Un broche tragico como final de una investigacion
Yoshiki Sasai
El suicidio de un reputado científico japonés supone el trágico broche a una investigación que meses atrás estaba llamada a revolucionar la medicina y acabó en fraude. Yoshiki Sasai apareció colgado ayer de la barandilla de una escalera del prestigioso Centro Riken (Kobe, Japón) en el que trabajaba.
Los conocidos habían descrito a un hombre superado por la crisis. Había sido hospitalizado en marzo por estrés, padecía depresión, ya no atendía a la prensa y estaba física y mentalmente exhausto en las últimas semanas. Sasai, de 52 años, no pudo sobreponerse a uno de los mayores escándalos recientes de la investigación.
Su larga y exitosa carrera parecía haber alcanzado la cúspide en enero, cuando la revista Nature publicó dos artículos fundamentales para el futuro de la medicina regenerativa. El Centro de Desarrollo Biológico de Riken había logrado reproducir células madre adultas en apenas media hora. Ya no era necesario retrasar el reloj biológico de las células embrionarias mediante una farragosa concatenación de factores. Bastaba con someterlas a un ligero estrés con un breve baño de ácido o presionando sus membranas para conseguir nuevas STAP (células madre pluripotentes mediante estrés). Las células derivadas, genéticamente idénticas, tenían el valor añadido de que evitaban el rechazo habitual. El descubrimiento permitía las esperanzas para el alzhéimer y otras enfermedades degenerativas.
El estudio lo firmaba Haruko Obokata, una joven y guapa investigadora a contrapelo en el gremio e inmediata candidata al Nobel. También figuraba el nombre de Sasai, incorporado a última hora para supervisar el estudio.
Las dudas arreciaron pronto. Los científicos no podían replicar el experimento siguiendo los pasos de Obokata y después se descubrió que había plagiado textos anteriores y manipulado imágenes. Una investigación del mismo Centro Riken condenó el estudio por fraudulento.
“Sus acciones y la chapucera gestión de los datos nos llevan a concluir que no sólo carece por completo del sentido de la ética en la investigación sino la integridad y humildad exigida a un científico”, concluyó el comité sobre Okobata. Fue condenada por fraude científico por su centro y su director, Masatoshi Takeichi, recomendaba retirarla de los artículos y repetir las investigaciones desde cero.
No hay muchos precedentes de artículos retirados de una gran publicación. El escándalo afectó a la reputación de la investigación de todo el país. El estigma que persigue al científico es indeleble. A Sasai poco le importó que el centro le exonerara de fraude y sólo le culpara de falta de control.
En una carta de disculpas publicada el mes pasado se mostró “profundamente avergonzado” por no haber identificado los fallos del estudio y fracasar como líder. “Como vicedirector de nuestro centro, con la responsabilidad de educar a los jóvenes investigadores, siento una gran responsabilidad”, finalizaba.
“Lo ocurrido es muy desafortunado. Sasai contribuyó mucho al campo del desarrollo biológico y era un investigador de prestigio internacional”, dijo ayer Tokio. El Centro Rinken habló de un científico “irremplazable”.
Su muerte se podría haber evitado si el Centro Riken hubiera implementado las reformas propuestas y aceptado la renuncia que presentó a principios de año, ha lamentado hoy al diario Japan Times Teruo Kishi, el antiguo jefe de un panel independiente del centro.
La muerte de Sasai no finiquita el debate científico de fondo: ¿existen las STAP? Rinken se limitó a concluir que las dudas sobre el trabajo de Obokata eran “tan serias” que había que rehacerlo. La bióloga lamentó su “falta de conocimiento y haber hecho las cosas a mi manera”, admitiendo un cóctel de juventud y arrogancia, pero negó que mediara “mala intención” y defendió con vehemencia que los errores en la presentación afectasen a la conclusión del estudio. “El fenómeno de las células STAP es una realidad que yo verifiqué más de 200 veces”, recalcó. También Sasai defendió su existencia.
En Japón se glosaba a Obokata como la Madame Curie nacional. Realizaba los experimentos con un delantal de cocina tradicional que le había regalado su abuela en lugar de las anodinas batas blancas. Cuando el pasado año fue nombrada jefe de investigación, pintó la pared del laboratorio de rosa y amarillo, colgó sus tiras cómicas preferidas y se hizo traer su sofá de sus días de estudiante en Estados Unidos.
Hoy sigue empeñada en encontrar las STAP. Investiga aún en el Centro Riken, con una cámara de vigilancia que fiscaliza todo lo que hace. El escándalo le ha provocado desórdenes psicológicos y requiere de un equipo de apoyo y colegas.
vIEJO cONDOR
RIA Novosti (SIC)