho más convincente. Hace poco el gobierno de Cataluña convocó el plebiscito (de carácter no vinculante) sobre la independencia de esta Comunidad Autónoma. Y estos días el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, y el ministro principal de Escocia, Alex Salmond, firmaron en Edimburgo el acuerdo que permitirá la celebración de un referéndum sobre la independencia escocesa en 2014.
Por supuesto, esto tiene poco que ver con el precedente de Kosovo. El factor decisivo en estos casos es el económico. En Europa la crisis económica se convirtió en un potente catalizador de ánimos separatistas. Cataluña, agobiada por la mayor deuda de todas las comunidades españolas y obligada a dirigirse a Madrid en busca de ayuda financiera, se da cuenta de que las deudas aparecieron como consecuencia de la política fiscal del gobierno español. Cataluña aporta la cuarta parte del Producto Interno Bruto (PIB) de España, pero obtiene del presupuesto común solo un poco más de la mitad de lo que destina allí.
El primer ministro escocés también parte en sus argumentaciones del aspecto económico. Interviniendo en Chicago ante los líderes del sector de negocios, Salmond dijo que ahora los pequeños Estados independientes se aprovechan de sus ventajas económicas naturales, como la flexibilidad, la rapidez a la hora de tomar decisiones y la capacidad de determinar claramente los intereses y las estrategias nacionales.
Es una afirmación cuestionable: el número de países pequeños supera mucho el de los exitosos. Pero lo curioso es el propio hecho de que haya aparecido una argumentación así. Contradice a lo que hasta hace poco se tomó como un axioma: en el mundo actual global los pequeños no tienen ninguna oportunidad, solo al unirse y consolidar sus esfuerzos pueden abrigar expectativas algunas. Sin embargo, la experiencia de la laureada por el Nobel de la Paz 2012, la Unión Europea (UE), la que solían aducir como un ejemplo incondicionalmente positivo de la integración, ahora hace sacar conclusiones contrarias.
De estar sola, fuera de la complicada construcción de la UE y de la eurozona, Grecia ya estaría saliendo de la crisis desde hace tiempo. Sería una salida dolorosa y dura, pero lógica. Lo mismo se puede decir de España e Italia: la imposibilidad de devaluar la divisa deja arrinconados estos países e impide su crecimiento económico. Además, como en el caso español, provoca separatismo. Al mismo tiempo, la necesidad de sacrificar sus recursos para apoyar a los demás países fastidia aquellos Estados que apenas logran salir del apuro.
La virtud de una política independiente, a la luz del caos creciente, resulta mayor de lo que se suponía. Muchos envidian ya a los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica): poseen soberanía absoluta para resolver cualquier problema. Antes, con una política del bloque estable, el incorporarse a algún sistema significaba asegurarse el apoyo político-militar y económico de un líder y sentirse a salvo.
Pero ahora los propios líderes, intentando adaptarse a las circunstancias cambiantes, están buscando otras vías a matacaballo, desorientando a los que les siguen. Los que tengan vínculos menos estrechos quedan en una situación más ventajosa. Así, Eslovaquia que se apresuró a ingresar en la zona del euro y ahora tiene que buscar medios para aportar su parte en la ayuda a Grecia, puede envidiar a la República Checa, que se halla fuera de la zona.
Está claro que los argumentos de los separatistas son debatidos por los partidarios de la unión, que están mostrando que el daño de la ruptura será mayor que todos los beneficios, así que los resultados de los referéndums pueden ser contrarios a los esperados por los partidarios de la separación. En todo caso, la economía tan solo estimula los ánimos, pero no los crea. Tanto en Cataluña como en Escocia siempre existió identidad especial y potencial para los ánimos separatistas.
Hay que decir que los procesos que se desarrollan en el mundo en el segundo decenio del siglo XXI (y no sólo económicos) atraen cada vez más atención al tema de autodeterminación. ¿Qué es la primavera árabe? ¿En qué principios se basará la transformación de los Estados árabes: en los nacionalistas (con tal o cual volumen de derechos de minorías) o en los religiosos, o sea supernacionalistas?
La segunda variante no se la puede descartar, dada la islamización de la vida política de todos los países que vivieron el cambio de poder y, más aún, la formación en cada uno de estos países de un segmento más radical, orientado a los principios islámicos comunes. Lo más probable es que se combinen las dos variantes pero en cada caso la proporción de la una y la otra será diferente. Aunque parece extraño, hasta Israel, la nación basada en la identidad religiosa, encaja en este contexto.
Por ahora es difícil imaginar la independencia de Escocia o de Cataluña. Sin embargo, la discusión en torno a este tema ya ha ido muy lejos. Los juristas disputan si los nuevos Estados tendrán que reingresar en la UE y la OTAN o si bastará con que ahora estén presentes allí en calidad de regiones. En Escocia ya han creado un grupo de expertos especial para analizar cómo será el ejército local y quién va a garantizar la seguridad militar después de que se vayan los ingleses.
Como la mayoría coincide en que habrá que ingresar de nuevo, hay al menos una buena nueva: la Unión Europea y la OTAN tendrán motivo para decir que su ampliación continúa.
* Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI