miércoles, 26 de mayo de 2010

El incidente de la corbeta surcoreana quedará en el olvido




Al parecer, la comunidad internacional ha decidido ignorar el reciente hundimiento de la corbeta surcoreana Cheonan.

El presidente de Corea del Sur, Lee Myung-bak, ha comunicado a los medios que entregará los resultados de la investigación sobre el hundimiento al Consejo de Seguridad de la ONU. Por su parte, el mandatario estadounidense, Barack Obama, manifestó que ve lógica la reacción Seúl a este suceso. Por lo demás, este incidente se ha ido diluyendo entre declaraciones y críticas hasta casi quedar en nada. Una nada que ha costado la vida a 46 marineros.

El quid de la cuestión radica en las anormales y anacrónicas relaciones actuales entre Corea del Norte y Corea del Sur. Es decir, todo lo ocurrido no debía haber ocurrido dentro de la lógica normal de las cosas. Pero ha ocurrido, y como no hay una salida normal y civilizada a esta situación, lo mejor será realizar unas cuantas acciones diplomáticas de cara a la galería y guardarlo todo en el cajón del olvido.

Parece impensable dejar sin respuesta un acto de agresión, con sangre y muertos, pero, en política internacional, estas cosas son moneda de curso corriente. Por ejemplo, en 2007, Israel bombardeó un objetivo en Siria y provocó la muerte de varias personas. Las autoridades israelíes defendían que en aquel lugar se estaba desarrollando parte de un supuesto programa nuclear. Los sirios, por su parte, afirmaban que sólo se trataba de una base militar. La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) todavía esta investigando el incidente dos años y medio después... Las leyes de la política son muy cambiantes.

A primera vista, el caso de la corbeta surcoreana parece más simple. La comisión internacional encontró restos de un torpedo fabricado en Corea del Norte, lo que evidenció que el buque había sido hundido por un disparo de un submarino norcoreano. Los motivos de la agresión son también comprensibles, ya que ambos países mantienen agrias disputas respecto a su frontera marítima. Y la discrepancia se ha trasladado al incidente: Corea del Sur asegura que la corbeta se encontraba en aguas surcoreanas, mientras que Corea del Norte no comparte esa opinión.

Sin embargo, el auténtico revuelo se levantó tras la publicación de los resultados de una investigación que dio unos resultados esperados. Era evidente que nadie, a excepción de Corea del Norte, tiene ningún interés en torpedear barcos surcoreanos.

Los países de Asia del Este recuerdan muy bien incidentes similares. En 1983, un avión de pasajeros surcoreano Boeing-747 con 269 personas a bordo, fue derribado por cazas soviéticos cuando se desvió de su itinerario en unos 650 kilómetros y sobrevolaba el territorio de la URSS sin autorización. Las autoridades soviéticas se defendían explicando que los aparatos modernos no podían cometer tales errores. Además, la trayectoria del Boeing se cruzó con la de un avión espía estadounidenseOrión y, tras este cruce, los radares ya no pudieron distinguir quién era quién.

Con el correr del tiempo se puso en evidencia que los pilotos del Boeing 747 surcoreano colaboraban con los servicios secretos estadounidenses y estaban sacando fotos del territorio soviético. El caso acabó en los tribunales en Seúl y tuvo una gran resonancia nacional, pero todo aquello ya pasó. Incluso la URSS dejó de existir. Este asunto tiene cierto paralelismo con el magnicidio del presidente estadounidense John Kennedy en 1963. Para todo el mundo estaba claro que la versión oficial no era suficiente para responder a todas las preguntas, que ocultaba demasiadas cosas... Pero descubrir toda la verdad hubiera sido imposible y, hasta cierto punto, irrelevante.

La duda sobre la veracidad de las conclusiones de la comisión siempre estará ahí. En el caso de que se trate de asuntos a gran escala en los que estén implicados las grandes potencias o que se toquen temas de trascendencia universal, puede tener algún sentido levantar la voz y protestar. Pero los incidentes menores como el de la corbeta surcoreana son muy delicados y se puede perder mucho más que ganar.

El actual presidente surcoreano, Lee Myung-bak, está aplicando una política más dura con respecto a Corea del Norte, pero le está resultando menos efectiva. Seúl ha cometido muchos errores tácticos y estratégicos, pero no hasta el punto de hundir sus propios buques y simular un ataque de Pyongyang.

Haciendo un ejercicio de imaginación y buscando quién pudiera estar interesado en obtener algún beneficio de este incidente, encontramos que no hay nadie, que todo el mundo pierde o perdería en este juego. Algo parecido pudo haber tenido lugar durante la gestión de la anterior Administración de EEUU. Las negociaciones a seis bandas celebradas para tratar el problema de Corea del Norte fueron impulsadas, en esencia, por las potencias de la zona (China, Rusia, Corea del Sur) con el fin de contrarrestar los planes de George W. Bush de crear en la península de Corea un foco global de conflictos. Hoy en día, EEUU ha cedido en su querencia por emprender tales aventuras.

Pyongyang nunca reconocerá un posible error del capitán o de uno de los miembros de la tripulación del submarino. Tampoco pagará compensación material algunas a las víctimas de la corbeta surcoreana. Sí, el Consejo de Seguridad de la ONU podría imponer sanciones contra Corea del Norte, pero, esto algo que no tendría mucho sentido, porque el objetivo de estas sanciones sería el aislar de la comunidad internacional a un país que ya de por sí está aislado. ¿Un intento de invasión para restaurar la democracia y la justicia? ...el número de víctimas superaría con creces los 46 marineros muertos en la corbeta Cheonan, incluso en el caso de que Corea del Norte no contara con potencial nuclear y sus soldados estuvieran armados con lanzas y arcos. También se puede acusar a las autoridades de Pyongyang de abusivas y dictatoriales, pero como se sabe, esto ya se viene haciendo desde hace años.

Es mejor dejar correr determinados incidentes para ahorrarse guerras, catástrofes, sangre y mucho sufrimiento innecesario. Principalmente porque, en ocasiones, no hay culpables, tan sólo se trata de accidentes lamentables. Los propios protagonistas lo saben muy bien, por eso llevan a cabo acciones para lucirse ante el público y señalan a los supuestos culpables. En caso contrario, estas calamidades pueden repetirse. En definitiva, en estas situaciones, lo más digno sería reconocer abiertamente que lo mejor es quedarse inactivo.


Viejo Condor

RIA Novosti (SIC)

Dmitri Kósirev

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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