El Consejo de Seguridad de la ONU
El Consejo de Seguridad de la ONU no aprobará una resolución ni más suave ni más severa sobre Siria.En general, no aprobará ninguna resolución sobre Siria, por la simple razón de que Moscú (y no sólo Moscú) la vetará. El motivo es muy simple: no hay motivos para que de un plumazo se le permita a algunos realizar el antiguo sueño de poner a Irán su sitio, o convertir el Consejo de Seguridad en un escenario de ajuste de cuentas ideológicas. El CS de la ONU no existe para eso.
Londres y París se empeñan en complicar las cosas
La situación con la resolución de la ONU sobre Siria es tan delicada como lo son las circunstancias relacionadas con todas las resoluciones adoptadas por la ONU.
De hecho, el Consejo de Seguridad parece ser un generador de adrenalina, una arena donde se enfrentan convicciones, culturas e intereses. Ahora el turno el ha tocado a Siria.
La votación de la resolución sobre Siria propuesta por el Reino Unido y Francia se celebrará en breve, a pesar de que Moscú ya manifestó al más alto nivel, a través de las declaraciones del presidente del país, Dmitri Medvédev, hechas en la Cumbre del G8 en la localidad francesa de Deauville, su disposición de vetar dicha resolución.
El pasado 9 de junio esta postura fue confirmada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, y las recientes declaraciones del titular de esa cartera, Serguei Lavrov. Es decir, para todos el asunto está claro.
En general, raras veces el Consejo de Seguridad veta de verdad alguna decisión: si uno de los países con derecho a veto en voz alta o de manera confidencial manifiesta no estar de acuerdo, la resolución en cuestión no suele someter a votación. Es inútil.
Entonces, cuál es la razón de la siguiente declaración del primer ministro británico, David Cameron: “si algún país vota en contra de esta Resolución o ejerce su derecho de veto, será cosa suya”.
¿Por qué precisamente en este caso los autores de la Resolución han decidido llevar las cosas al extremo y forzar a Rusia y China a vetarla? Porque no se trata de Siria, ni de sus aliados ni socios económicos, sino de un asunto mucho más grave: de la antigua y constante lucha por el liderazgo en el Consejo de Seguridad.
El CS está pensado para reducir al agresor
La ONU es un mecanismo complicado, pero extremadamente eficaz y útil. Y sólo uno de sus componentes, precisamente el Consejo de Seguridad, tiene la potestad para imponer castigos a un Estado, introduciendo contra él sanciones de cumplimiento obligatorio.
Este mecanismo de la ONU fue creado para luchar contra el mal ocasionado por Adolfo Hitler, en aquel momento ya muerto.
La esencia misma de la ONU consiste en que la agresión de un Estado contra otro Estado inevitablemente debe ser castigada. Y este castigo es impuesto por el Consejo de Seguridad y nadie más.
Una resolución de la Asamblea General de la ONU, es decir, la voluntad de 192 países del mundo, por muy raro que parezca, puede ser pasada por alto, pero las resoluciones del CS, no.
Ello no quiere decir, sin embargo, que el Consejo de Seguridad sea libre de escoger un tema para su consideración. Se encarga, y su nombre lo evidencia, de los asuntos de seguridad, de casos de agresión de un país contra otro.
Y Siria no amenaza a nadie: el problema consiste en los métodos usados en, llamemos las cosas por su nombre, la guerra civil que una parte del pueblo sirio lleva contra la otra.
Siria no es el primer caso de uso indebido del Consejo de Seguridad. Ha habido muchos otros: con Birmania (Myanmar), por ejemplo. El Congreso de Estado Unidos no deja de insistir en la aprobación de una resolución que asegure que Birmania supone una “amenaza a la política exterior de EEUU” y luego Estados Unidos o el Reino Unido intentan llamar en el Consejo de Seguridad la atención hacia Birmania y su régimen actualmente semi-militar.
Y Moscú les vuelve a recordar que no es el sitio, porque Birmania no supone una amenaza para nadie.
Sin embargo, existen resoluciones más suaves que no hacen ninguna mención a sanciones. Precisamente este tipo de resolución es la que han propuesto esta vez Londres y París, que esperan que Moscú, por lo menos, se abstenga de votar. ¿Cuál es el peligro de estos documentos?
En principio este tipo de resoluciones suelen ser bastante inocuas; únicamente pueden servir de justificación para sanciones nacionales o de la Unión Europea contra un país.
Lo que está bien y lo que está mal
De modo que, si no pasa nada extraordinario, el “problema sirio” se puede destinar a cualquier entidad u organización menos al Consejo de Seguridad.
Y si se deja aparte el hecho de que el castigo de Siria supondrá el debilitamiento de su aliado, Irán, se podría preguntar: “¿en qué consiste el problema?”
Y resulta que todo el problema se reduce a una sola palabra, la ideología. Existe un conjunto de convicciones estándar sobre lo que está bien y lo que está mal. En realidad en el mundo hay varios conjuntos ideológicos que coinciden en lo global pero se diferencian en los detalles.
Por ejemplo, ¿se pueden organizar no manifestaciones armadas, sino protestas pacíficas contra las autoridades en el poder e impedir el funcionamiento normal de los organismos públicos? De acuerdo con las leyes de cualquier país, está prohibido hacerlo.
¿Pueden esas autoridades emplear la fuerza contra esta población en protesta que obviamente está infringiendo la Ley? Estados Unidos que, según se rumorea, conocían las revueltas que iban a ocurrir en el mundo árabe desde septiembre, ha pensado mucho en la respuesta y ha llegado a la conclusión de que, en Oriente Medio, las autoridades siempre tienen la culpa y el pueblo rebelado siempre tiene razón.
Solamente queda convencer a todo el mundo de que es así. No obstante, igual que la sociedad europea cree en la bondad de las revoluciones, la sociedad rusa las percibe de una manera bien distinta.
Parece muy triste, pero la convergencia ideológica de Oriente y Occidente con la que soñaba el académico Andrei Sájarov, no podrá producirse próximamente.
Y no es cuestión de gobiernos, sino de las sociedades mismas, que tienen distintas escalas de valores éticos. Aunque el comunismo no haya sobrevivido, Oriente y Occidente siguen existiendo.
Y no es que los países occidentales, que durante la existencia de la URSS parecían celosos guardianes de la idea de la legalidad y el orden, a falta de la “revolucionaria Unión Soviética” se hayan convertido en los ideólogos de los cambios revolucionarios.
Es que en el mundo actual existen muchos problemas de verdad muy complicados.
Por ejemplo, ¿si “el pueblo rebelado” se apodera de las armas de fuego y de los carros blindados, como pasó en Libia, sigue teniendo razón? Y si las autoridades a modo de respuesta bombardean la muchedumbre, ¿tienen razón? Sin lugar a dudas, estas preguntas deben ser discutidas. Pero en conferencias científicas y no en el marco del Consejo de Seguridad.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Dmitri Kósyrev
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI