Rusia todavía puede dejar asombrado al mundo. Funcionarios rusos anunciaron desde la tribuna en la cumbre Rusia-UE el 18 de noviembre pasado en Estocolmo que "las emisiones de gas carbónico deben reducirse en un 20 o 25 por ciento para el 2020 en comparación con los niveles de 1990". Esta reducción puede parecer insignificante a aquellos que no recuerdan que Rusia, hace tiempo, se comprometió a recortar las emisiones de CO2 en un 10 o 15 por ciento.
Rusia contrajo este compromiso unas dos semanas antes de convocarse la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU en Copenhague que contará con la asistencia de 192 países. ¿A qué me refiero?
Recordemos que la industria rusa sufrió una recesión muy grave en la década de los noventa del siglo pasado. En aquella época podíamos cumplir cualquier reducción de emisiones. Y al firmar el Protocolo de Kyoto Rusia asumió obligaciones en capacidad de cumplir.
En Copenhague se decidirá el destino de un documento destinado a sustituir el Protocolo de Kyoto sobre Cambio Climático que expira en 2012.
Sin embargo, si hoy asumimos tales obligaciones quiere decir que o bien no entendemos mucho en las leyes elementales del desarrollo de economía o que podrían ser inexactas los informes sobre el estado de la industria rusa hechas en sesiones semanales por los ministros de industria y desarrollo económico.
Hoy esta economía requiere tantos recursos energéticos que la reducción de emisiones en un 25 por ciento no sólo parece muy difícil sino imposible. ¿O es que quizás la economía rusa es tan perfecta que bien podríamos reducir las emisiones de gases sin obstaculizar su desarrollo?
China, por ejemplo, descarta comprometerse a especificar el recorte de emisiones de "gases de efecto invernadero". Hasta los últimos días los máximos dirigentes de China aún no utilizaban las frases que contengan ambos términos "dióxido de carbono" y "reducción de emisiones industriales".
Según las previsiones de los economistas chinos, la cuota de combustibles fósiles en el balance energético nacional bajará hasta un 70 por ciento como máximo en los próximos 10-20 años. Pero para este gigante hasta una reducción de un 10 por ciento es un gran avance.
Valdría la pena comparar estos índices con los rusos.
Cabe señalar que hoy China no sólo es el mayor contaminador del mundo sino también es el pionero en las investigaciones de fuentes de energía alternativa y en el diseño de nuevas tecnologías que contribuyan a preservar el medio ambiente pero hay poca gente que lo sabe. Lamentablemente Rusia no puede jactarse de esto.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Andrei Fediashin,
La opinión del autor no coincidirá obligatoriamente con la de RIA Novosti
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