viernes, 15 de julio de 2011

Buenas intenciones en Pekín y Portaaviones en el Mar de China

Buenas intenciones en Pekín y Portaaviones en el Mar de China


La visita de cuatro días a China del almirante Mike Mullen, presidente de los jefes del estado mayor conjunto del Ejército de Estados Unidos, comenzó el pasado 10 de julio pero puede considerarse concluida. El almirante, todavía tiene previsto visitar algunas instalaciones militares en las provincias de Shandong y Zhejiang, pero la parte política de la visita, la más importante, que ha tenido lugar en Pekín ya ha quedado atrás. Las conclusiones no parecen haber sido positivas, sobre todo para la parte china.


Un paisaje uniforme y multitud de detalles
Sólo durante la visita al almirante del estado mayor de la “segunda artillería” de China, Mullen ha estado cerca del verdadero éxito en su misión. La “segunda artillería” en China son los misiles nucleares estratégicos. Esas mismas unidades (200 o 250, según fuentes) que teóricamente son capaces de alcanzar las costas de EEUU. Un arsenal equiparable al de Francia o Inglaterra pero, claro, no al de Rusia o al de los mismos Estados Unidos.
La pasada primavera, de paso por el seno de la “segunda artillería” también estuvo el entonces ministro de defensa, Robert Gates, por lo que no se puede hablar de que la visita de Mullen haya sido algo extraordinario.
Sin embargo, fue Pekín quien cortó las relaciones militares a raíz de los acontecimientos de la primera mitad del 2010, cuando los estadounidenses vendieron a Taiwán instalaciones militares y el Dalai Lama visitó EEUU.  Y aunque el acto de protesta fue en gran medida de cara a la galería, en el fondo subyacía un claro descontento por la política de perfil duro adoptada por la administración estadounidense, en contradicción con sus reiteradas y amistosas ofertas públicas a China de “gobernar el mundo” de manera conjunta que Pekín había rechazado.
La coyuntura política ahora ha cambiado, sobre todo tras la visita de Hu Jintao a EEUU durante el pasado enero, y las relaciones se han suavizado entre los dos países. El viaje de Mike Mullen es un buen botón de muestra. El almirante tiene una gran empatía y una bonita sonrisa, una especie de “segunda artillería”.
Durante su alocución en la Universidad del Pueblo, el almirante centró su discurso en que las dos potencias comparten el mismo Océano Pacífico y el mismo futuro esperanzador; que ambas tienes los intereses en la región asiática y que el ascenso de China no tiene que significar la decadencia de los Estados Unidos. Por esta razón, es razonable armonizar el dialogo al ritmo de crecimiento del poderío militar chino.
Todas estas tesis son las mismas que ya se escucharon durante los encuentros de enero entre Barack Obama y Hu Jintao. La conclusión fundamental de los mismos fue reducir las tensiones en las relaciones gubernamentales. Al fin y a la postre, en el mundo no hay dos economías tan interrelacionadas como la estadounidense y la china. Y más teniendo en cuenta que los estadounidenses le deben a los chinos 1,16 billones de dólares.
Esta es la visión general de la situación. Pero también están los detalles que son multitud.
Una puñalada por la espalda
Los resortes bilaterales que Mullen quiere reactivar con su visita son los encuentros regulares entre representantes de los dos países, la celebración de diversos seminarios, el envío de observadores a las maniobras militares del estilo de las que ya se celebraron para rescatar a víctimas de naufragio. Nada del otro mundo. Lo interesante es la presencia de EEUU en la región y los intentos más o  menos camuflados de alentar los intereses antichinos
El mar de China no sólo le pertenece a China, a pesar de su nombre. Las 200 millas de zona económica (contando costa e islas) son objeto de las pretensiones de soberanía de Filipinas, Vietnam, la propia China e incluso de Taiwán, además de Malasia. Hay sectores donde se entrecruzan los interesen de tres o cuatro pretendientes.
Hasta hace poco tiempo, este mar servía de ejemplo de cómo resolver las complejas disputas territoriales. Hace diez o quince años nadie montaba ninguna escena y todo el mundo aceptaba las reglas no escritas de comportamiento. El problema es que hace dos años se sumó el factor EEUU en esta ecuación de la China meridional.  En el foro anual de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático, la Secretaria General estadounidense, Hillary Clinton, descubrió la nueva política de su país en la zona que se resume en lo siguiente: “si alguien tiene problemas con China, que hable como EEUU”.
Este año, en el otrora pacífico ha sido escenario de múltiples conflictos entre China y sus vecinos, además de las maniobras militares de EEUU, Japón y Corea de Sur, EEUU y Filipinas, EEUU y Vietnam… Nunca hubo tanta actividad en el Mar de China
Para China esto es una puñalada traicionera. Hoy en día, Pekín es una potencia importante en África, en Latinoamérica y en Europa. Pero el sudeste asiático es un lugar especial para los chinos, pues precisamente durante la década de los noventa comenzó el despegue del país en la política y en la economía global. Es más, durante la crisis económica que azotó la región, China sirvió de apoyo para reflotar las finanzas de estos países. El control chino de la zona parecía evidente, lógico y beneficioso, a juzgar además por el tremendo ritmo de crecimiento comercial registrado. Pero la situación parece cambiar a ojos vista, se han celebrado maniobras conjuntas entre Estados Unidos y Vietnam. Paradójico, sobre todo tras la publicitada y cruel guerra de los años setenta. No hace tanto tiempo.
La próxima semana en Balí (Indonesia) tendrá lugar el foro regional de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático, en el que por tradición asistirá el ministro de asuntos exteriores ruso. Se supone que se tratará exclusivamente sobre temas relativos al Mar de China. Los EEUU, en el fondo de esta cuestión, no tienen previsto cambiar de política, a juzgar por la visita de Mullen.


Todavía hay tiempo
Para nadie es un secreto que Washington en su papel de capital mundial está llevando a cabo una política desesperada en Asia, filtrando todas las posibilidades para obtener el máximo beneficio. El gabinete de Obama, con el perfil más oriental de los últimos 30 años, ha aprendido bien las lecciones de la historia. Este océano no es el Atlántico es más complejo, pero lo cuida con mimo porque es la base del poder de su país.
El reto de China es que su economía se iguale a la norteamericana en el espacio de unos quince o veinte años, con el valor añadido de no estar lastrada por una enorme deuda interna.  Esta es la valoración de la parte china, ya que en Europa fijan el alcance de este objetivo en unos ocho años.  Y no importa que la renta per cápita continúe siendo favorable a EEUU, lo verdaderamente clave es que pueda invertir lo mismo en gastos militares.
“¿No representa una carga demasiado grande para el contribuyente estadounidense?” –  preguntó el jefe del estado mayor chino, Chang Binge, al almirante Mullen. Hoy, los gastos militares de los Estados Unidos son de 650 mil millones de dólares anuales, mientras China gasta 95. La tendencia futura para EEUU será a la baja.
Y aún están los portaaviones. China todavía no dispone de una flota de portaaviones. Estados Unidos todo el mundo sabe que la tiene. Este año, entrará en servicio como nave de prácticas el “Shi Lan”, nuestro antiguo “Variag”, que fue vendido por Ucrania a los Chinos como chatarra. Entre el 2015 y el 2020, China incorporará a sus arsenales dos portaaviones más del modelo “Variag” y otros dos de propulsión nuclear, para navegar y controlar los mares del sur. En esos días, probablemente China será la primera potencia económica del mundo, si no pasa nada raro.
Esto son cosas del futuro, de momento EEUU disfrutan en la región del Pacífico de determinadas ventajas que no van a dejar de utilizar. Incluso recurriendo a la fuerza. A pesar de todos los intercambios y las buenas palabras de Mullen en Pekín. 

Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)

 Dmitri Kósirev






LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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