viernes, 13 de agosto de 2010

En busca de los culpables por el alza de los precios de cereales en Europa





A lo largo de las últimas semanas en los mercados de productos agroalimentarios de los países miembros de la Unión Europea (UE) se está produciendo una subida paulatina de los precios de los cereales.

En Francia, la tonelada de trigo ha alcanzado los 210 euros (en vez de los 110 que costaba antes), y en Gran Bretaña el precio de la cebada se ha duplicado en el último mes y medio.

Exportadores e importadores mundiales de cereales. Infografía

El aumento de precios de los cereales suele conllevar el encarecimiento de la harina y de los productos de panadería y las pastas. Lo más probable es que los consumidores europeos tarden un poco en enterarse de ello, ya que los panaderos y tiendas suelen tener contratos a 30 días, que permiten a los comercios seguir recibiendo los productos de acuerdo a los precios antiguos.

La verdad sea dicha, en algunos países de la UE los panaderos y los fabricantes de harina han experimentado un crecimiento de precios de la materia prima tan desorbitante, que están pensando en rescindir los contratos con las cadenas de distribución, prefiriendo pagar las multas correspondientes a tener que trabajar a pérdida. Así que es posible que ya en septiembre, los consumidores europeos sientan la escalada de los precios.

La prensa europea está buscando a los culpables y algunos medios ya parecen haberlo encontrado. En opinión del diario Financial Times, la culpa es del Gobierno de Rusia que ha suspendido las exportaciones de trigo entre el 15 de agosto y el 31 de diciembre de 2010.

"Esta decisión está mandando una señal errónea -creen los periodistas británicos-; los mayoristas, podrían dejarse llevar por el pánico y optar por "guardarse para mejores tiempos" el trigo del que disponen. Otros países podrían seguir el ejemplo de Rusia y limitar las exportaciones para proteger los mercados nacionales".

El autor del artículo parece estar viviendo en junio, cuando todavía no habían ocurrido ni la sequía ni las lluvias torrenciales que han azotado el centro de Europa. En Rusia, los pronósticos para la cosecha de este año se han rebajado en un 25%; en Polonia, en un 10%; y en Eslovaquia y Hungría, en un 30%, en relación al año pasado.

Con semejantes catástrofes naturales ya no se trata de proteger los mercados ni a los productores nacionales, sino de asegurarse la cantidad de trigo imprescindible para cubrir las necesidades del país.

Además, vale la pena destacar que Rusia no tiene influencia directa en el mercado de cereales de la UE.

El principal destino de las exportaciones rusas son los países de Oriente Medio. Lo que no quiere decir, por otra parte, que la UE no sienta las repercusiones que pueda tener la suspensión de las exportaciones rusas. "Tras no obtener el trigo necesario de Rusia, Egipto y otros grandes compradores de Oriente Medio buscarán las cantidades necesarias a los países europeos, lo que hará que el trigo abandone nuestro mercado" -opina el diario polaco"Gazeta Wyborcza".

En realidad, en condiciones análogas, los países europeos suelen hacer todo lo que está en su mano para garantizarse el suministro de grano. Sirva como ejemplo Polonia, el más grande de los países del antiguo bloque del Este que se ha incorporado a la Unión Europea y que cuenta, además, con un sector agrario importante.

En la segunda mitad de los 90 tuvo lugar allí un déficit temporal de grano, que los fabricantes de harina aprovecharon para elevar rápidamente los precios (se sospecha que hubo una confabulación de estos industriales para aumentar concertadamente los precios de la harina). Como consecuencia, se disparó también el precio del pan, llegando a alcanzar niveles superiores a los actuales a pesar de que, en aquel momento, la energía eléctrica y los carburantes usados por los productores de esta cadena eran mucho más bajos que hoy.

¿Qué hizo entonces el Gobierno? En esas condiciones, el Viceprimer Ministro Roman Yaguelinsky tomó la difícil decisión de abrir las fronteras del país a las importaciones -libres de aranceles- desde Hungría, Eslovaquia y la República Checa. Estos países habían tenido ese año una buena cosecha y vendieron tanto grano a Polonia que el mercado estuvo abastecido durante dos años. Los mercados se calmaron, los precios cayeron y todo volvió a la normalidad.

Cuando en 2006 se volvió a disparar el precio de la harina, la situación no se resolvió recurriendo a las importaciones, sino limitando las exportaciones. En aquel entonces Polonia era ya miembro de la Unión Europea y se adoptó la decisión de sacar al mercado interno las reservas de grano acumuladas para casos de intervención en cumplimiento de la política común de la UE. Este paso se dio cuando la crisis alimentaria estaba sólo empezando; y los resultados fueron otra vez positivos: los precios volvieron a caer.

En estos días en Polonia se vuelven a escuchar voces que piden la adopción de medidas urgentes, ya que los precios de los productos agrícolas están batiendo todos los récords.

En estas condiciones, ¿qué debería haber hecho Rusia -que no integra la Unión Europea- además que Ucrania ha restringido la exportación de grano y cuando no está claro si lo cosechado sea de la suficiente calidad para la fabricación de pan? Exactamente lo que ha hecho: curarse en salud y asegurar el pan para su población.

En el mencionado artículo del Financial Times, en el que se censura el egoísmo de la decisión rusa, el autor propone que, en vez de recurrir a sus propias reservas, Rusia debería haber recurrido a los sistemas de aseguramiento internacionales; pero el problema es que esos sistemas no existen a día de hoy; habría que crearlos.

"Hay una necesidad de crear un sistema internacional, quizá bajo el paraguas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). De acuerdo con ese sistema deberían fijarse claramente las normas por las que un Estado podría suspender la exportación de productos agrícolas -propone el periódico-Esto haría más previsibles los comportamientos en los mercados y limitaría el surgimiento de situaciones de crisis provocadas por expectativas negativas".

Es muy probable que este sistema es una buena idea. Pero no debemos olvidar que, hasta el momento, nadie ha mostrado interés en que Rusia forme parte de ese sistema. Rusia lleva intentando entrar en la Organización Mundial de Comercio (OMC) desde 1993 (cuando todavía se conocía como el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio).

Pero los nuevos miembros de esta organización son admitidos sólo cuando están de acuerdo todos los antiguos.

De modo que nuestra incorporación a la OMC nunca se ha llegado a producir, por la negativa de uno u otro Estado miembro, incluidos muchos países de la UE, que hasta 2004 se oponía a dicha incorporación.

Entre los argumentos-nunca confesados de modo oficial- usados por la UE y por los EEUU está el de que se estarían lanzando señales incorrectas si se hiciera semejante regalo a la Rusia de Putin. Dentro y fuera de Rusia se podría interpretar la admisión en la OMC como una (inmerecida) muestra de confianza de Occidente hacia Moscú.

Y justo ahora que Occidente necesitaría el trigo ruso para estabilizar los precios, les da por acordarse de la OMC y de que sería una excelente idea obligar a Moscú vender su grano bajo las normas de esta organización internacional.

Desde esta perspectiva, cabe preguntarse si no fue positivo el hecho de que Rusia no entrara en su momento en la OMC. Los periodistas que cubren la información de la Organización Mundial del Comercio lo saben perfectamente: en la OMC hay cuatro miembros -EEUU, UE, Japón y Canadá- que tienen más derechos que nadie; mientras que el resto de países más que todo tienen muchos compromisos y muy pocos derechos.

Un poco como en el libro de George Orwell, todos los animales son iguales pero algunos animales son más iguales que otros. Así que no queda sino agradecer a EE.UU. y a Georgia por poner trabas a nuestra adhesión a la OMC.

Gracias a esas trabas hemos podido tomar nuestra decisión sobre la moratoria a la exportación de grano con total independencia.

Viejo Condor

RIA Novosti (SIC)

Dmitri Bábich

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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