domingo, 26 de septiembre de 2010

El océano del mundo es un polvorín que de todas maneras va a estallar





En ocasión del Día Marítimo Mundial Internacional que se celebrará el próximo 27 de septiembre, los oceanógrafos y ecólogos de Rusia y países del mundo convocaron una mesa redonda en RIA Novosti.

En primer lugar, los científicos y expertos reiteraron la tesis de que los mares y océanos del mundo que hacen posible la vida en la Tierra, al mismo tiempo son un polvorín que cuando estalle destruiría millones de vidas.

El tema central de la reunión fue discutir el destino de los territorios de muchos países amenazados por su cercanía al mar.

Concientes de la inexactitud de las "predicciones" climáticas, ninguno de los expertos presentes en el foro se atrevió a mencionar cuándo comenzará y tampoco cómo culminará la hecatombe.

Se constató que los científicos responsables de calcular la subida del nivel del agua de los mares y océanos continúan la recopilación y análisis de toda la información posible: la medición de la línea costanera, las investigaciones obtenidas desde satélites y los pronósticos que consideran las diferentes alteraciones climáticas.

El procesamiento paulatino de toda esta información permite suponer que para finales del siglo el nivel de agua en los mares y océanos subirá al menos en 500 milímetros. Las previsiones pesimistas indican que cuando comience el siglo XXII el agua que cubre los océanos de nuestro planeta aumentará por lo menos en un metro.

Es porque vivimos una era interglacial, un intervalo climático caracterizado por el calentamiento del clima de la Tierra. Como consideran la mayoría de los científicos, durantes esos periodos es normal que suba el nivel de los mares y océanos.

Este fenómeno se produce por dos factores determinantes. Primero, por una de las características propias del calor, el agua como cualquier cuerpo caliente se dilata, y su nivel aumenta.

El segundo factor radica en que el calor acumulado en el planeta hace deshelar los glaciares y masas de hielo y el agua que aparece como resultado de este proceso cae a los mares y océanos.

Es un fenómeno que actualmente ocurre en todo el mundo. Por ejemplo, la montaña Kilimanjaro, el punto más elevado de África de 5.895 metros de altura, está perdiendo los glaciares de su cumbre a ritmos cada más acelerados.

¿Y cuáles son las amenazas entraña la subida de las aguas del océano? Ante todo, la inundación de territorios donde el nivel de la tierra es más bajo que el nivel del mar.

Según el Catedrático de Meteorología y Climatología de la Universidad Mijaíl Lomonosov de Moscú, Alexander Kislov, las zonas de mayor riesgo son la Florida en Estados Unidos, Bangladesh y las islas Maldivas.

Sin embargo, en el caso de que el nivel de agua suba extremadamente, es obvio que todas las zonas litorales de muchos países quedarán expuestas al riesgo de perder toda su infraestructura como viviendas, carreteras y puertos.

La humanidad ya se ha enfrentado a las calamidades del océano en recientes ocasiones: en 2005 el huracán Katrina destruyó la ciudad de Nueva Orleans (EEUU), en 1970 ciclones devastador azotaron Bangladesh ocasionado la muerte de 300.000 personas, en 2004 a consecuencia de un enorme tsunami en el Océano Índico murieron 270.000 personas. Estos fenómenos fueron resultado de interacción de la atmósfera con el océano.

Aquí surge la pregunta: ¿es posible ralentizar el proceso de la subida del nivel de agua en los mares y océanos? Difícilmente. El sistema climático del océano es inercial. Como las emisiones de CO2 a gran escala siguen contribuyendo al calentamiento de atmósfera (en el último siglo la temperatura media en la Tierra ha subido 0,76 grados centígrados), el agua sigue extendiéndose, y en consecuencia, el nivel de mares y océanos seguirá aumentando.

Sin embargo, los científicos no pierden calma y continúan acumulando y estudiando los procesos climáticos, confiando en que el progreso tecnológico generará nuevas posibilidades de pronosticar los fenómenos atmosféricos y las catástrofes naturales de una forma más exacta.

La oceanología moderna es una ciencia de alta tecnología que requiere métodos de investigación polifacéticos y exactos. Las típicas expediciones en barco del siglo pasado (realizadas en los barcos oceanológicos "Académico Ioffe", "Mstislav Kéldish" y "Académico Serguei Vavílov") con toma de pruebas de agua, del suelo y estudios de la fauna marina están siendo desplazados por boyas autónomas especiales.

Actualmente, en los mares y océanos del planeta se encuentran aproximadamente 4 mil de estas boyas cuya vida útil es de 3 ó 4 años. Esos artilugios en capacidad de sumergirse recopilan información sobre el agua, posteriormente suben a la superficie para recargar sus baterías con la energía solar, trasmiten la información obtenida a satélites, y vuelven a sumergirse para continuar las investigaciones submarinas.

Sin embargo, este método no es universal. En Ártica, por ejemplo, debido a las condiciones climáticas extremas, se utilizan unas boyas especiales, "estáticas".

Los estudios autónomos del agua marina los completa el sondeo a distancia por satélite. El satélite es capaz de medir la velocidad del viento por olas y valorar la productividad biológica de tal o cual zona a base de la concentración de clorofila.

Durante la década pasada, Rusia no realizó ninguna investigación climática por satélite, pero en el año 2009 lanzó el satélite meteorológico de nueva generación "Meteor-1" que es el primer satélite del nuevo grupo ruso de satélites.

Según el Jefe del del Servicio ruso de hidrometeorología y monitoreo medioambiental (Rosgidromet) Alexandr Frolov, Rusia también cuenta con el satélite "Sterj" que ya está en la órbita, y pronto será lanzado el satélite "Electra", para estudiar la región del Océano Índico y suministrará datos para previsión de tiempo en el Sur de Rusia.

Además existen satélites pequeños de apoyo, como el "Belka" bielorruso, que también son aprovechados por Rusia.

Pero, evidentemente, las investigaciones oceanológicas no se limitan a estudios meteorológicos. Según Serguei Dobroliubov, Catedrático de Oceanología en la moscovita Universidad de Mijaíl Lomonosov, miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de Rusia, la participación de la extracción de petróleo y de gas en la plataforma marina, que hoy en día supone un tercio de la extracción total de hidrocarburos, seguirá creciendo.

Crecerá asimismo la demanda de recursos biológicos marinos (para Rusia el recurso principal pesquero es el Mar de Ojotsk). Además, las costas de mar, convertidas en balnearios turísticos también fuentes de ingresos importantes.

Tomando en consideración todo lo bueno y lo malo que entraña los mares y océanos, Rusia necesita un sistema climatológico de previsión, como el que en reiteradas ocasiones exige Rosgidromet.

Según Alexander Frolov, el pasado 1 de septiembre el Consejo de Seguridad recibió el plan de desarrollo de climatología aplicada, que supone el monitoreo y la previsión de clima desde un punto de vista puramente práctico y está orientado hacia la adaptación de diferentes regiones del país a los cambios climáticos actuales, así como ofrece recomendaciones para hacer frente a las amenazas de carácter natural.

Además permitirá dar unas previsiones de tiempo mucho más exactas. Esto es muy importante, ya que hoy en día las condiciones climáticas extremas las prevén sólo 1-3 días antes. Los pronósticos a largo tiempo, como ha probado este verano, no son nada fiables.


Viejo Condor

RIA Novosti (SIC)

Olga Sobolevskaia,

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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