jueves, 9 de febrero de 2012


Fiodor Lukiánov

Una nueva ola de antiamericanismo se levanta en los blogs rusos a raíz del fracaso de la sonda Fobos-Grunt.
Después de la caída de la sonda interplanetaria rusa Fobos-Grunt, cuyo fiasco no fue el primer fallo de aventura cósmica rusa de los últimos tiempos, el viceprimer ministro ruso Dmitri Rogozin comentó que una de las posibles causas podría haber  sido la radiación de un radar estadounidense. El público no tardó en mostrar su indignación. Y aunque resultaron otras las causas del fracaso, nada puede apagar el antagonismo despertado. 
Washington debería apreciar a Rusia, ya que parece que es el último país de peso que sigue creyendo en el todopoderoso EEUU. Mientras que todo el mundo está discutiendo el ocaso de la unipolaridad, el fin del auge de la influencia estadounidense, el fracaso de su hegemonía, y otras cosas por el estilo,  Rusia se niega a prestar atención a los hechos que lo confirman. En Internet y en otros ámbitos  de la esfera pública abundan los comentarios que muestran que los rusos les echan a los estadounidenses la culpa de lo que sea: de la crisis de la deuda europea (EEUU está salvando el dólar a cuenta del euro), de las manifestaciones por las elecciones honestas en Moscú (Washington está preparando una Revolución naranja para imponer el régimen que le sea fiel), e incluso del calor anormal en la capital rusa en verano de 2010.
Este fenómeno se hizo más evidente hace un año, iniciada la Primavera árabe en Oriente Próximo.  Casi dos tercios de los participantes de diferentes tertulias televisivas rusas coincidieron en la convicción de que los cambios en la región los había organizado Washington. Aunque no todos lograron explicar de manera convincente para qué lo habría necesitado EEUU, siempre es posible encontrar argumentos más o menos creíbles.
El antiamericanismo es bastante común para todo el mundo. Sería extraño que el Estado hegemónico, seguro de su predominio moral, que no repara en aplicar la fuerza militar contra otros Estados, no provocara críticas y antagonismo, aunque al mismo tiempo fuera admirado por sus logros en diferentes esferas y muchos de los que critican su política se irían allí a vivir, estudiar o trabajar.
Sin embargo, Rusia no es un líder en este sentido. Según las encuestas del Centro Pew Research del 2009, el porcentaje de los que simpatizan con EEUU en Rusia (el 44%) fue mucho más alto que en Turquía (el 14%), Pakistán (el 16%), Jordania (el 25%), Egipto (el 27%), o Argentina (el 38%), y eso que los países mencionados son aliados o socios de Washington.
Tampoco se puede decir que los ánimos antiamericanos de los rusos sean los más intransigentes y profundos. Para verlo, basta con leer las obras de los intelectuales izquierdistas franceses, basadas en la hostilidad  irreconciliable pero sin el conocimiento hacia el modo de vida y el comportamiento estadounidense.  El 'antiestadounidismo' ruso de hoy se explica  por el complejo de inferioridad nacido tras la derrota en la Guerra Fría.
El fin de su oposición global significó para Moscú el desplome catastrófico de su estatus internacional. Casi todo lo perdido por la URSS llegó a ser un trofeo de EEUU. La conciencia pública y política rusa no puede perdonarle esto a Estados Unidos, aunque está claro que de haber vencido la Unión Soviética habría actuado de la misma manera.     
La actitud de los rusos hacia EEUU es una mezcla compleja. Uno de sus componentes es el cinismo: no podemos creer que alguien pueda guiarse en sus políticas por  algo más que sus intereses mercantiles. Además, persisten algunas huellas en la conciencia de los rusos de que son portadores de alguna misión especial, algo que existe también entre los estadounidenses. Las heridas causadas por el colapso de la URSS se suman al deseo oculto de ser como EEUU, multiplicado a su vez por la conciencia de que es imposible.
Hay que tener en cuenta que la política de los estadounidenses deja pasmados a veces incluso a los que no les sienten antipatía. No puede sino provocar críticas, o al menos asombro, la seguridad de EEUU de que siendo el “polo de libertad” tiene derecho de imponer su voluntad y sus visiones de lo correcto e incorrecto a los demás, incluso aplicando para ello la fuerza si le parece oportuno. Tanto más si la política estadounidense a veces resulta dogmática, entraña errores y no es nada impecable desde el punto de vista de la moralidad. Está claro que la impecabilidad moral es algo que no puede haber en las relaciones internacionales, pero en el caso de EEUU, el abismo entre lo que se declara y lo que se hace es a veces chocante.  Por eso sería injusto achacar cualquier crítica rusa de lo estadounidense a la antipatía y hostilidad solo, ya que Washington da muchas razones para ser reprobado.
Lo correcto sería, combatiendo esta antipatía irracional, aspirar no a la simpatía  incondicional (que a veces pasa a ser una adoración extraña), sino a una actitud tranquila y racional junto con el entendimiento de que este país es interesante, complicado y lleno de contradicciones también. Hay que entender que los intereses de dos potencias enormes, fundadas sobre historia y principios totalmente diferentes, no pueden coincidir. La competencia estratégica es un fenómeno normal y natural. Es verdad que EEUU es un Estado poderoso que desempeña un papel clave en el mundo (hasta ahora, al menos) y tiende a predominar sobre cualquier socio.
Pero demonizar EEUU, fijarse en lo estadounidense de manera tan dolorosa, oponerse a cualquier vestigio de la Guerra fría en el Senado no es nada más que manifestar que nuestra propia psicología política está llena de fobias y complejos arraigados en tiempos pasados. 
Hace unos años fue publicado un artículo de dos investigadores estadounidenses titulado 'Rusia es un país normal' que fue una sensación mostrando que pese a sus particularidades postcomunistas, los eventos en Rusia se están desarrollando de manera bastante lógica y predecible, por lo cual hay que percibirla sin ilusiones y sin fatalismo. Ya es hora de redactar un artículo para el público ruso titulándolo 'EEUU es un país normal', para quitar al fin tanto la paranoia como las expectativas irrazonables respecto a este país.

Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Fiódor Lukiánov



LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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