viernes, 2 de abril de 2010

El efecto START en las relaciones entre Rusia y EEUU




Parece claro que el momento del largamente anunciado y teatral reinicio oficial de las relaciones entre Rusia y EEUU coincidirá con la firma del nuevo Tratado START, el próximo 8 de abril en Praga.

Aunque, en este caso cabría pecar de puristas e hilar más fino en la definición, tendríamos que hablar de un reinicio de las relaciones entre Obama y Medvédev, de una etapa de mayor fluidez entre los presidentes, porque entre los dos países aún media un abismo de escollos y dificultades que todavía hay que atravesar.

El Tratado ya está listo para su firma, la etapa más sencilla del proceso, pero por delante queda el momento más peliagudo, su ratificación. Ambas partes acordaron que una vez firmado, el tratado sería presentado simultáneamente ante sus respectivos parlamentos para su aprobación. En Rusia parece que no va a surgir ningún problema, pero en Estados Unidos muchos senadores están descontentos con la política de Obama y seguramente vetarán la ratificación.

En estos momentos, el status quo en el Senado estadounidense en relación con este asunto es el siguiente: los 41 senadores republicanos ya le han puesto al presidente dos condiciones para apoyar el nuevo tratado START. La primera condición obligará a la Administración de Obama a modernizar el arsenal de misiles balísticos intercontinentales, mientras que la segunda presupone eliminar el vínculo entre las armas ofensivas nucleares y la defensa antimisiles. Si la primera condición puede ser satisfecha de alguna u otra forma, para cumplir el segundo requisito sería necesario enmendar el tratado, lo cual seguramente encontrará resistencias por parte de Moscú.

Moscú ya ha tenido que transigir con algunas exigencias estadounidenses como la de que el control del armamento estratégico y el escudo antimisiles únicamente estén relacionados de tal forma en el tratado que tengan gran flexibilidad de interpretación. En base a esta premisa, el preámbulo del acuerdo vincula el armamento estratégico y las DAM, estipulando que el escudo antimisiles contribuye a la carrera de armamentos, en vez de prohibir directamente la modernización de los sistemas de defensa antimisiles. Sin más arabescos legales, como insistía Moscú al principio. Este planteamiento, a todas luces claro y evidente, parece provocar dudas de índole filosófica a los senadores republicanos y puede complicar seriamente la ratificación del Tratado en el Congreso.

Según la Constitución estadounidense, el Senado debe ratificar todos los tratados internacionales por mayoría absoluta, es decir, dos tercios de los votos. En esta situación, Obama tiene que conseguir los votos de siete senadores republicanos, a pesar de que la cámara ya cuenta con mayoría demócrata.

Sin embargo, en Estados Unidos, a pesar de pertenecer a un partido político, los senadores suelen ser bastante independientes en decisiones y pueden disponer de su voto según su propio parecer. El problema es que la coyuntura política no favorece la búsqueda de fórmulas de compromiso. Obama acaba de librar una auténtica batalla campal para recibir el visto bueno del Senado respecto a su ambiciosa reforma del polémico sistema general de salud pública. Y en ciernes, el próximo noviembre, están las elecciones intermedias al Congreso de EEUU, que cambiarán el orden de todas las fichas del tablero, ya que variará la composición de la Cámara de Representantes y una tercera parte del Senado. Y no se sabe de qué manera.

La guerra por la reforma sanitaria ya le ha provocado cierto desgaste a Obama. Los senadores republicanos, a duras penas, ya le han ratificado la reforma médica. Ahora les aboca a aprobar, al menos en parte, un nuevo Tratado START que siempre es materia espinosa. Las criticas internas le van a llover al presidente estadounidense ya que, a las acusaciones de reformar la sanidad según recetas socialistas se le agregarán otras que le imputarán imperdonables concesiones a los rusos en materia de seguridad nuclear.

Como ya se ha visto, la firma del Tratado y su ratificación son cosas distintas, pueden ser cosas radicalmente diferentes. Obama tendrá que utilizar argumentos muy sólidos para convencer a los senadores republicanos para aprobar el nuevo Tratado START, argumentos mucho más sólidos que su conocida elocuencia.

Es posible que el amplio margen para la interpretación del tratado, diseñado especial y minuciosamente por los abogados, sea útil a ambas partes para verlo de formas diferentes, según la ocasión. De momento, Moscú ya ha advertido que la cláusula que estipula la conexión entre las armas ofensivas estratégicas y las armas defensivas estratégicas y la creciente importancia de esta conexión durante la reducción de las primeras tendrá un carácter vinculante.

En Washington, el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, aseguró al Congreso que el nuevo Tratado firmado con Rusia no impedirá realizar los planes de EEUU en el ámbito de defensa antimisiles. "Este Tratado no limita nuestro programa de defensa antimisiles", dijo Gates.

Pese a su importancia, el nuevo START es tan sólo un símbolo que marca el comienzo de una nueva etapa. Las cargas nucleares se reducirán en un 30% hasta unas 1.500 unidades por cada país, y los misiles en un 59%, hasta unas 800 unidades por cada bando. Pero ni las ojivas ni los misiles serán destruidos. En realidad, este acuerdo presupone un control del armamento y no un desarme propiamente dicho. Todos los misiles retirados se almacenarán y podrían volver al servicio si fuera necesario. Rusia no se molesta en ocultar este hecho que, además, es beneficioso para su potencial militar, especialmente teniendo en cuenta el deplorable estado de las Fuerzas Armadas convencionales rusas.

En cualquier caso, este nuevo Tratado marca un avance en comparación con el anterior START-1 suscrito entre Rusia y EEUU en 1991. No obstante, para iniciar realmente un desarme nuclear hay que saber controlar bien el proceso. Conseguimos reducir los arsenales nucleares en el siglo XX y tenemos la obligación de continuar con esta línea en el XXI. Hoy en día, hay unas 23.000 ojivas nucleares en el mundo (un 90% entre EEUU y Rusia, el resto está en Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán e Israel).

Es un camino necesario, vital para nuestra seguridad y para la vida, pero es muy largo y tortuoso.


Viejo Condor

RIA Novosti (SIC)

Andrei Fediashin

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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