Vladímir Putin, reconocido "favorito" de EEUU y Europa, anunció el término de la era del gas barato, lo que fue interpretado en Occidente poco menos como preludio de la guerra económica.
A decir verdad, el primer ministro se vio obligado a hacer esta declaración debido a las expectativas de un déficit presupuestario, fenómeno que no ha ocurrido en Rusia desde hace 10 años.
También los europeos podrán experimentar en carne propia las consecuencias negativas si desoyen esta señal de Moscú y no hacen entrar en razón a sus socios ucranianos que arden en deseos de integrarse en Europa.
Putin tenía sobradas razones para hablar del término de la época de energía barata. Los precios de hidrocarburos suben, entre otras cosas, debido a enormes gastos que requiere su extracción.
Según dijo un prestigioso experto ruso, Leonid Grigóriev, el desarrollo de nuevos campos petrolíferos es redituable sólo en caso de que el precio del crudo no sea inferior a los $60 por barril. En el caso del gas, la situación es parecida.
Dada la aproximación de un nuevo escándalo gasístico entre Rusia y Ucrania, el Kremlin ha tomado muy en cuenta el grave error cometido en enero de 2006 cuando por primera vez suspendió los suministros de gas a ex república soviética por impagos. En aquella ocasión, nadie se tomó el trabajo de explicarles a los países de la Unión Europea que el afán de los ucranianos de pagar las facturas a fin de cuentas les costará caro a los propios europeos.
Ahora el Kremlin sacó las conclusiones pertinentes. El ministro ruso de Energía, Serguei Shmatkó, exhortó a los países de la UE ora a presionar sobre las autoridades de Kíev, atascadas en las luchas intestinas, ora a prepararse para irregularidades en los suministros de gas.
Pero no hay garantía alguna de que la UE entienda la señal de Moscú. La inercia del pensamiento es demasiado fuerte en Occidente. Admitir que en el litigio con la Ucrania "democrática" la razón le asiste a la Rusia "autoritaria" sería algo sacrílego para los políticos euroccidentales. En tal caso, después del Año Nuevo, el Mundo Viejo podría convertirse en escenario de una versión económica de la guerra contra Georgia (agosto de 2008). En aquella ocasión, los occidentales descubrieron sorprendidos que el Kremlin estaba dispuesto a defender sus intereses en el espacio postsoviético con empleo de la fuerza armada. En enero próximo podrían someter a prueba la disposición de Moscú a defender esos mismos intereses mediante válvulas en gasoductos. Con tanta más razón de que Putin y su equipo no pueden retroceder. Necesitan mantener llena el arca pública.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)