Mientras que Ottawa adormece a la opinión pública con su denuncia sobre una amenaza rusa en el Gran Norte, la OTAN despliega sus tropas en esa región y las entrena allí. Ottawa clama públicamente su soberanía sobre el Paso del Noroeste, cuando en realidad se conforma sin problemas con que Washington lo considere como un estrecho internacional. Rick Rozoff estima que el objetivo de Ottawa consiste en excluir a Rusia del Artico y completar así el cerco alrededor de ese país.
| En lo que va de año, altos responsables federales canadienses han proferido repetidamente todo tipo de bravatas sobre Rusia y el Ártico. Siguiendo ese patrón, el ministro de Defensa Peter MacKay advirtió que «los cazas Canuck despegarán para recibir a todo aparato no autorizado»; frase repetida de forma más explícita y menos delicada por una agencia de prensa canadiense cercana al poder al afirmar que «los aviones interceptores canadienses despegarían para “recibir” a todo aparato ruso “que se aproxime” al espacio aéreo de Canadá.» [1] MacKay prosiguió: «Vamos a proteger nuestro territorio soberano» [2]. Era evidente que el mensaje se dirigía exclusivamente a Rusia, país que no amenaza la soberanía ni la integridad territorial de Canadá, y no contra Estados Unidos, que sí lo hace. |
En lo que va de año, altos responsables federales canadienses han proferido repetidamente todo tipo de bravatas sobre Rusia y el Ártico. Siguiendo ese patrón, el ministro de Defensa Peter MacKay advirtió que «los cazas Canuck despegarán para recibir a todo aparato no autorizado»; frase repetida de forma más explícita y menos delicada por una agencia de prensa canadiense cercana al poder al afirmar que «los aviones interceptores canadienses despegarían para “recibir” a todo aparato ruso “que se aproxime” al espacio aéreo de Canadá.» [1]
MacKay prosiguió: «Vamos a proteger nuestro territorio soberano» [2]. Era evidente que el mensaje se dirigía exclusivamente a Rusia, país que no amenaza la soberanía ni la integridad territorial de Canadá, y no contra Estados Unidos, que sí lo hace.
Otra agencia de prensa indica que MacKay comentaba la información que afirma que Rusia tiene intenciones de desplegar, dentro de casi un año, un pequeño destacamento de paracaidistas en una zona del Ártico, sobre la cual tiene un derecho internacionalmente reconocido. El ministro habría agregado: «Hemos hecho despegar los jets F-18 en el pasado, y siempre estarán ahí para recibirlos.» [3]
La retórica de Ottawa no corresponde con el contexto. ¿Qué significa «proteger el espacio aéreo canadiense» de bombarderos rusos de largo alcance que vuelan en el espacio aéreo internacional de una manera que no viola ni el territorio de Canadá, ni ningún tratado, ni ninguna ley? Sobre todo si se tiene en cuenta que, según el mismo despacho de prensa, el propio MacKay reconoce que «no ha habido intrusión reciente de los bombarderos rusos». [4]
En realidad, la más reciente bravata de MacKay se inscribe en el marco de una serie de diatribas similares proveniente del trío conformado por ese mismo ministro, el ministro de Relaciones Exteriores y el propio primer ministro de Canadá. Resulta revelador que todo esto tenga lugar precisamente un año después de la guerra de 5 días entre Georgia y Rusia.
En el pasado mes de agosto, el primer ministro [canadiense] Stephen Harper acusó a Rusia de regresar a una «mentalidad de la era soviética». Al mes siguiente, MacKay continuaba al declarar que: «Cuando vemos un Bear ruso [Tupolev Tu-95] aproximarse al espacio aéreo canadiense, lo recibimos con un F-18.» Hoy se cumple casi un año del día en que el ministro de Defensa canadiense amenazó a Rusia con los F-18 (interceptores polivalentes fabricados por la firma Boeing, con sede en Chicago). Las amenazas de MacKay corresponden al hecho de que el ministro canadiense de Defensa no es otra cosa que el reflejo y el representante de las ambiciones sobre Ártico que abrigan Estados Unidos y la OTAN, ambiciones que contradicen los reclamos e intereses rusos en esa región.
En febrero, Barack Obama se entrevistó en Ottawa con el primer ministro Harper, en lo que fue su primer viaje oficial fuera de Estados Unidos como presidente de ese país. El gobierno de Harper escogió aquella ocasión para montar una maniobra que, en una coyuntura más sensible, hubiera podido desencadenar una guerra. Canadá hizo despegar aviones de guerra sobre el océano Ártico para interceptar los bombarderos rusos que participaban en los vuelos de rutina que vienen realizando en el espacio aéreo internacional desde el año 2007.
Explotando la presencia del nuevo presidente de Estados Unidos para garantizar el máximo de atención de los medios de prensa extranjeros, el primer ministro canadiense declaró: «Defenderemos nuestro espacio aéreo, tenemos también obligaciones de defensa continental con Estados Unidos. Cumpliremos con esas obligaciones para defender nuestro espacio aéreo continental y defenderemos nuestra soberanía y responderemos cada vez que los rusos violen la soberanía de Canadá en el Ártico». [5]
Pero los mencionados aviones rusos nunca penetraron en el espacio aéreo canadiense y, por consiguiente, nunca amenazaron la «soberanía» de la nación.
Harper subrayó las «obligaciones de la defensa continental con Estados Unidos» aludiendo a una «amenaza» fantasmagórica representada por un bombardero ruso que volaba a varios miles de kilómetros de la capital canadiense en la que se encontraba Obama en aquel momento. Es posible que sus declaraciones estuviesen destinadas a probar los méritos de Ottawa ante su vecino del sur. Después de todo, Harper y MacKay estaban actuando como si hubieran salvado al presidente de los Estados Unidos de un bombardeo aéreo ruso. Quizás querían demostrar también que la «defensa continental» es una cuestión recíproca que sirve de apoyo a la superpotencia mundial en toda confrontación futura con Rusia.
El tercer miembro del belicoso triunvirato canadiense es el ministro de Relaciones Exteriores, Lawrence Cannon. Este último se dirigió en marzo a Rusia al declarar: «Seamos bien claros en esto. Canadá no se dejará intimidar». Después, a fines de junio, se refirió a Canadá como «superpotencia» ártica y energética.
Una agencia de prensa canadiense escribió entonces: «Al minimizar la reciente “cabalgata” de Rusia por un lugar en la naciente competencia por el petróleo polar, el ministro de Relaciones Exteriores Lawrence Cannon declaró que Canadá era una “superpotencia ártica”» [6]
La OTAN militariza el Gran Norte
Aunque los despachos de la prensa occidental tratan de describir la creciente competencia por las fuentes energéticas del Ártico y por la vías de transporte como un concurso entre las 5 naciones que mantienen sólidos reclamos sobre esa región –Estados Unidos, Canadá, Rusia, Dinamarca y Noruega– todas éstas, con excepción de Rusia, son miembros de la OTAN y, como tales, están obligadas, en virtud del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, a proporcionar una ayuda militar a cualquier miembro de la OTAN que la solicite. Gran Bretaña, Finlandia y Suecia –invitadas a una rápida y completa integración a la OTAN– se han sumado también al conflicto del Ártico. Noruega movió recientemente hacia el Círculo Ártico el cuartel general de su comando operacional, y Dinamarca anunció planes tendientes a establecer un Comando Ártico Interarmas, una fuerza ártica de reacción así como un refuerzo de la base aérea de Thule (Groenlandia) para compartirla con sus aliados de la OTAN.
«Con Dinamarca, que se convierte en la última nación en dar a conocer grandes proyectos de organización de sus capacidades militares árticas, la acumulación mundial de fuerzas en el Gran Norte acrecienta los riesgos de conflictos y preocupa a los expertos». [7]
El año pasado, Noruega compró 48 cazas Lockheed F-35, por las posibilidades que ofrecen para el patrullaje en el Ártico. En marzo, ese país realizó en el Ártico un ejercicio militar de gran envergadura con la participación de 7 000 soldados de 13 países. Según el escenario de ese ejercicio, un Estado ficticio llamado Northland se había apoderado de las plataformas petroleras offshore.
«Las maniobras, en las que participaron unos 12 000 soldados, 50 aviones y varios navíos de guerra, dieron lugar a una protesta de Rusia. Ese país protestó nuevamente en junio, luego de la realización del mayor ejercicio militar organizado por Suecia en el norte desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.» [8]
Estos hechos tienen lugar poco después de las maniobras del secretario general de la OTAN y de los altos jefes militares reunidos en Islandia los días 28 y 29 de enero de este año para la realización de un seminario sobre las perspectivas de la seguridad en el Gran Norte. Durante ese encuentro, el entonces secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, declaró:
«El Gran Norte va a necesitar más atención aún de parte de la alianza [atlántica] en los próximos años. _Al disminuir el casquete polar, aumentan las posibilidades de extracción de minerales y de explotación de los yacimientos energéticos del Gran Norte. _En nuestra cumbre de Bucarest del año pasado nos pusimos de acuerdo sobre algunos principios directores en cuanto al papel de la OTAN en materia de seguridad energética....» [9]
La reunión de la OTAN, la primera en la que el Círculo Ártico se mencionó explícitamente como zona de operaciones para la alianza atlántica, se produjo 17 días después de la promulgación de la Directiva Presidencial de Seguridad Nacional número 66 de la saliente administración Bush. Esa directiva afirma que «Estados Unidos tiene intereses amplios y fundamentales de seguridad nacional en la región ártica (…) Esos intereses incluyen cuestiones tales como la defensa antimisiles y la alerta temprana; el despliegue de sistemas marítimos y aéreos para el transporte marítimo estratégico, la disuasión estratégica, la presencia marítima y las operaciones de seguridad marítima; y la garantía de la libertad de navegación y de sobrevuelo». [10]
La Directiva de Seguridad Nacional [de Estados Unidos] contradice abiertamente la afirmación de Canadá de que el Paso Noroeste –que, debido a la descongelación del casquete glaciar polar, se ha hecho ahora enteramente navegable por primera vez en la historia conocida– es territorio exclusivamente canadiense y llama a la internacionalización de esa vía navegable de importancia estratégica.
Si existe actualmente una verdadera amenaza sobre la soberanía de Canadá y su integridad territorial, esa amenaza no proviene de Rusia sino de Estados Unidos.
Ante la posibilidad de que la oposición liberal proponga el mes próximo al Parlamento canadiense un voto de desconfianza y dé lugar a una elección anticipada, el actual primer ministro intensifica la campaña sobre el tema del «fortalecimiento de la soberanía de Canadá en el Ártico oriental». El primer ministro asistirá este mes a los ejercicios militares anuales en el Ártico, la Operación Nanook, junto al ministro de Defensa MacKay y el jefe del Estado Mayor Walter Natynczyk.
Para «ver de cerca este mes los esfuerzos de Canadá por reforzar su presencia militar en el Ártico», Harper se trasladará en helicóptero hasta la fragata HMCS Toronto, al igual que para su visita al submarino HMCS Charlottetown.
«Los funcionarios gubernamentales han anunciado los detalles de la gira de Harper, del 17 al 21 de agosto, en el contexto del aumento de las tensiones con Rusia sobre los reclamos territoriales árticos.» [11].
Este año, la Operación Nanook será una operación de gran envergadura que contará con la participación de las fuerzas terrestres, de la marina de guerra y de la fuerza aérea canadienses, así como de las fuerzas especiales, que participan por vez primera. Los ejercicios incluirán el desembarco anfibio de una unidad de la Compañía de la Reserva Ártica, ejercicios antisubmarinos, operaciones de apoyo aéreo y un ejercicio de accidente masivo. [12]
Recordando nuevamente que Estados Unidos es el principal rival de Canadá por el control del Paso Noroeste, el Departamento de Estado reveló a fines de julio: «En Estados Unidos y Canadá, una expedición común de 42 días en el Ártico comenzará en agosto para examinar la planicie continental». «La misión, programada del 6 de agosto al 16 de septiembre, proseguirá la colaboración en la obtención de datos sobre la extensa planicie continental del Ártico, proceso emprendido durante el análisis común del verano pasado, con proyectos de aumento de la cooperación para 2010.» [13]
A fines de junio, cuando el ministro Cannon proclamaba los méritos de Canadá como superpotencia ártica, el mismo reveló por defecto cuál era la nación que su país y sus aliados de la OTAN tenían como blanco. Y lo hizo cuando saludó «las ventajas de las investigaciones conjuntas con los científicos americanos en las aguas próximas a la frontera Yukon-Alaska y con los científicos daneses cerca de Groenlandia». Sobre el espinoso asunto de saber a quién pertenece el Paso del Noroeste, vía navegable a través del Archipiélago Ártico que Canadá considera parte de sus «aguas territoriales», Cannon indicó que no existe actualmente ningún plan para tratar de disuadir a Estados Unidos de considerar ese itinerario como un «estrecho internacionalizado». [14]
Esa última frase revela la falta de seriedad de las reivindicaciones de Ottawa sobre su soberanía y sus derechos territoriales.
Canadá está preparando un presupuesto de centenares de millones de dólares para la construcción de un centro de entrenamiento militar ártico en Resolute Bay, para «nuevos navíos de guerra y una nueva infraestructura militar en el Norte (…) y su propia unidad destinada al Ártico basada en Yellowknife, en los territorios del Noroeste» [15]. A lo anterior se suman el programa de vigilancia satelital Polar EPSILON y los aviones sin piloto posicionados en el Ártico.
A mediados de julio, el comandante de la fuerza aérea estadounidense, teniente general Dana Atkins, mencionó «la importancia de disponer de una fuerte presencia militar en el Ártico ante la continuación de los vuelos costeros de la fuerza aérea rusa».
Al explicar cuáles son los verdaderos objetivos de Estados Unidos y la OTAN en la region, agregó que «el Ártico adquirirá cada vez más importancia estratégica en el futuro, no sólo por el valor estimado en trillones de dólares del petróleo y del gas aún sin explotar en su superficie, sino también debido a las oportunidades de aumento de las expediciones marítimas en la zona», lo cual pudiera permitir «a un navío que viaje de Asia hacia Europa reducir sus gastos a la mitad pasando por ese itinerario en vez de transitar por el canal de Panamá». [16]
Atkins afirmó que un puerto en aguas profundas en la vertiente norte (que bordea el Ártico) es «necesario para defender mejor la región» [17].
También a mediados de junio, el Pentágono realizó en Alaska sus maniobras militares Northern Edge, «situadas entre Rusia y Canadá y dentro de buena parte del Círculo Ártico», con la participación de más de 9 000 soldados, barcos y aviones de guerra.
«La fuerza aérea, la Navy, las fuerzas terrestres, el Cuerpo de Marines y los guardacostas participaron con aviones en un simulacro de combate aéreo, a menudo a velocidades supersónicas, a pesar de que esa velocidad está prohibida prácticamente en todo el territorio de los Estados Unidos.
«Los barcos de guerra y las fuerzas terrestres también se sincronizaron con la aviación creando así una gran fuerza combinada» [18].
Cercando a Rusia
Mientras que los ejercicios militares estadounidenses tenían lugar en Alaska, Rusia organizó ejercicios navales de gran escala con submarinos nucleares bajo el casquete glaciar ártico, ejercicios que incluían «el despliegue de varios submarinos nucleares de ataque … en la zona de lanzamiento para garantizar la seguridad de … dos submarinos nucleares estratégicos» equipados para lanzamientos y que ayudaron a éstos últimos a evitar ser detectados por las defensas estadounidenses. [19]
«Una fuente de la inteligencia rusa dijo anteriormente que la región que rodea el Polo Norte es el lugar perfecto para el lanzamiento de misiles balísticos porque permite que los submarinos lleguen sin ser detectados hasta una zona designada y acortar el tiempo de vuelo de los misiles hasta sus objetivos.» [20]
Rusia es la única nación del mundo que dispone de una triada nuclear –bombarderos estratégicos, misiles balísticos terrestres de largo alcance y misiles balísticos lanzados desde submarinos– capaz de defenderse de un primer ataque nuclear proveniente de Estados Unidos y sus aliados.
Una descripción en línea tradicional sobre la necesidad de ese tipo de sistema dice que «el objetivo de una capacidad nuclear de tres ramas consiste en reducir considerablemente la posibilidad de que un enemigo logre destruir el conjunto de fuerzas nucleares de un país con un primer golpe; eso garantiza a su vez la credibilidad de un segundo golpe y aumenta así la disuasión nuclear de la nación.
Con el desarrollo de un sistema internacional de misiles interceptores, por no entrar a mencionar la militarización del espacio, Estados Unidos, sus aliados de la OTAN y lo que se ha dado en llamar la OTAN asiática están tratando de desplegar misiles interceptores y bases de radar en la República Checa, Polonia, Noruega, Gran Bretaña, Alaska (incluyendo las Islas Aleutianas), en Japón, Australia y donde quiera que puedan servir para inutilizar la disuasión nuclear y las capacidades de respuesta rusas –y chinas. Por lo tanto, están preparando el terreno para un posible primer golpe nuclear si pudieran desencadenarlo con posibilidades de impunidad.
El Círculo Ártico es el lugar donde Rusia está concentrando su última línea de defensa contra ese tipo de amenaza. Si Estados Unidos y la OTAN, utilizando a Canadá como vanguardia, afrontan a Rusia y la expulsan del Ártico, la posibilidad de un chantaje nuclear y de ataques no provocados aumenta de forma exponencial.
El papel asignado a Canadá consiste en servir de señuelo en una trampa, o de agente provocador para desencadenar un enfrentamiento con Rusia. En ese caso, Estados Unidos y la OTAN (Estados Unidos a través de los acuerdos bilaterales de defensa y la OTAN mediante la cláusula de asistencia militar mutua del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte) tendrían una justificación para responder.
Canadá, con una población de 33 millones de habitantes, sería presentado entonces como una pequeña víctima indefensa del resurgimiento del «imperialismo ruso». Al estilo de lo que se dijo de Estonia y Georgia, situadas respectivamente en el Báltico y el Mar Negro.
El mes pasado, a su regreso de sendas visitas en Ucrania y Georgia, fronterizas ambas con Rusia e estimuladas por Estados Unidos a una total adhesión a la OTAN, el vicepresidente [estadounidense] Joseph Biden concedió una entrevista al Wall Street Journal. Refiriéndose a Rusia, declaró: «Es muy difícil lidiar con la pérdida de un imperio». Se trata de una frase que da mucho que pensar en boca del segundo al mando del ejército de la superpotencia que guía al mundo, que dispone de cientos de bases militares con cientos de miles de hombres desplegados en todas partes del planeta.
Prosiguió Biden previendo algo que pudiera haber retomado palabra por palabra del libro El gran tablero, de Zbigniew Brzezinski [21]: El predominio estadounidense y sus imperativos estratégicos, y su afirmación de que Rusia, «entidad política artificial», está condenada a la desintegración, léase a desaparecer.
«Ellos tienen una base demográfico que está disminuyendo, tienen una economía en declive, tienen n sector y una estructura bancarias que no parecen capaces de resistir durante los próximos 15 años, están en una situación en la que el mundo evoluciona antes que ellos y se están aferrando a un pasado que no puede durar.»
«Ese país, Rusia, se encuentra en una circunstancia muy diferente a lo que conoció durante los últimos 40 años, o más.» [22]
El apoyo de Joe Biden a los dirigentes de las «revoluciones de colores» de Georgia y Ucrania –Mijail Saakashvili, ex residente en Estados Unidos, y Víctor Yushchenko, casado con una mujer que nació en Chicago y fue funcionaria de Reagan y de George H. W. Bush– se integra agradablemente a ese escenario. Biden exigió que los soldados rusos encargados de mantener la paz se retiren de Abjazia y de Osetia del Sur y ha decretado que Rusia no debe disponer de ninguna «esfera de influencia» en lo que fue la Unión Soviética, o sea en lo que siempre ha sido su esfera histórica. Las otras 14 ex repúblicas soviéticas son consideradas por Estados Unidos y la OTAN como su propio terreno vedado.
«En momentos en que estamos restableciendo las relaciones con Rusia, reafirmamos nuestro compromiso por una Ucrania independiente. No reconocemos ninguna esfera de influencia ni ninguna capacidad de cualquier Estado para vetar las decisiones de una nación independiente», declaró Biden en Kiev, la capital de Ucrania. [23]
Las decisiones que mencionaba Biden incluyen –en realidad giran en torno a– la integración y la adhesión a la OTAN. Sin embargo, las urnas demuestran que el 80% de los ucranianos están en contra.
Biden fue la primera personalidad oficial estadounidense de primer plano en visitar Georgia después de la agresión georgiana de agosto pasado contra Osetia del Sur y del conflicto armado de 5 días entre Georgia y Rusia. Y prometió 1 000 millones de dólares de ayuda para la reconstrucción, además de preparar el terreno para el Acuerdo USA-Georgia de Asociación Estratégica anunciado en diciembre pasado.
En respuesta a aquella visita, el ministerio de Relaciones Exteriores de Abjazia declaró que: «En este momento, Estados Unidos está utilizando a Saakashvili como instrumento para amenazar la seguridad del Cáucaso (…) El gobierno georgiano continúa su proceso de militarización y está elaborando planes para una intervención militar revanchista en territorios que no le pertenecen» [24].
Osetia del Sur denunció la reanudación, por parte de Georgia, del bombardeo contra su capital y otras partes de su territorio poco antes de que Biden saliera de Tbilisi. El 3 de agosto, el presidente de Osetia del Sur Eduard Kokoity anunció que las tropas rusas estacionadas en su país comenzarían maniobras preventivas. [25]
Ese mismo día, el ministro ruso de Defensa anunció: «En caso de nuevas provocaciones [de parte de Georgia] que constituyan una amenaza contra la población de la república y el contingente militar ruso estacionado en Osetia del Sur, el ministerio ruso de Defensa se reserva el derecho de recurrir a todos los medios y recursos disponibles para proteger a los ciudadanos de la República de Osetia del Sur y a los militares rusos». [26]
El 4 de agosto, 3 días antes del primer aniversario de la agresión georgiana del 7 de agosto de 2008, Rusia puso sus tropas de Osetia del Sur en estado de alerta máxima.
En el vecino Azerbaiján, limítrofe con Rusia y con el Mar Caspio, se anunció el 1º de agosto que «los especialistas de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos efectuarán ejercicios en Bakú para las Fuerzas Especiales de la Marina azerbaijana» y efectuarán «ejercicios [que] tendrán lugar del 15 de agosto al 5 de septiembre, conforme a un plan de cooperación bilateral acordado entre los dos países» [27].
Es evidente que con el desplazamiento de su infraestructura militar hacia Ucrania (que tiene 2 300 kilómetros de frontera con Rusia), así como a Georgia y Azerbaiján, Estados Unidos y la OTAN mejorarían sensiblemente el cerco alrededor de Rusia, ya implantado en el Mar de Barents, el Mar Báltico, el Mar Negro y el Mar Caspio.
En la región báltica, los aviones de la OTAN han venido realizando desde el año 2004 patrullas continuas a varios minutos de vuelo de San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia. Además, la alianza atlántica abrió un centro de guerra cibernética en Estonia el año pasado.
El mes pasado, el Parlamento británico llamó a establecer «sólidos planes de urgencia que cubran la posibilidad de un ataque contra los Estados bálticos miembros [de la OTAN] y la preparación de una respuesta militar planificada de la OTAN» [28].
Estonia, Letonia y Lituania, al igual que Georgia y Canadá, se han convertido en puntos de reunión para las grandes potencias occidentales. La mayor parte del poderío militar de la OTAN desplegado contra Rusia se ha posicionado en las fronteras oeste, sur y norte.
Mientras que los parlamentarios británicos trazaban planes para que la OTAN invocara el artículo 5 en la región del Báltico, sus pares japoneses adoptaban una ley que proclama oficialmente las cuatro islas Kuriles del norte del Pacífico, cedidas por Japón a Rusia después de la Segunda Guerra Mundial, como «territorio histórico» japonés.
Un analista ruso comentó esa medida: «Las islas Kuriles son la etapa estratégica de los submarinos nucleares rusos en camino desde sus bases del interior hacia el Océano Pacífico (…) Si Rusia dona algunas islas a Japón, ello sentará inmediatamente un precedente para que Japón exija Sajalin y otras islas del cinturón de las Kuriles hasta Kamchatka.» [29]
Si sus submarinos nucleares dejaran de tener acceso a los océanos Pacífico y Ártico, Rusia se convertiría en un blanco más tentador aún para un primer golpe convencional o nuclear.
El papel de Canadá consiste en llevar a la confrontación con Rusia en el Ártico. Si lograra, de forma intencional o por accidente, provocar un incidente en las aguas árticas con sus F-18 proporcionados por Estados Unidos y si ese incidente diera lugar a una crisis más grave, Estados Unidos y la OTAN estarán dispuestos a apoyarlo.
Viejo Condor
Voltaire Net.Org (SIC)
Periodista residente en Chicago. Director de «Stop NATO international».
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