Descubriendo Rusia: Crucero por el río más grande de Europa
Empezaremos por lo triste: al volver a una ciudad rebosante de humo y calor, que se consume en los atascos de tráfico, después de un crucero de 7 días por el gran río ruso, seguramente usted acabará colgando en la pared un mapa de la región del Volga.
© RIA Novosti. Jakobson
Las verdes orillas del Volga
Repasará melancólico una y otra vez todo el itinerario, saludando mentalmente cada ciudad y pueblo. Distribuirá por el piso los pequeños detalles que más le impresionaron: gatos que roban pescado – recuerdo típico de Úglich, insignias con la efigie de Vladimir Lenin en Uliánovsk, su ciudad natal.
Entregará a sus familiares los regalos comprados, los sentará a la mesa, les enseñará fotos y les contará sobre el Gran Viaje del que acaba de regresar.
Y al marcharse, hojeará las páginas del álbum de fotos simplemente para revivir esta magnífica aventura de las últimas semanas.
Los atardeceres en el embalse Rybinski insuperables por su belleza, el soberbio Monasterio de Makariev (aquí está, en estas 25 fotos), la inabarcable superficie del mar de Zhiguli. Y también la cruz del Túmulo de Samara con la Iglesia donde se casó León Tosltoi al lado. Y el pequeño pueblo en la República de Chuvásia donde casi todos los habitantes se reunieron en el paseo fluvial para saludar al barco que siguió su rumbo, sin siquiera hacer escala. Momentos así no se olvidan nunca.
Úglich y Myshkin, Pliós y Yaroslávl, Nizhni Nóvgorod y Uliánovsk, Cheboksáry y Kazán, Tolyatti y Samara, incluso el pequeño pueblo de Kozlovka, famoso con su casa señorial, todo esto fue visto en una semana. Es como si uno se hubiera acercado a la Rusia verdadera, un país, en el que vivimos, pero el que no conocemos.
© RIA Novosti. Maria Vashuk
Iglesia de San Demetrio de la Sangre, Úglich
No conocemos en absoluto nuestro país, y hay que decirlo en voz alta: ¡no lo conocemos! No conocemos ni nuestro país ni nuestra historia, no conocemos nada. Y la mayoría se deja arrastrar por la pereza y ni siquiera intenta saber más. Aunque sea un poco más.
Nuestro país lo dejamos “para luego”. Primero están París y Nueva York, las Maldivas y México… Lo máximo para lo que encontramos tiempo en Rusia, es para San Petersburgo o Sochi y las visitas suelen ser breves. Y luego otra vez nos vamos a España, a la República Checa, a Italia o a Francia, impacientes de explorarlo todo allí.
Y la vida pasa y pasa y de repente resulta que aquello que tenemos al lado nos ofrece lo que estamos buscando en nuestra carrera alocada por el mundo: descanso y quietud, nuevas impresiones y belleza. Y lo tenemos al lado, pero literalmente al lado.
Día tras día Internet, radio, televisión e incluso la literatura clásica nos llamarán a los países lejanos. Y no es nada difícil, sólo hace falta pasar por una agencia de viajes, donde una joven simpática nos contará con el lujo de detalles sobre todas las ventajas del descanso con el sistema “todo incluido”. ¿Y porqué se pondría uno a pensar en las pequeñas ciudades y en el gran río Volga? Hay demasiadas oportunidades en el extranjero y, al parecer, tan pocas aquí.
Eligiendo entre Ginebra y Uliánovsk, seguramente se informará en primer lugar sobre Ginebra, aunque hay que reconocer que Lenin también vivió en Suiza. Suiza, tierra de montañas y relojes suizos, de bancos y de queso, de chocolate y de muchas más cosas, mientras que Uliánovsk…
Pero, ¿y Uliánovsk? Quienes se han dignado pisar su tierra, se enteraron para su total sorpresa de que es un lugar maravilloso donde se juntan dos ríos, el Volga y el Sviyaga. Puede que sea precisamente por su rosa de los vientos, porque han salido de esta ciudad los bandoleros más famosos y también tales figuras de la Revolución de Octubre de 1917, como Lenin y Kérenski… En la ciudad se fabrican los todoterrenos conocidos en todo el país y difícilmente podrá en Ginebra visitar ninguna planta de producción de coches para el Ejército.
© RIA Novosti. Alexei Ditiakin
Siguiendo el curso del Volga… en una bicicleta
Y no sólo Uliánovsk nos prepara sorpresas: aficionados a la cultura descubrirán que una de las mezquitas más altas de Europa se encuentra en Kazán, que los cohetes se construyen en Samara y sólo en Samara, que Pliós es la ciudad más pequeña del Anillo del Oro y que Nizhni Nóvgorod tiene un impresionante Kremlin.
Y el Volga, del que tanto hemos oído hablar desde la infancia, resulta ser uno de los ríos más grandiosos del mundo.
Y si uno está acostumbrado a escuchar en sus viajes lenguas extranjeras, en Kazán y Cheboksary, le pueden saludar en tártaro o chuvasio y cantarle maravillosas canciones. Y no tardarán en agasajarle con algún plato típico de la región preparado con todo el cariño.
En su otra vida, la laboral, sí que se acordará de los problemas, pero durante el crucero la relajación fluye: el barco avanza con lentitud, el tiempo entre el desayuno, la comida y la cena transcurre pausadamente y el cielo cambia sin prisa su color del celeste al negro. Y todo el horizonte es agua y las orillas del Volga juntan el cielo con la tierra… Y uno vuelve a tener 17 años… Y vuelve a descubrir el mundo, por la primera vez en su vida…
Viejo Condor
RIA Novosti SIC)
Yuri Shegolkov