¿Se imagina que alguien supiera lo que lee, lo que come, e incluso las medicinas que compra? ¿Qué le parecería que su centro comercial guardara información sobre la talla de ropa interior de su pareja? Este escenario ha dejado de ser ciencia-ficción gracias al sistema RFID, incorporado en cualquier tipo de producto que un ciudadano puede comprar.
RFID (Radio Frequency Identification, o identificación por radiofrecuencia en español) usa dispositivos denominados etiquetas o tarjetas, similares a pegatinas. Funcionan de una manera muy simple: emiten información por una microemisora de radio que, a su vez, la envía a una base de datos donde queda almacenada. Esta información puede ser usada por los comerciantes para analizar los hábitos de consumo o por otros interesados en sacar los datos personales de la gente.
La tecnología ha recibido tanto elogios como críticas. Los creadores del sistema afirman que las ventajas del RFID son mayores que la inseguridad y los inconvenientes. Sin embargo, los abogados apuntan a que dichas 'ventajas' violan un derecho fundamental de cada ciudadano: el derecho a la intimidad.
Estos chips no sólo se están implantando en el sector privado. Muchos gobiernos están haciendo uso de estas tecnologías con el objetivo de controlar sus fronteras y agilizar la identificación de los ciudadanos que entran y salen de su territorio. La Administración alemana, por ejemplo, ya se mostró interesada en poner RFID en los documentos de identidad y pasaportes.
Por su parte, el Gobierno español, a través de la Agencia Española de Protección de Datos, está analizando medidas de seguridad para proteger al ciudadano del uso incorrecto de los sistemas RFID. El director de la entidad, Artemi Rallo Lombarte, dice que "es evidente que el uso de estas etiquetas" puede "afectar a la privacidad de las personas".
Mientras que los creadores de RFID aseguran que no hay que tenerle miedo, los expertos reiteran que no existe ninguna garantía de que toda la información guardada en el chip no termine en manos de un ladrón, ya que es una tecnología que teóricamente puede estar al alcance de cualquiera.
Para muchos los avances tecnológicos hacen nuestra vida más cómoda y segura. Otros piensan que estas tecnologías tienen la capacidad de transformar nuestra sociedad en una pesadilla orwelliana. Mientras sigue la discusión, hay otra ventana que se abre: ¿será el ciudadano quien vote la implantación de este sistema, o por el contrario será una imposición de las administraciones y la sociedad de consumo? El tiempo dictará sentencia.
Viejo Condor
RT.net (SIC)
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