Tras una pausa prolongada, el 18 y 19 de octubre, en la localidad gala de Deauville, Alemania, Francia y Rusia reanudarán contactos trilaterales con encuentros de alto nivel entre el presidente francés, Nicolas Sarcozy, canciller federal de Alemania, Angela Merkel y presidente ruso Dmitri Medvédev.
El formato del encuentro será similar del año 2003, cuando se formó ese grupo a raíz del comienzo de la guerra en Irak.
Este conflicto preocupó a ciertos líderes europeos por los planes del presidente de Estados Unidos, George W.Bush que, a su juicio, buscaba alinear a los pequeños países de Europa Oriental, en detrimento de los grandes países europeos.
Entonces, el eje Moscú-París-Berlín por poco se convirtió en una coalición influyente, alternativa a la OTAN, ya que Italia y España estuvieron a punto de adherirse al grupo.
Pero cuando el fin de la guerra ya estaba claro, y a Bush le quedaba poco tiempo de mandato, el “grupo de los tres”, en vez de crecer, desapareció del horizonte.
En otras palabras, renunció a la celebración de cumbres tripartitas, porque las relaciones entre Moscú y los “grandes de Europa” (menos Gran Bretaña) siguieron avanzando de manera positiva, a pesar de que en los tres países llegaron nuevos presidentes, (Sarkozy reemplazó a Jacques Chirac, Medvédev sucedió a Vladimir Putin) y Merkel convalidó su mandato.
Y a pesar de que la época de Bush concluyó, sorprendentemente los sectores más conservadores del partido republicano de Estados Unidos interpretan la cita en Deauville como una manifestación antiestadounidense.
¿Hasta que punto esa valoración es exacta? Para contestar esa pregunta se debe analizar la situación desde el punto de vista de Moscú, Berlín y París.
Desde la óptica de Rusia. A principios de los 2000 la política exterior de Moscú tenía dos pilares, la coalición europea con Francia y Alemania y el frente asiático con China y la India, que posteriormente se convirtió en BRIC con la integración de Brasil.
Y mientras las relaciones en el formato BRIC comenzaron a evolucionar, por el contrario, las relaciones con el Occidente empezaron a deteriorarse por varias razones (por la guerra de Georgia del 2008) o sin ellas.
Al llegar al poder, el presidente ruso, Dmitri Medvédev, propuso discutir un acuerdo sobre la seguridad euroatlántica, pero EEUU (ya con Barack Obama) contestó que para ello ya existe la OTAN con su Consejo OTAN-Rusia, a pesar de que ha demostrado ser un mecanismo totalmente inútil.
Ahora, Medvédev ha sido invitado a la cumbre de la OTAN en Lisboa, suponiendo que si el líder ruso acepta esa invitación, ya no habrá necesidad de discutir más al respecto.
La verdad es que existen propuestas para forjar una alianza nueva entre Rusia y el Occidente. Hay que tener en cuenta que a diferencia de la situación que había hace cuatro años, ahora Moscú y Washington desarrollan al menos cierto tipo de relaciones.
Antes, durante el mandato de W. Bush, Moscú sencillamente no prestaba ninguna atención a lo que decía Washington y no perdía nada en absoluto.
A Rusia le falta alcanzar un cambio radical en sus relaciones con la UE y la OTAN para que todo marche bien y si esto no es posible, Moscú debe buscar otras vías para mejorar su situación.
Para Francia, la conveniencia de la reunión tripartita se enmarca con los nuevos compromisos de política exterior adquiridos por París. En noviembre, Francia asume la presidencia del G-20, y en enero próximo la del G-8, formato que últimamente ha perdido influencia.
Es decir, Francia se perfila como un moderador que intentará evitar que la economía mundial se vea envuelta en “la guerra de las divisas” y atenuar la confrontación chino-estadounidense sobre la necesidad de valorar el yuan.
París intentará dar luz verde a su idea de estabilizar las cotizaciones de divisas y los precios de las materias primas. A propósito, hace mucho, Moscú hizo la misma propuesta.
Pero para alcanzar esos objetivos hacen falta otros formatos de concertación, porque la Unión Europea (UE) en su estado actual, no puede cumplir esas tareas.
La UE está malgastando tiempo muy valioso en ajustes de cuentas dentro de la misma Europa y cada vez pierde influencia en política mundial.
En estas condiciones, la única opción es establecer relaciones con Moscú (y Pekín), aunque sea en formatos inesperados y uno de ellos es el formato trilateral Moscú-Berlín París. Francia necesita asumir el liderazgo en este campo, porque Nicolas Sarcozy está acostumbrado a tomar la iniciativa en momentos cuando los demás países europeos se muestran indecisos.
Se espera que en Deauville Rusia será invitada a participar en un nuevo esquema de colaboración en la esfera de economía y seguridad. Como la idea de Medvédev sobre el acuerdo de seguridad universal difícilmente llegará a ser realidad a corto plazo, a Moscú se le adjudicará un premio de consolación y habrá que tomarlo y considerarlo como punto de referencia para nuevos avances en el futuro.
Desde el punto de vista alemán, la cumbre tripartita es necesaria porque en Berlín nadie quiere que los franceses monopolicen los horizontes de la política europea a gran escala. Las acciones de Sarcozy suelen parecer escandalosas pero muchas veces son acertadas. Y Alemania, siendo la economía europea más importante, no puede quedase al margen de procesos políticos de importancia.
Además, se nota cierta frustración y escepticismo por las reformas emprendidas en EEUU, y también por los nuevos virajes en política externa. Se espera que ya en noviembre, tras los comicios legislativos, los EEUU de Bush volverán a dominar en el Congreso y es muy probable que en un par de años, otro representante de la escuela política republicana se instalará otra vez en la Casa Blanca.
Lo que pasa es que en los tiempos de crisis sistemática como el que también está viviendo EEUU, la población y los electores no quieren cambios o reformas, sino volver atrás, a la época en que, como les parece, todo era mejor.
Por eso el Obama de hoy es muy diferente de ayer. Los medios de prensa estadounidenses comentan que gastó dos años en demostrar a todo el mundo que no era otro Bush (obteniendo hasta el Premio Nobel de la Paz) y ahora vuelve a portarse como un presidente estadounidense habitual al defender los intereses y valores estadounidenses y enfrentarse con China…
De allí resulta que los EEUU están a punto de volver a la época de Bush, al estancamiento de las relaciones con Europa y Rusia, como en los años 2008 y 2009. Para Europa esto significaría un retroceso, una vía muerta. Así que…
Las reuniones trilaterales Rusia-Francia-Alemania nunca han sido ni son muy fructíferas. En el curso de estas citas no se ratifican acuerdos, ni se pactan uniones, y mucho menos se firman actas secretas. Son encuentros para buscar salidas para continuar el desarrollo. Una demostración de que las partes no quieren detenerse en vía muerta.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Dimitri Kósirev