jueves, 24 de marzo de 2011

El Océano Pacífico absorberá la radiación de Fukushima


La central nuclear de Fukushima

La central nuclear de Fukushima

La central nuclear de Fukushima

La central nuclear de Fukushima

La nube radioactiva que se ha formado sobre Japón tras el accidente en la central nuclear de Fukushima acabará asentándose sobre el Océano Pacífico.

Los ecologistas aseguran que esta es la única forma de que los territorios adyacentes a la central queden a salvo de la radiación que se ha liberado.

La fauna oceánica se verá afectada en cierta medida pero, de esta forma, las personas no sufran.

Los daños de la radiación

Según el director de la cátedra de meteorología y climatología de la Facultad de Geografía de la Universidad Estatal de Moscú, Alexander Kislov, hasta el próximo 25 de marzo “no se pronostica un peligro real para el territorio de Rusia”. Durante esta semana, los vientos arrastrarán las nubes radiactivas hacia los Estados Unidos, lejos del continente asiático.

La tranquilidad de los científicos hasta cierto punto se debe al vacío informativo de la parte japonesa que no ofrece datos suficientes para la alarma. La información sobre la fuga radioactiva y, en particular, sobre la composición y la altura de las emisiones es bastante escasa, señala Alexandr Kislóv. Es por ello por lo que, en opinión de los expertos, resulta algo prematuro hacer pronósticos precisos y a largo plazo.

En estos momentos no hay un especial peligro de que se vean afectadas la flora y la fauna del océano, piensa el Director de la Cátedra de Oceanología de la Facultad de Geografía de la Universidad Estatal de Moscú, Serguei Dobroliúbov. El agua es un buen absorbente de la radiación y por lo tanto los seres vivos no deberían, en principio, sufrir daños severos. “El Océano Pacífico es un sistema altamente dinámico, todo se mezclará y se dispersará”, añade la experta Antonina Poliakóva. Además, los nucleídos de corta vida del tipo yodo-131 no presentan gran peligro, el período de su desintegración es poco más de 8 días.

“Por otra parte, los peces son generalmente más resistentes a la radiación que los humanos. Para una persona, 500 unidades de radiación representan una dosis mortal, mientras que un pez necesita el doble, así que en la situación actual la fauna oceánica no tendrá ningún problema”. En otro orden de cosas, las aguas del océano ya son de por sí ligeramente radioactivas, conteniendo microdosis de potasio-40 y de estroncio-90”.

Pero, por supuesto, será mejor no consumir el pescado extraído de la zona contaminada, ni los moluscos cultivados en las desembocaduras de los ríos y en las lagunas. Los moluscos tienden a acumular metales pesados como el mercurio y cadmio y sustancias radioactivas, explica Serguei Dobroliúbov.

El ecólogo Alexei Yablokov explica que las numerosas investigaciones sobre los efectos que tiene la radiación en la fauna de agua dulce han demostrado que se producen alteraciones en la composición cromosómica de los crustáceos y se producen variaciones en de su sistema inmunológico.

El asentamiento de partículas radioactivas apenas tiene un efecto significativo sobre la composición química de las aguas oceánicas. Para el señor Dobroliúbov para el hábitat subacuático es mucho más peligroso el proceso de acidificación, derivado del calentamiento global, y que aumenta con la generación de dióxido de carbono. Al disolverse en el agua, éste se transforma en ácido carbónico y cambia el factor pH, principal indicador de la acidez del ambiente. Los corales son los primeros afectados por la acidificación del agua.

Las secuelas del tsunami.

Los tsunamis han causado muchos daños a la infraestructura industrial, lo cual podría traducirse en una gran contaminación del medio ambiente, creen los ecólogos. Muchas sustancias orgánicas e inorgánicas de origen industrial han sido arrastradas mar adentro, contaminando el litoral marino cercano a la costa, especifica Antonina Poliakóva.

Las secuelas de todo esto son difíciles de evaluar, aunque se verán suavizadas por los movimientos oceánicos y las corrientes que van mezclando el agua.

El guión más pesimista

Según el guión más pesimista, si el cesio-137 o el estroncio-90 acaban depositándose en el agua se crearía un problema importante porque son isótopos radioactivos de larga vida. El período de desintegración del estroncio 90, por ejemplo, es de cerca de treinta años. Este extremo sería peligroso para el hombre.

Por otra parte, quizá no merezca la pena alarmarse en demasía. Recordemos la explosión en la central del Chernóbil ocurrida el 26 de abril de 1986. En verano de ese mismo año los científicos estadounidenses a bordo del barco “Atlantis” realizaron un estudio de las aguas del Mar Negro. En las muestras fueron descubiertos estroncio-90 y cesio-137, pero las concentraciones no eran alarmantes: se había producido una mezcla de las aguas, una especie del proceso natural de purificación.

Hay que asentar los isótopos

Nunca se había dado el caso que hubieran fallado varios reactores a la vez, como ha ocurrido en Japón. No se sabe qué ocurrirá con los habitantes de las zonas afectadas ni qué enfermedades llegarán a desarrollar dentro de cinco ó diez años, señala Alexei Yáblokov.
Parece evidente la necesidad de asentar los isótopos radioactivos con el uso de los aviones que esparzan sustancias especiales por la atmósfera, explica el científico. Las consecuencias de la explosión en Chernóbil podrían haber sido mucho más desastrosas si no se hubieran asentado los isótopos en la zona de Tula, Riazán, Briansk y Kaluga y las nubes radioactivas podrían haber alcanzado Moscú y otras grandes ciudades industriales.
La situación actual es más simple, pero sólo en un aspecto: es evidente que la solución pasa por hacer descargar la nube radioactiva en el Océano, que será el que se encargue de la radiación.


Viejo Condor

RIA Novosti (SIC)

Olga Sobolevskaia

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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