jueves, 23 de agosto de 2012

La experiencia de Europa como vacuna para Asia


Fiodor Lukiánov

Cuando Dmitri Medvédev, primero en calidad de presidente de Rusia, luego como primer ministro, visitó las islas Kuriles del Sur, que Japón reclama como sus territorios del Norte, los comentaristas internacionales censuraron el comportamiento de Rusia, calificándolo como indiscreto, inculto y como muestra de ambiciones imperiales.
Hace poco, el presidente surcoreano, Lee Myung Bak, hizo lo mismo al visitar por primera vez la isla en disputa entre Japón y Corea del Sur. Aunque esta visita provocó un drástico agravamiento de relaciones entre los dos países, los analistas se limitan a reflexionar sobre lo difícil que son las colisiones históricas y los caminos de su resolución.
Es decir, lo mismo en un caso lo ven como un problema delicado, y en otro, como expansionismo ruso. Todo depende de cómo se perciba.
Asia está experimentando un nuevo periodo de agravamiento de las colisiones territoriales. Simultáneamente al conflicto entre Tokio y Seúl está desarrollándose una nueva oposición entre Japón y China: los nacionalistas de una y luego de la otra parte invaden una isla disputada lo que despierta una ráfaga de agresión en los dos países.
China y Filipinas llevan meses de tensión relacionada con disputas semejantes. Asia del Este y Sureste cuenta decenas de conflictos territoriales, entre los cuales el desacuerdo ruso-japonés es solo un elemento, de importancia secundaria, en el complicado mosaico de relaciones regionales que se remontan al pasado.
Todos estos conflictos no son recientes, y la atención que se les presta ahora se debe a que toda la región Asia Pacífico resulta en el epicentro de acontecimientos mundiales, se considera la principal plaza estratégica del siglo XXI. Es curioso que muchos de los conflictos territoriales de hoy hubieran surgido porque antes, al revés, la región Asia-Pacífico fue una periferia mundial en comparación con el espacio Euroatlántico.
En Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, las grandes potencias prestaron atención especial a la delimitación de fronteras, así como a la determinación de otros límites de lo admisible. Estaba claro que cualquier línea disputable acarrearía inevitablemente un gran conflicto, lo que podría ser fatal en la época de la competencia entre dos bloques. Aunque en Asia estas reglas también debían funcionar, allí todo se resolvía con menos escrupulosidad por ser una región de importancia secundaria. Como resultado, ahora tenemos todo un ramo de conflictos. Antes quedaron congelados gracias a la influencia de una confrontación ideológica entre los bloques que imponía disciplina. Pero al desaparecer ésta, las ideas del prestigio nacional y de la competencia económica salieron al primer plano, y son ya temas eternos.
No siempre priman las relaciones de socios o la ideología común. Por ejemplo, Japón y Corea del Sur integran la esfera político-militar de EEUU, siendo socios que apoyan a Washington, y por lo tanto el uno al otro, en Asia del Este. Pero esto no impide que tengan duros conflictos territoriales. Es interesante, que en este tema Seúl cuente con apoyo de Pyongyang, su enemigo más acérrimo: la lógica nacionalista y la hostilidad común hacia Japón prevalecen sobre lo demás. Taiwán, aunque se abstiene a mostrarse solidario con China en sus disputas con Tokio, tampoco reconoce la jurisdicción japonesa en el territorio disputado.
Los conflictos locales entre las potencias de la región Asia-Pacífico van convirtiéndose en un problema global porque, lógicamente, no pueden dejar a un lado a la única superpotencia de hoy, EEUU. Con la mayoría de las disputas tiene que ver, de un modo u otro, China, y esto quiere decir que sus oponentes contarán con apoyo de EEUU. Para Washington, la decisión de prestar o no prestar este apoyo dependerá de su estatus global: si es capaz de desempeñar el papel de un patrón universal para todos los que lo necesiten o no. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los conflictos son tan complicados y ambiguos que la decisión de apoyar a una u otra parte no significará defender la verdad sino que equivaldrá a una voluntarista decisión política. Así se crea un círculo cerrado que agravará las colisiones con China y del cual a EEUU le será difícil salir.
Hoy, con la creciente influencia de Oriente, Rusia no puede permitirse ignorar el hecho de que también es una potencia de la región Asia-Pacífico. Su presencia en Asia como actor importante, cuyos intereses los demás los toman en consideración, es imprescindible. Y lo más lógico para ello es aprovecharse de las ventajas que tiene Rusia como un país euroasiático.
La postura de Moscú es singular, porque podría transmitir a la región Asia-Pacífico la experiencia acumulada en Europa para contrarrestar problemas. Es que Asia puede tener que hacer frente en el siglo XXI a los mismos problemas que tuvo Europa en XX, cuando se consideró el centro del mundo, la posición que le costó demasiado caro.
Rusia es una parte integrante de ambas regiones, la europea y la de Asia-Pacífico, y al mismo tiempo, tiene en Asia un peso suficiente pero no excesivo: la toman en consideración, pero no la temen.
Para ocupar este nicho, Rusia tendrá que ser mucho más activa en Asia, centrándose no solo en China, por muy importante que es este país para nosotros, sino en toda la palestra de intereses y posibilidades en la región, desde las de Japón, Corea y EEUU, hasta las de Indonesia y Australia. Y la política proactiva y creativa en la esfera del arreglo de la antigua disputa con Tokio podría garantizar el éxito futuro en toda la región. No se trata de hacer concesiones, porque solo agravarán la situación al mostrar que en cuestiones territoriales si uno gana otro pierde. Esto hará aun más intransigentes a todos los participantes de los demás conflictos, pues cada uno va a aspirar a un triunfo absoluto. Pero la experiencia europea de la segunda mitad del siglo XX ha mostrado que se puede aproximar uno a la posibilidad de resoluciones mutuamente ventajosas. Al aprovechar esta experiencia, Asia podría evitar los errores catastróficos que ha cometido Europa.
*Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Fiodor Lukiánov

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMETE CON LA DE RIA NOVOSTI

No hay comentarios: