La II Cumbre de Seguridad Nuclear, recién celebrada en Seúl, trajo como único fruto la adopción de una declaración de fórmulas imprecisas en la cual se insta a los países a renunciar al uso del uranio altamente enriquecido.
Este llamamiento, aparte de representar un nuevo objetivo dentro de la no proliferación, podría servir de muestra de una competencia cada vez más intensa por el dominio de las últimas tecnologías nucleares. En otras palabras, se intenta contener a ciertos países incentivando el uso de reactores de agua ligera, mientras que los principales agentes de este campo aumentan su rivalidad.
Comportarse de una forma más modesta
El trasfondo del documento aprobado consiste evidentemente en el mantenimiento de la seguridad nuclear. En este caso concreto, en la esfera de los materiales fisibles.
“Exhortamos a los Estados a tomar medidas para minimizar la utilización del uranio altamente enriquecido y sustituirlo en los reactores por el uranio pobremente enriquecido allí donde sea tecnológicamente posible y económicamente justificado”, se señala en la declaración.
La renuncia del uso del uranio altamente enriquecido, sin lugar a dudas, dificultará para los potenciales terroristas la obtención de materiales de características propias del uso militar. En caso de ser robado el combustible, se enfrentarán a la necesidad de seguirlo enriqueciendo, lo que supone un proceso nada fácil.
En este sentido el documento contiene un reproche hacia los infractores en lo que a seguridad nuclear se refiere, Irán en primer lugar, que últimamente de manera oficial otorgó prioridad al enriquecimiento del uranio hasta el nivel del 19,75%, mientras que en los reactores de agua ligera se suele emplear uranio-235 enriquecido en un 2% y hasta un 5%.
Teherán explica la necesidad de obtener este tipo de material por su utilización en los reactores de investigación, tanto los que están en funcionamiento como aquellos que todavía se encuentran en la fase de construcción. En opinión de los expertos estadounidenses, la no anunciada acumulación de uranio enriquecido hasta el 19,75% podría ser beneficiosa para el Gobierno iraní, en caso de decidir éste y recibir la oportunidad de hacer importantes reservas de este material radioactivo de características idóneas para su uso con objetivos militares.
Los problemas derivados de las operaciones tanto con el combustible nuclear sin tratar como con el gastado, que es un material valiosísimo aunque sea denominado de manera despectiva “residuos nucleares”, han de solucionarse mediante el refuerzo de las medidas de seguridad en las instalaciones nucleares.
Sin embargo, el texto del documento no hace mención alguna de ningún paso concreto.
Avances de la tecnología nuclear
Dejando a un lado los principios de la no proliferación nuclear, el llamamiento de inclinarse en favor del uranio pobremente enriquecido destila cierta hipocresía. A los países que no lideran el desarrollo de las tecnologías nucleares lo único que les queda es dedicarse a la explotación de los reactores de agua ligera que casi han agotado su potencial.
Y aquí la pregunta es ¿qué es lo que se han reservado para uso propio las potencias nucleares? Porque en los últimos años se llegó a hablar en serio de la creación de reactores a base de neutrones rápidos. El principio del “reactor rápido” fue argumentado a mediados de los años 40 del siglo pasado. Este tipo de reactores de tamaño de aparatos destinados a la investigación y también más grandes se fabricaban de manera regular, sobre todo en la URSS y en Francia.
La particularidad de la tecnología en cuestión consiste -además de en un aprovechamiento mucho más completo del combustible nuclear y de generar con el mismo reactor más material para obtener el combustible, cerrándose de este modo el ciclo productivo- en el hecho de utilizarse en los “reactores rápidos” precisamente el combustible altamente enriquecido (entre un 15% y un 25%). Verdad es que son considerados una medida de reutilización de plutonio de aplicación militar, pero con la misma facilidad permiten obtener más de este material nuclear.
Por una parte, no hay nada que discutir: es una tecnología de doble aplicación, cuya fuga incontrolada podría tener unas consecuencias impredecibles para el régimen de la no proliferación nuclear. Una tecnología que al mismo tiempo precisa de material altamente enriquecido. Por otra parte, merece la pena tener en cuenta que, en cuanto la “tecnología rápida” cobre fuerza, no sin solucionarse antes toda una serie de problemas de ingeniería, desplazará la “tecnología lenta”, representada generalmente por los reactores de agua ligera. Ello se debe, en primer lugar, a un mayor grado del aprovechamiento del material nuclear y las posibilidades de producir más combustible en base al isótopo de uranio-238 predominante en la naturaleza, que no tiene utilidad alguna en los reactores de “neutrones térmicos”. Dado que a estas ventajas se les añadiría la posibilidad de reutilizar los materiales de aplicación militar, parece una opción inmejorable.
Normativas para regular la competencia
En un principio, el texto de la declaración conjunta no contiene prohibiciones directas del uso de material altamente enriquecido. Tampoco harían caso ciertos Estados de ninguna prohibición. Por ejemplo, la India está desarrollando su programa nacional de creación de reactores de neutrones rápidos y sería ingenuo intentar imponerle el uso de determinado tipo de combustible. Al mismo tiempo, sería precipitado juzgar si estamos presenciando un intento de fijar ideologías nucleares para los países de “primer orden” y “segundo orden”.
No obstante, parece bastante factible contener la difusión de la tecnología de neutrones rápidos y su implantación en la producción industrial de la energía eléctrica en el Tercer Mundo. Como pretexto podría servir, como no podía ser de otro modo, la lucha por la no propagación del uso de los materiales nucleares altamente enriquecidos.
Ocurre que la aplicación de esta tecnología entraña el peligro de una desmesurada y nada honesta rivalidad entre los proyectos de reactores de neutrones rápidos desarrollados por diferentes países que, sin lugar a dudas, se verá fomentada por la presión por parte de los potenciales consumidores.
Al mismo tiempo, después del accidente ocurrido en la central nuclear de Fukushima en Japón, al inclinarse la comunidad internacional cada vez más por la introducción de unos estrictos mecanismos internacionales llamados a regular la producción de la energía nuclear, precisamente las guerras de normativas podrían convertirse en el principal arma de lucha de las industrias nucleares nacionales.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI