A Obama los neoconservadores lo tienen catalogado de blando. Describen al presidente como un diletante. Olvidan que ellos mismos capitanearon guerras idealistas, aquel unilateralismo que como explicó Kapuscinski difícilmente propagaría la democracia en unos Estados fallidos.
Frente a los nietos de la colonización y las fronteras artificiales los ejércitos democráticos terminaron fundidos en el panal de avispas tribales. Montesquieu casa mal con el uso del tomahawk y la Asamblea lo tiene crudo para sobrevivir en un mundo reactivo a las ideas ilustradas. Aparte, Obama no quiere posar como el enésimo emperador guerrero. Por eso habla de grandes coaliciones internacionales y resucita el espíritu de la I Guerra del Golfo.
Ahí el presidente, que se juega el legislativo en dos meses, tiene un volcán ante el que no caben malabares. Están por ver los éxitos de cuatrocientos asesores militares y un ejército de Pancho Villa, el iraquí, frente al devastador avance de unas milicias financiadas con petrodólares.
Dice el Telegraph que Kuwait y Qatar enjuagan con oro a cuanto terrorista llama a sus bancos. No contentos, algunos equipos de fútbol occidentales publicitan monarquías absolutas y celebran la mercadotecnia del wahabismo. Qué tolerantes, modernos y comprensivos.
Entre los ciudadanos estadounidenses, hartos de perder guerras, cunde el desánimo, y sin embargo no hay enjuagues posibles con los píos heraldos de la muerte. Incluso los conservadores reconocen la necesidad de Obama de actuar si no queremos que el extremismo devore Oriente mientras recluta suicidas en nuestros barrios.
Un amigo que es policía en España y experto en contraterrorismo me explicaba hace poco que conviene olvidar "a los grupos anarquistas o antisistema, de los que tanto hablan; son pequeños y están fragmentados, niños pijos que por la mañana juegan a montoneros y por la noche escuchan reggae. Lo terrorífico es el yihadismo. Su implantación en regiones como Cataluña. Su intacta capacidad para volar trenes".
El EI, o Estado Islámico, es la suma de todas nuestras incompetencias, un precipitado de errores que ha permitido que una punta de asesinos profesionales campe por el norte de Irak y el sur de Siria. Bacilos del terror, amenazan al mundo con un cubo de sangre y una cámara web.
Algunas almas cándidas, o cínicas, plantean que no debemos mostrar sus crímenes, pero lejos de hacerles el juego conviene aplicar luz, mucha luz. Hay que enfocar los ojos de sus víctimas, radiografiar al muerto y al verdugo, para dejar memoria. Tenemos que actuar y conviene recordar los motivos. Luego están quienes con justicia critican a las conferencias episcopales y luego contemplan con aerodinámico relativismo los genocidios exóticos, la ablación o el degüello, en nombre de ignotas costumbres. Como si nuestros sacerdotes y dioses, por conocidos, merecieran peor juicio. O como si los derechos humanos fueran un complemento de quita y pon según la situación geográfica. De ahí que ciertos individuos de izquierdas, conmovedores, todavía aplaudan a quienes de gobernar en sus países no dudarían en quemarles la biblioteca, esclavizar a sus hijas y cortarles la chola. Son los mismos que, volviendo a España, comprenden el sentimiento nacionalista. Hoy, 11 de septiembre, tienen ocasión de contemplar en prensa y televisión a los flamantes partidarios de la gónada, que apuestan por obviar leyes con formidable pedagogía democrática.
Enfrentados al totalitarismo macabro de los yihadistas suníes lo contrario al aventurismo no puede ser la indiferencia. EE.UU., y el mundo, deben intervenir. Europa, tan lista, tan vieja, tan cómoda, pretende que sean otros los que actúen. Como explicaba Woody Allen en 'Manhattan', "La fuerza física siempre es mejor con los nazis porque es difícil satirizar a un sujeto con botas que brillan". Ahí tienen a España, que sólo acudirá como invitada o tránsfuga, casi a la fuerza, mientras mira de reojo las encuestas y reza para que cuando el fuego invada el norte de África sus amigos lleguen al rescate. Lo de siempre. Que sean otros quienes frente a Hitler, cualquier Hitler, dispongan los muertos.
Viejo Condor
RiA Novosti (SIC)
Juluo Valdeon Blanco
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