En Israel se ha producido en las últimas dos décadas un movimiento interno profundo y desastroso dentro de la sociedad, que ha puesto una obsesiva y excesiva búsqueda de la seguridad por encima de todo. Ya no interesa la paz con los palestinos, hacia los que crecen el odio y el desprecio. Ni siquiera interesa, como antes, tener una relación humana con ellos. En las guerras contra Hezbollah en El Líbano y contra Hamas en Gaza, con un ferviente apoyo popular se usó la voluntad de potencia para imponer el escarmiento, que en Gaza fue espantoso.
Esa mentalidad, que ha erigido en el corazón de las ciudades israelíes y palestinas grandes muros que recuerdan el de Berlín y el gueto de Varsovia, ha ganado a la gran mayoría de la gente y en particular a los jóvenes, para consternación de una minoría liberal, progresista y pacifista que ve cómo se van destruyendo los grandes valores judíos que Martín Buber explicó con ideas magistrales. Y para consternación de todos los que hemos mantenido durante más de cuarenta años una defensa convencida de los derechos de Israel, desde los tiempos en que en Buenos Aires los jóvenes socialistas de Alfredo Palacios teníamos nuestra sede en la del partido Mapai. Esos valores de fondo no los hemos cambiado, pero las culpas de Israel exaltan la solidaridad con el sufrido pueblo palestino y su derecho a contar con un Estado soberano.
Nunca Israel ha puesto a prueba a sus amigos como ahora. De un saque, con el ataque a la flotilla, Israel se ha jugado otra buena parte de su relación con Estados Unidos, que no recuperará cambiando al demócrata Obama por un ultraconservador republicano, el partido de EE.UU. donde se refugian muchos verdaderos antijudíos. Ha dañado seriamente su propia seguridad: un gigante ciego armado con dientes atómicos se convierte en un peligro mortal para el mundo si no sabe controlarse. Israel tiene ahora en contra a la comunidad internacional. A las grandes organizaciones de derechos humanos. A las Naciones Unidas, a la Unión Europea. Cree que China será comprensiva y ¿sabe cuanto vale hoy China?
Se ha desatado un fantástico repudio diplomático universal que hace volver a casa embajadores israelíes y llega la hora de los grandes desórdenes con las sedes diplomáticas en el centro del escenario.
Con este crimen insensato Israel ha dado un paso más hacia una nueva guerra en el Oriente Medio, que viene incubándose pero en condiciones muy distintas a las de los conflictos anteriores. Con gran lucidez, el presidente de Siria, Bashar al Assad dijo en una entrevista a enviados del diario italiano “La Repubblica”, hace menos de una semana, que se va delineando un nuevo frente estratégico, un flamante cuadro geopolítico en la región. Una reflexión de Assad que parte de la convicción del fracaso de Estados Unidos y Europa “para resolver los problemas del mundo” y sobre todo del polvorín medioriental.
“Del fracaso de EE.UU. y Europa va naciendo un nuevo mapa geoestratégico, que alinea Siria, Turquía, Irán, Rusia, que reúnen en común intereses, políticas e infraestructuras”, dijo el presidente sirio. “Va tomando forma un único espacio que une cinco mares: Mediterráneo, Mar Caspio, Mar Negro, Golfo Árabe, Mar Rojo”, agregó, definiéndolo como un nuevo “centro de gravedad del mundo”.
Assad cree que Israel “terminará por aceptar la paz”, pero no con el régimen actual ultraconservador y nacionalista. “Aunque Israel tiene una enorme fuerza militar, los árabes no le temen más”, concluyó. La crisis global ha favorecido un mundo multipolar al que el presidente sirio agrega como aliados de las potencias que están cambiando a Oriente Medio a China, Brasil y la India, fundamentales hoy en los equilibrios de fuerzas internacionales. En ese cuadro, el aislamiento de Israel ha llegado, con el ataque a la flotilla, al nivel más alto de las últimas décadas.
Viejo Condor
Clarin.com (SIC)
Julio Argañaraz, Roma
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