La carrera profesional del estratega militar estadounidense más brillante de los últimos veinte años, el general David Petraeus, está arruinada.
Los agentes del FBI registraron la casa de su amante. Investigan a la mujer que recibió amenazas de la ‘querida’ del general. El amigo de la mujer que recibió amenazas de la amante, otro eminente general estadounidense, está a punto de dimitir, como lo hizo Petraeus.
"Alcanzar y adelantar a Estados Unidos", es una de las consignas lanzadas por el líder soviético Nikita Jruschov haсe medio siglo pero que sigue inspirando a las élites políticas rusas hasta ahora. Sin embargo, como puso de manifiesto la reciente dimisión del director de la CIA, David Petraeus, hay ámbitos en los que deberíamos distanciarnos de la política estadounidense.
Midas, rey de Frigia, según la mitología griega, era capaz de transformar en oro todo lo que tocara. Es escándalo sexual que estalló en Estados Unidos tiene una capacidad semejante. No se trata de oro, pero cualquiera que resulte salpicado por el escándalo, termina arruinado.
Está arruinada la carrera profesional del estratega militar estadounidense más brillante de los últimos veinte años, el general David Petraeus. Los agentes del FBI registraron la casa de su amante e investigan a la mujer que recibió amenazas de ésta. El amigo de la mujer que recibió amenazas de la amante, otro eminente general estadounidense, está a punto de dimitir, como lo hizo Petraeus.
Incluso el agente del FBI al que recurrió la mujer amenazada por la amante está bajo sospecha. Le acusan de haber enviado a esta señora, indudablemente muy bonita, sus fotografías con el torso desnudo.
Es posible que en el mundo haya moralistas que estén contentos observando todo este embrollo. A mí me hace recordar un viejo chiste de los tiempos soviéticos sobre la libertad de expresión en la URSS y EEUU. “En nuestro país hay libertad de expresión. Puedo salir a la plaza y gritar ¡Fuera Reagan! y no me harán nada”, dice un estadounidense todo orgulloso. “En mi país también hay libertad de expresión”, le contesta un ciudadano soviético igual de orgullos: “Yo también puedo salir a la plaza y gritar ¡Fuera Reagan! y a mí tampoco me harán nada.” Es esto lo que pretendo, gritar ¡Fuera Reagan! O, más bien, ¡fuera las extrañas reglas del juego político de EEUU! Menos mal que durante la Segunda Guerra Mundial las normas eran diferentes.
¿Qué tiene que ver la Segunda Guerra Mundial? Pues el entonces máximo líder estadounidense, el gran presidente Franklin Roosevelt, a pesar de usar una silla de ruedas, vivía según el principio “nada humano me es ajeno”. Los historiadores demostraron que Roosevelt había tenido numerosas amantes. Una de ellas estuvo con el presidente en el momento de su muerte.
Franklin Roosevelt no es ninguna excepción. Gracias al primer ministro David Lloyd George, Gran Bretaña pudo resistir en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, Lloyd George durante varios decenios tuvo dos familias. Dedicaba parte de su tiempo a su esposa oficial Margaret Lloyd George, y el resto lo compartía con su secretaria Frances Stevenson, con la que tuvo una hija.
Tanto los amigos, como los enemigos de Roosevelt y Lloyd George estaban al tanto de los detalles de la vida privada de los políticos. Pero nadie los hizo públicos para arruinar sus carreras.
No intento decir que un gran político por defecto sea un mujeriego. Según afirman los historiadores británicos, Winston Churchill, por ejemplo, era un marido ejemplar y nunca tuvo relaciones extramatrimoniales.
Mi idea es la siguiente: la vida privada de un político puede tener relación con el papel que juega en la vida del estado. Pero puede no tenerla.
“Los británicos están escandalizados: resulta que su ministro tiene una amante. ¡Vaya por Dios! Los franceses nos escandalizamos cuando el ministro no tiene amante”, comentó un sarcástico periodista francés la escandalosa dimisión del ministro británico de Defensa, John Profumo, en 1963.
No fue un comentario acertado. El escándalo no consistía en que el bien casado ministro Profumo tuviera una amante, sino en que la compartía con un diplomático de la Embajada soviética en Londres.
En cambio la respuesta del presidente de Francia, François Mitterrand, a la pregunta sobre su hija ilegítima me parece ideal. Mitterrand no sólo tenía una hija extramatrimonial, sino que mantuvo con su madre una relación amorosa durante años, también siendo presidente.
Es fácil imaginar como reaccionarían hoy en Estados Unidos ante semejante revelación con respecto a su mandatario. Pero en Francia fue diferente. El presidente miró, burlón, al atrevido periodista y pronunció tan sólo dos palabras: ¿Y qué? Y nada. Nadie lanzó piedras a Mitterrand ni a su amante, ni mucho menos a su hija secreta. Todos asimilaron simplemente nueva información sobre la vida privada del jefe de Estado. Porque estas cuestiones delicadas deben ser juzgadas en el seno de la familia y no en público. Si la primera dama Danielle Mitterrand se conformaba con esta situación, todo estaba en orden.
Nunca he sentido una afinidad especial con los franceses. Todo lo contrario, comprendo mejor la mentalidad anglosajona. Pero en cuanto a la concepción de la vida privada de los políticos, la perspectiva francesa me parece más razonable. Las personas mayores deben solucionar sus problemas personales por sí solos, sin la intervención externa sea como fuera su forma.
Así que el general Petraeus podía perfectamente seguir ocupando su puesto. Señor Obama, ¡devuelva al director de la CIA a su sitio! Y sus andanzas que se las arregle con su mujer.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Mijaíl Rostovski
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI