El retorno del primer ministro Vlady Putin, el zar geoenergético global, como candidato presidencial marca un endurecimiento geoestratégico de Rusia frente a la agonía del capitalismo salvaje y los amagos de una nueva guerra mundial por los circuitos financieristas israelí-anglosajones.
Era de esperar tal endurecimiento después de las múltiples afrentas a Rusia y a China por parte de lo que queda de "Occidente" en plena pulverización financierista: conquista petrolera de Libia; instalación de un sistema misilístico de defensa por la OTAN en la "periferia inmediata" de Rusia; venta provocativa de armas de EU a Taiwán; próximas guerras del "Africom" de EU por el petróleo y el gas, explayadas prístinamente por Johnnie Carson, secretario de Estado Asistente [1].
La insana desinformación de los oligopólicos multimedia israelí-anglosajones (v. gr. la dupla Rothschild-Murdoch desde Fox News hasta Sky) habían erigido una fantasía narrativa sobre una confrontación inexorable entre el presidente saliente Medvedev y el premier Putin con entonaciones de guerra civil y una nueva balcanización de Rusia.
Tales desinformativos multimedia llegaron hasta exhibir obscenamente sus preferencias: Medvedev, el abogado "modernista" y filoccidental dispuesto a abrir el suculento mercado de hidrocarburos a las trasnacionales de la OTAN, frente al chovinista anacrónico Putin, ex "espía" de la KGB, sediento de poder autocrático.
Desde una vulgar caricatura de la correlación doméstica de fuerzas en Rusia y acorde con sus intereses petroleros, tales mendaces multimedia intentaron distorsionar la realidad que los exhibe hoy en forma ridícula.
Nadie está aduciendo que la mancuerna Putin-Medvedev (en ese orden) sea inevitable o constituya el reflejo del águila bipolar rusa, pero era evidente que ese país –superpotencia geoestratégica nuclear a la par de EU y que regresó milagrosamente de los cementerios geopolíticos de 1991, a los que la habían conducido Gorbachov y Yeltsin– había operado su resurrección bajo la batuta de Putin desde 2000.
Quien opera la resurrección geoestratégica de Rusia, basada primordialmente en la recuperación patrimonial de sus hidrocarburos, es Putin. De ello está consciente la gran nación rusa.
Si por sus reacciones furibundas los conoceréis, pues los circuitos financieristas de la neoliberal plutocracia oligárquico-oligopólica de Gran Bretaña (GB), cuyo summum de expresión es la tripleta The Financial Times/The Economist/BBC (como confesó Jeremy Browne, ministro del gabinete Cameron), reaccionó visceralmente contra el retorno seguro al poder de Putin que afecta sus supremos intereses geopolíticos en Eurasia.
Baste un leve recuento de los recientes titulares nihilistas y sin antítesis dialéctica de la revista The Economist, que no se mordió la lengua desde la capital de un país que acaba de ser incendiado por sus hambrientos jóvenes desempleados: "Rusia y sus descontentos"; "El retorno de Putin al Kremlin acaba con una charada de cuatro años. La pregunta verdadera es cómo permanecerá en el poder"; "El retorno de Putin es malo para Rusia"; "El circo electoral ruso"; "La Rusia de hoy en estancamiento y sin esperanza". Solamente refutaré el último titular: la Rusia bipolar de Putin-Medvedev se encuentra en mejores condiciones que GB en decadente caída libre.
Me ha llamado profundamente la atención la tersura (hasta ahora) de la reacción de The New York Times al respecto, quizá debido a la perezagruzka (reajuste) de las relaciones entre EU y Rusia y a la sorprendente cuan reciente "alianza empresarial" de gran envergadura geoestratégica entre Exxon Mobil y Rosneft [2] para la exploración de los hidrocarburos en el Ártico –que eyectó a la británica BP, presunto activo fijo de los banqueros Rothschild y la máxima depredadora del Golfo de México, al unísono de sus "socias" perforadoras: las criminales (literal) empresas Halliburton y Schlumberger.
No es poca cosa que Exxon Mobil explore en el mar Kara (Ártico) en las cercanías de la costa rusa [3]. Alexander Rahr, experto sobre Rusia de la Asociación de Política Exterior de Alemania, comentó al diario Bild [4] que "Putin era bueno (sic) para Rusia". ¿Lo que es "malo" para GB es "bueno" para Alemania?
Rahr comentó que el germanófilo Putin (habla perfecto alemán) "desea penetrar en Occidente a través de Alemania" cuando "la alternativa a Putin serían los nacionalistas antioccidentales". Definitivamente las perspectivas "occidentales" de GB y Alemania son diametralmente opuestas.
Un día antes del destape de Putin para un tercer mandato, el ministro de Defensa ruso, Anatoly Sedyukov, recibió en Moscú a Guo Boxiong, vicedirector de la poderosa Comisión Militar del Partido Comunista de China [5].
Más interesante aún: tras haber sido proclamado candidato presidencial, Putin anunció un viaje de alcances geoestratégicos a China para consolidar las relaciones bilaterales.
Llama la atención que Stratfor [6], portal texano-israelí de desinformación global, trate con excesiva suavidad el retorno de Putin: “Una preocupación en el poderoso establishment de los servicios de seguridad de Rusia es que Medvedev es visto internacionalmente como líder débil (sic) en comparación con su antecesor. Putin no está interesado (¡supersic!) en la presidencia, al menos que sea necesario para cambiar de nuevo la percepción de un Kremlin más afirmativo”.
Si la "democracia" constituye la quintaesencia del poder popular, ergo, Putin no solamente se apega a las reglas de juego de la Constitución rusa, sino que, mejor aún, es más "popular" que sus rivales "occidentales" en esta etapa sumamente delicada de la coyuntura mundial cuando los conceptos idealistas de filosofía política se erosionan vertiginosamente.
El aún premier ruso cuenta con una apabullante aceptación ciudadana de 80 por ciento, que, por cierto, no tiene ningún mandatario de la OTAN (que tanto cacarea el sufragio universal para los otros, pero no para sí misma): desde el cada vez más desdibujado Obama (secuestrado por los "13 banqueros de Wall Street", Simon Johnson dixit) pasando por Sarkozy (el "conquistador petrolero de Libia", feamente vapuleado en las elecciones senatoriales por el Partido Socialista) hasta el pusilánime británico David Cameron quien no sabe dónde esconder la cabeza ante el incendio (literal), doblemente urbano y financiero del país.
Mientras Obama, totalmente raptado y emasculado por los banksters de Wall Street, participa en la destrucción del mundo –cuando rescata a los insolventes cuan insolentes banqueros en lugar de los ciudadanos–, nada menos que Putin intenta recuperar el equilibrio perdido en el planeta durante la aciaga fase unipolar estadunidense, al unísono de China (por extensión: los BRICS que incluyen a Sudáfrica), para reordenar al mundo en una perspectiva multipolar.
Viejo Condor
Voltaire
Alfredo Jalife-Rahme