El mero hecho de la visita a Moscú del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ya se puede considerar como un espectacular éxito de la diplomacia rusa.
Éxito aunque sólo sea porque Rusia es el único país del mundo que, durante los pasados seis meses, ha sido visitado por todas las partes implicadas en el conflicto árabe-israelí, incluyendo a las más radicales.
Una semana antes de la visita del ministro israelí ya habían estado en Moscú, y casi simultáneamente, Haled Mashal, líder del grupo radical palestino Hamas, y Mahmud Abbas, jefe de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y líder de Al Fatah (Movimiento de Liberación de Palestina, el principal rival de Hamas, que fundado y encabezado en su momento por Yaser Arafat). Por otra parte, en mayo del año pasado, el titular de Asuntos Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, ex ciudadano de Moldavia, también visitó la capital de Rusia. Los dos polos del conflicto ya se habían dejado ver por Moscú.
Pero este enfrentamiento es un eterno invierno con deshielos, raros y cortos, sustituidos por fríos aún más severos. La reconciliación entre estos pueblos se asemeja imposible, y más aún teniendo en cuenta con el actual estado de cosas entre Israel y Palestina. Una reanudación del diálogo, interrumpido hace más de un año, para desatascar las posturas en esta cruenta disputa no dará ningún resultado hasta las próximas elecciones.
Lo único que se puede hacer por ahora es ofrecer a los líderes de Israel y Palestina oportunidades de sentarse a la mesa, para verse en territorios neutrales, y retomar las negociaciones cuando el temporal amaine sea lo menos doloroso posible.
Y esta es la postura de Rusia, que presta atención, que escucha con neutralidad las versiones de las dos partes, diametralmente opuestas, por supuesto, sobre los acontecimientos en la Franja de Gaza y Cisjordania. Los dirigentes y diplomáticos rusos evitan presionar a ninguna de las partes: ni a Israel, ni a la ANP, ni siquiera a Hamas que, tras su victoria en las elecciones en junio del 2007, tomó de forma violenta el poder en la Franja de Gaza.
La administración de George W. Bush tenía planes mucho más ambiciosos que los de Moscú respecto a esta región, pero se vieron frustrados. Según informó el rotativoNew York Times citando fuentes del gobierno estadounidense, la ex secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, al conocer de la victoria de Hamas en los comicios de 2007, anunciada por la televisión, cayó desde el aparato donde practicaba deporte, exclamando: "¡Es una injusticia!".
El gabinete de Bush intentaba crear un efecto dominó en Oriente Medio,democratizando los países de la región tras el derrocamiento del dictador iraquí, Sadam Husein, pero esta idea fracasó. Las primeras acciones parecían muy prometedoras. Se estudió un posible quebrantamiento del régimen hostil a la política de EEUU en Siria, e incluso el ex director de la CIA, James Woolsey, llegó a amenazar con democratizar Egipto.
Lo que pasa es que, cuando los encargados de democratizar países del Tercer Mundo carecen del bagaje histórico y etnológico necesario sobre las zonas objeto de sus actividades, las consecuencias suelen ser catastróficas. Son demasiadas las variables a controlar.
La anulación como potencia regional de Iraq llevó a la preponderancia de Irán, cosa que provocó en Teherán la tentación de obtener la bomba atómica como garante absoluto de su seguridad nacional.
Por otro lado, las operaciones militares en Iraq movilizaron a los extremistas islámicos en todo el mundo, aumentando con ello la influencia de personas como Lieberman en Israel, reacias a mantener ningún tipo de diálogo con Palestina.
Hoy día, Oriente Medio entraña un doble peligro para el mundo. Irán está a punto de adquirir potencial nuclear e Israel podría lanzar algún ataque preventivo contra Irán, al entender, ya desde 1967 que la mejor defensa que existe es el ataque.
En esta situación, Rusia bien podría servir de factor estabilizador, porque ha logrado el difícil equilibrio de tener unas buenas relaciones con Tel Aviv, manteniendo una cooperación económica e incluso militar con Teherán.
Pero ni Benjamín Netanyahu ni Barack Obama disimulan su deseo de romper este frágil status quo, al buscar el consentimiento de Moscú para imponer sanciones paralizantes, decretadas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra Irán. Tales sanciones buscan el objetivo de acabar con las exportaciones de gasolina a Irán que necesita importar un 40% de derivados refinados.
Pero este sería un paso de suma responsabilidad para todo el mundo, no sólo para Rusia, por lo cual no debe sorprender que sean confusas y contradictorias las noticias procedentes de fuentes gubernamentales rusas.
Durante los últimos veinte años, cuando se imponen sanciones a países es signo frecuente de guerra en ciernes. Israel no tiene nada que perder, entre EEUU e Irán hay dos océanos de por medio y los intereses de Washington en la República Islámica son casi nulos. Pero Rusia y Azerbaiyán (la comunidad azerí en Irán cuenta varios millones de personas), tienen muchos motivos para querer evitar tal curso en los acontecimientos, cueste lo que cueste, siguiendo el principio de ¡despacito y buena letra!
Las compensaciones que obtendría Rusia a cambio de romper con Irán son más bien escasas. Israel, al menos, está realizando algún esfuerzo para conseguir el favor ruso. La declaración conjunta que emitieron el primer ministro israelí y el presidente ruso, Dmitri Medvédev, donde instaron a luchar resueltamente contra "los intentos de revisar los resultados de la de la II Guerra Mundial refrendados en la Carta de la ONU" con la exculpación de muchos colaboradores de los nazis.
Cabe mencionar que el gobierno israelí tampoco se decidió a expresar públicamente su desacuerdo respecto a la proclamación como héroe nacional de Ucrania al antisemita, Stepán Bandera. Las relaciones con Víctor Yúschenko han resultado más importantes que la Memoria de las Víctimas del Holocausto. En cualquier caso, habría que ver quién hubiera sacado un mayor partido de esta hipotética desavenencia de Israel con Ucrania, si Moscú o Tel Aviv...
Los planes de EEUU al respecto son más complejos... o inexistentes. En vísperas de la visita a Moscú de Netanyahu, aparecieron las noticias sobre los planes de Washington de emplazar su escudo antimisiles en Bulgaria y Rumania. Y una de las opciones ofertadas era el no emplazamiento de bases antimisiles estadounidenses en estas zonas como pago a las solicitadas sanciones rusas contra Irán...
Claro que también entra dentro de lo posible que el mandatario estadounidense y el presidente del gobierno israelí no hayan coordinado sus acciones: Obama y Netanyahu ni siquiera se molestan en disimular su antipatía. Aunque nunca se sabe.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Dmitri Bábich
LA OPINIÓN DEL AUTOR PUEDE NO COINCIDIR CON LA DE RIA NOVOSTI