La OTAN suele cambiar de estrategia cada diez años. Los objetivos y las prioridades en el mundo evolucionan, y la alianza se ve obligada a actualizarlos.
Durante los últimos 20 años, y a pesar de la paulatina disminución de la zona de conflictos, se ha venido observando un crecimiento de las actividades de la Alianza Atlántica. Extremo que se podría explicar con el seguimiento y control de las operaciones que la OTAN ha venido llevando a cabo desde hace algunos años, y que se han transformado o trasladado a otras partes del globo.
Es evidente que cualquier organización (y los bloques militares con mayor motivo) siempre acaba por realizar funciones que no estaban previstas en el momento de su creación. Es algo habitual, lógico, especialmente en una época como la nuestra de frenéticos cambios. Pero una cosa es una desviación puntual de los cometidos principales y otra muy diferente, una asunción sistemática de competencias ajenas, como es el caso de la OTAN.
Un grupo de analistas, dirigido por la ex secretaria de Estado de EEUU, Madeleine Albright, acaba de presentar un nuevo paquete de directrices estratégicas para la OTAN, elaboradas con vistas al próximo decenio. Este documento se debatirá en los 28 países miembros de la Alianza, y culminará en la aprobación de la nueva concepción estratégica de la OTAN durante la cumbre de Lisboa, a celebrarse los próximos 19 y 20 de noviembre, que sustituirá a la vigente, aprobada en 1999.
La nueva concepción prevé la ampliación de la OTAN más allá del área euroatlántica, un proceso que, por otra parte, ya se inició hace unos 20 años, y que permitirá a la Alianza realizar sus actividades con el respaldo de ser el brazo armado de la ONU.
El documento también estipula que el Bloque realizará operaciones conjuntas en todo el mundo con países ajenos al mismo como Rusia y China.
Este desarrollo de los acontecimientos se veía venir ya desde el verano pasado, cuando la OTAN empezó a elaborar este nuevo plan. Sólo faltaba ultimar los detalles sobre la transformación de la Alianza en una organización política y militar a escala global (aunque, según sus Estatutos, no es nada más que un bloque militar regional).
La comunidad europea hace ya diez años que considera a la OTAN como una estructura anacrónica a ser modernizada. No hay ninguna intención de liquidarla, ya que está tan firmemente imbricada en la infraestructura y la economía de Europa que su posible desintegración implicaría muchas consecuencias negativas, afectando, por ejemplo, a la tasa de desempleo. Rusia no exige su disolución, pero tampoco ve con buenos ojos que Alianza Atlántica se convierta en el hegemón indiscutible.
Los documentos de este tipo suelen incorporar unas enmiendas mínimas, porque están elaborados por diplomáticos, expertos militares, políticos y juristas. Los mejores profesionales en sus campos. Desde 1951, cuando la OTAN estableció una especie de consejo de sabios, los cerebros de la Alianza se han encargado de encontrar soluciones a esos problemas de tan difícil resolución según los métodos diplomáticos habituales.
La OTAN siempre ha intentado legitimar su papel en el nuevo orden mundial. Esta tarea le ha sido más complicada desde hace unos 20 años, tras el colapso de la URSS. La Alianza perdió a su principal rival, y la mayoría de los países del Pacto de Varsovia se adhirieron al bloque noratlántico.
Durante el periodo de transición de los años 90, Rusia seguía representando una amenaza a la seguridad europea. Para neutralizarla, eventualmente hubiera hecho falta un comportamiento más enérgico, activo y decidido. Sin embargo, la OTAN era otro tipo de organización y no podía permitirse actuar de policía mundial.
Madeleine Albright encaraba una difícil tarea de elaborar una nueva base ideológica que no sólo sirviera para justificar la existencia de la Alianza. La nueva concepción estratégica de la OTAN debe ser su certificado de conformidad y garantía para todo el siglo XXI y establecer una relación directa entre la alianza atlántica y la seguridad mundial. Por esta misma razón, el nuevo documento incorpora unas cláusulas que prevén ampliar el papel político y militar del bloque noratlántico, su área de responsabilidad, métodos e instrumentos a utilizar y la transformación de sus funciones.
En primer lugar, habilita legalmente a la OTAN para cumplir las siguientes tareas: reforzar el régimen de no proliferación nuclear, fomentar la reducción del potencial estratégico ofensivo, luchar contra el terrorismo internacional, la piratería en los mares y océanos del mundo, la piratería informática y desplegar sistemas de defensa antimisiles en Europa. Además de garantizar la seguridad energética, luchar contra el cambio climático y proteger los recursos acuáticos y de todo tipo. Como se ve, las últimas tareas no tienen nada que ver con los cometidos de una organización militar.
Asimismo, se contempla la creación de un departamento de comunicación de la OTAN bajo la cobertura de la ONU y que el Bloque Atlántico preste apoyo militar en las misiones de paz de la ONU.
El documento incorpora una cláusula entera dedicada a Rusia. No contiene nada nuevo, excepto iniciativas para fortalecer la cooperación en el marco del Consejo Rusia-OTAN. Rusia ya no es un enemigo para la Alianza, pero la cooperación con este país no debe impedir al Bloque controlar la seguridad de los aliados.
El documento contiene malas noticias para Ucrania y Georgia. Intrínsecamente, sólo son malas para Georgia, porque Kiev con su nuevo gobierno, probablemente, desistirá de los planes de ingreso en la OTAN.
Hay una cláusula ambigua que contradice los intereses de los nuevos miembros: "Los esfuerzos diplomáticos realizados por la OTAN junto con Rusia, Ucrania, Georgia, otros países del Cáucaso y otros Estados no miembros demuestran que no es necesario adherirse a la Alianza para apoyar unas iniciativas que benefician a todos".
En cuanto al ingreso en la Alianza, se estipula que la OTAN es una organización voluntaria con una política de puertas abiertas.
Estas puertas abiertas provocan la tentación de comprobar la nueva doctrina de la OTAN. Si se trata de la seguridad global, todos los problemas que existen entre Rusia y la OTAN pueden resolverse de una vez y para siempre. Sólo hay que presentar una solicitud de ingreso. En este caso, podríamos compartir todas las preocupaciones e inquietudes. En 1954, el entonces dirigente soviético Nikita Jruschov casi lo hizo, en broma. ¿Qué nos impide volver a hacerlo hoy?
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Andrei Fediashin
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI