Cada cual tiene su Munich particular... Cada uno de los participantes en la 46ª Conferencia Internacional sobre Seguridad celebrada en la capital bávara durante el pasado fin de semana tiene su versión de lo que allí sucedió, y para todos ellos es diferente.
Da igual que sea la OTAN quién analice el evento, o sean los ministros de asuntos exteriores de China, Irán y Rusia los que reporten los resultados de las reuniones a sus gobiernos.
El rotativo británico Financial Times ha resumido la conferencia muniquesa con las siguientes palabras: la OTAN busca socios en su política para Oriente Medio, es decir, en su política de cara a Afganistán. Curiosamente, esta valoración no tiene nada que ver con las hechas en Moscú, Washington o incluso en Teherán.
Posiblemente, en esta dispersión de opiniones se oculte la conclusión más importante de Munich-2010. En el pasado, esta ciudad era una especie de bastión occidental para debatir temas de política de seguridad. Un lugar donde, ocasionalmente y con grandes dosis de desconfianza, se permitía a representantes de fuerzas externas expresar su opinión (por ejemplo, Vladimir Putin en el 2007).
En esta ocasión, para Rusia el eje de las conversaciones ha sido el Acuerdo para la Seguridad Europea. Precisamente esta fue la primera iniciativa en política exterior planteada en junio del 2008 por el presidente ruso, Dmitri Medvédev, unos meses antes de la agresión de Georgia contra Osetia del Sur. Si esta idea, que entonces fue planteada muy a grandes rasgos, hubiera recibido un apoyo inmediato, es posible que el silencio diplomático que afectó a Rusia no hubiera tenido lugar. Un silencio que motivó que, durante un par de meses, en Estados Unidos y en Europa no se reconociera abiertamente que Rusia no inició la agresión.
Otros asistentes a la conferencia de Munich - incluyendo a China e Irán - también han tenido sus Osetias particulares que han socavado su confianza en las intenciones occidentales. Este punto es de vital resolución porque algunas de esas naciones cuentan con unos acuerdos de colaboración con la OTAN que no sólo son deseados, sino necesarios para su propia seguridad.
El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, habló sobre estos y otros temas en su comparecencia del sábado. Sin embargo, los resúmenes de su discurso en los diferentes medios de comunicación no pasan de las diecisiete líneas, aunque su intervención fue sensiblemente más larga y con muchas e interesantes ideas.
Una de las cuales se centró en el espacio euroatlántico, cuya parte integrante es Rusia. Según el canciller ruso, este espacio debe permanecer como está y no ser dividido en zonas de influencia. La teoría esgrimida es que la cultura, la economía y la tecnología son fuerzas de unión y no de separación entre los pueblos. Serguei Lavrov piensa que las viejas doctrinas de seguridad militar han comenzado a frenar el desarrollo en Europa y son una barrera en el proceso general de globalización que pueden llevar a un retraso del viejo continente con respecto a otras regiones del mundo. Doctrinas anticuadas que, de momento, ya han conseguido desestabilizar la seguridad de la propia Europa, creando alrededor un "ambiente insano" - como lo definió a la perfección el jefe de la diplomacia rusa. Hay que señalar que, normalmente, este tipo de declaraciones se hacen cuando se está seguro que la mayoría de los asistentes comparte la opinión de uno, al menos en su fuero interno.
El ministro ruso intentó incorporar a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa como entidad reguladora también para el espacio euroatlántico. En lo que respecta a un posible acuerdo sobre seguridad europea, Moscú apuesta decididamente por una política común en la región sujeta a un estricto marco jurídico. Y, en este punto, traducir al lenguaje de los acuerdos internacionales, lo plasmado en la gran cantidad de pactos y declaraciones conjuntas que produjeron los años noventa no es un tema baladí. Este es un asunto complejo y que dará más de un quebradero de cabeza a los juristas, ya que no estamos hablando de un simple acuerdo de no agresión, en el que hay previstas unas sanciones para el infractor, sino un acuerdo por el cual se castigarán incluso los preparativos para una supuesta agresión. Habrá que hilar muy fino.
En realidad este acuerdo ya existe de facto entre los miembros de la OTAN, pero no incluye a los países ajenos a esta organización, lo que crea una situación contradictoria e inestable en cuanto a seguridad. Esta es la consecuencia de la táctica empleada en los años noventa por la OTAN cuando, tras la caída del muro de Berlín, se pensó que los restos militares de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia acabarían atraídos por la fuerza gravitatoria del bloque atlántico. Como ya se sabe, el resultado fue otro y eso ha terminado provocando esa situación de ambiente insanode la que hablaba Serguei Lavrov.
Hay que reconocer que, a diferencia de hace un par de años, la propuesta de Moscú en torno al Tratado de Seguridad Europea se ha debatido de una forma activa en la Conferencia de Munich. Lo negativo es que la propuesta rusa no ha tenido una gran acogida. La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, en la antesala de la conferencia alemana, ya avisó que la ratificación de un acuerdo en los términos jurídicos deseados por Moscú puede llevar años.
No queda otra salida que buscar otra salida, otra vía que satisfaga a todo el mundo y nos garantice la seguridad.
Rápido.!!!
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Dmitri Kosirev,
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI