viernes, 26 de marzo de 2010

Google contra la ley de censura en China





Dmitri Kósirev, RIA Novosti

Esta semana se espera que el affaire de Google en China finalmente encuentre una solución.

El tiempo se va acabando y todavía no se vislumbra ninguna luz que marque el camino a un desenlace favorable. Todo está envuelto en una densa maraña de declaraciones, intenciones contrapuestas y detalles sorprendentes.

Se trata de una situación peliaguda porque, aunque la disyuntiva es simple, la decisión a tomar tiene implicaciones de largo alcance para el popular buscador de red estadounidense: o llega a un acuerdo con las autoridades chinas o renuncia al enorme mercado de este país.

Llegados a este punto, convendría recordar el casus belli de esta polémica. En diciembre pasado, unos piratas informáticos violaron los sistemas de seguridad del servidor central de Google en China con el objetivo de acceder a la correspondencia personal de conocidos disidentes políticos y defensores de los derechos humanos de este país.

La reacción no se hizo esperar, y el gigante digital estadounidense dirigió sus acusaciones a las autoridades de Pekín, pero sin pruebas para respaldarlas. Este tipo de actos cibernéticos dejan unos indicios demasiado sutiles para poder seguirlos. En su indignación, Google llegó incluso a amenazar con ignorar las normas chinas de censura en Internet.

Google gestó una ingeniosa maniobra para salir del punto muerto en el que se encontraba la situación. El pasado 22 de marzo, canceló su portal en China y redirigió todas las consultas a otro situado en Hong Kong, enclave que también es parte de China, pero que goza de una amplia autonomía con sus propias leyes, sin filtros y sin censura. Una auténtica provocación que supondrá para Pekín muchos problemas jurídicos para poder responder adecuadamente.

Este litigio comienza a parecerse a una guerra, por el momento, económica. China contraataca y Google seguramente este año sufrirá un importante descenso en sus ingresos por publicidad. Y el mercado chino de publicidad es muy importante, tanto que, incluso el año pasado, el más grave de la crisis financiera, creció unos 3 mil millones de dólares. De entrada, varias empresas ya han comunicado que no se anunciarán en Google, porque éste viola las leyes de su país, o las evita, que es casi lo mismo.

Pekín todavía no se ha decidido a cancelar las operaciones comerciales de Google en China, aunque el gigante estadounidense lo está pidiendo a gritos.

Este escándalo ha puesto al descubierto muchos detalles interesantes, sobre todo los que se refieren a la situación financiera de Google, en general, y a las causas de su éxito o fracaso en el mercado chino. Es posible que Google haya provocado el escándalo para hacer pensar a todo el mundo que sus tensiones con las autoridades chinas son el origen de sus problemas financieros en ese país. Todo esto bien pudiera ser un montaje para encubrir su mala gestión empresarial.

Da la impresión de que todo lo sucedido tiene poco que ver con la libertad de expresión y con Internet. En realidad, si se mira bien, no existe una libertad de expresión absoluta en ningún lugar del mundo. Hay una censura establecida socialmente, en ocasiones por la ley, como en China, o con instrumentos más ingeniosos y eficaces. En la práctica uno no puede decir lo que quiere y cómo quiere: en EEUU la palabra negro es tabú, y en la mayor parte del mundo a los minusválidos se les llama discapacitados. Los países islámicos prohíben las representaciones gráficas del profeta Mahoma y en todos los países multiétnicos se cuida al máximo la relación entre diversos grupos étnicos, incluida, China donde hace poco tuvieron lugar ataques contra la comunidad Han en la región autónoma del Tíbet y de Xingjian Uighur.

Todo esto parece parte de la trama del guión que la nueva Administración estadounidense puede estar escribiendo de cara la próxima cumbre entre y China a celebrarse en Pekín en mayo. Los temas a tocar serán variados, pero el principal será el de la devaluación de la moneda nacional para incentivar las exportaciones. Hasta ahora, la posición de China era más sólida en este aspecto, mientras que Barack Obama ya había rebajado su moneda en una ocasión para amortiguar las consecuencias de la crisis. Ahora las cosas pueden haber cambiado. Esperaremos respuestas.

En cualquier caso, China no consolidará su influencia global sin encontrarse con obstáculos. Uno de ellos, la cruzada de Google contra la censura se imbrica perfectamente en la trama de barreras habitual, dispuesta por la Administración demócrata de EEUU.

Los republicanos, menos bizantinos, calificarían a China como un nuevo Imperio del mal y librarían con ella la lucha a cara descubierta (durante el gabinete de George W. Bush no se hizo porque, en ese momento, se consideró inoportuno). Por otra parte, los pormenores del reciente paso por Pekín del ex secretario de Estado de EEUU, el gran Henry Kissinger, probablemente, ofrecería más claridad al asunto y, en general, tampoco estaría de más revisar el historial de las relaciones entre las dos primeras potencias para no llevarse sorpresas.

Según el rotativo estadounidense The Washington Post, la atmósfera de las relaciones comerciales entre la empresa extranjera y las autoridades chinas está cambiando. 480 empresas, de la lista Top 500 de la revista estadounidense Fortune, tienen intereses en China. 8 ó 9 mil millones de dólares fluyen mensualmente a la economía china. Parece demasiado.

Por no hablar de la peculiar y sangrante interpretación de los derechos de propiedad intelectual en China. Pekín no tiene razón siempre. Muchas veces no es así. En esta situación, la rebelión de Google contra la censura china podría servir de algo.


Viejo Condor

RIA Novosti (SIC)

Dmitri Kósirev

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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