Mientras Barack Obama y Mitt Romney se desangran en Virginia o Coloradoen una dura batalla electoral, Hillary Clinton labra en Asia su leyenda como la más relevante secretaria de Estado de Estados Unidos desde Henry Kissinger. Clinton ha definido aspectos esenciales de la política exterior norteamericana, como la vinculación del progreso económico con la democracia, y de paso ha levantado su imagen hasta niveles inalcanzables para el resto de la clase política de este país.
Si Kissinger pasó la historia como el hombre que inició el diálogo con China, Clinton ha llevado las relaciones con ese país, hoy el mayor rival de EE UU en el mundo, a una nueva dimensión, la de la competencia política, y ha señalado a todo el continente un nuevo horizonte de libertad y derechos ciudadanos. Al mismo tiempo, ha presentado, en una gira que continúa hoy en Camboya y concluirá este fin de semana en Oriente Próximo, el mejor rostro de la diplomacia norteamericana actual, con prioridades en materia de igualdad para la mujeres y transparencia gubernamental.
En un discurso en Mongolia, sin mencionar por su nombre a China, sostuvo que el avance en la satisfacción de las necesidades materiales de la población no es suficiente para crear sociedades justas y vigorosas. “Hay que desterrar el mito de que la democracia es un valor de Occidente. Este es el momento preciso para hablar de democracia en Asia, en la medida en que muchos países de esta región se enfrentan a la duda sobre qué modelo de gobierno es el que mejor se adapta a sus sociedades y sus circunstancias”, dijo. “El camino que elijan decidirá la vida de miles de millones de personas y el futuro de esta región”.
“Los países que quieren abrirse a los negocios pero permanecer cerrados a la libertad de expresión”, añadió, “descubrirán el alto precio que pagan por ello. Eso mata la innovación y desalienta a los emprendedores, ambas cosas vitales para un crecimiento sostenible”.
"Ninguna nación puede conseguir la paz, la estabilidad y el crecimiento económico si la mitad de la población es marginada"
Hillary Clinton, secretaria de Estado de EE UU
Su visita a Mongolia era el reconocimiento a un país que está construyendo lo que la secretaria de Estado llamó “una valiente democracia” en un territorio rodeado por Rusia y China. Igualmente, quiso con su presencia en Vietnam estimular el tránsito de esa nación hacia un sistema de plenos derechos. “Sé que algunos argumentan que las economías en desarrollo”, manifestó Clinton en Hanoi, “tienen que poner el crecimiento económico por delante y ocuparse después de las reformas políticas y de la democracia. “Eso es una visión de muy corto plazo”. “Por lo tanto”, señaló, “quiero también expresar ahora las preocupaciones por los derechos humanos, incluidas las constantes detenciones de activistas, abogados y blogueros por la simple expresión pacífica de opiniones e ideas”.
Dirigiéndose, en Tokio, a una conferencia internacional de donantes para Afganistán, Clinton subrayó la exigencia de igualdad de derechos para todos los ciudadanos, independientemente de su sexo. “EE UU cree firmemente”, explicó, “que ninguna nación puede conseguir la paz, la estabilidad y el crecimiento económico si la mitad de la población es marginada”. En alusión directa a Afganistán, donde se han apreciado muy pocas mejoras sobre la situación de la mujer desde que existe un Gobierno apoyado por EE UU y la OTAN, la secretaria de Estado advirtió que “todo progreso tiene que incluir la lucha contra la corrupción, por el buen gobierno y por la igualdad de oportunidades para todos los afganos, especialmente para la mujeres”.
Un significado especial tuvo la escala de la secretaria de Estado en Laos, un país que cuenta con el triste récord de haber sido el más bombardeado per cápita en toda la historia: más de dos millones de toneladas de bombas arrojaron los norteamericanos sobre él en la guerra supuestamente secreta que se libró entre 1964 y 1973, en el marco del conflicto de Vietnam. En aquellos años, Washington actuaba bajo la llamada “teoría del dominó”, que pretendía frenar el contagio comunista de un país a otro en el sureste asiático. El miércoles, Clinton fue la primera responsable de la diplomacia estadounidense que aterrizaba allí desde John Foster Dulles en 1955, y lo hizo con la oferta de “construir unas relaciones que abarquen desde el trágico legado del pasado hasta encontrar un camino para ser socios en el futuro”. Probablemente, no hay un lugar más adecuado que Laos, donde las bombas lanzadas hace 40 años siguen hoy causando muertos, para representar el regreso de EE UU a Asia.
Clinton ha sido el mejor estandarte de ese retorno. El mismo día de su visita a Laos, la Casa Blanca anunciaba el miércoles en Washington la eliminación de algunas sanciones a Myammar después de que el régimen de ese país hiciera significativas concesiones en libertades políticas y derechos humanos, un paso al que Clinton contribuyó decisivamente con una visita en diciembre pasado –la primera en 50 años de un secretario de Estado- en la que se reunió con la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi. La foto de ambas fue una gloriosa representación del peso de la mujer en la política contemporánea.
El prestigio acumulado durante sus años al servicio de Obama le da hoy a Clinton autoridad para hablar más alto que ningún miembro de esta Administración, como demostró muy recientemente al denunciar sin tapujos la complicidad de Rusia con el régimen de Siria. Esa autoridad se han transformado en respaldo y reconocimiento en su propio país. Una encuesta de The Washington Post recogía hace dos meses un 65% de apoyo a la labor de Clinton entre los norteamericanos –Obama tiene un 47% de aprobación-. Ella ha insistido varias veces en que abandonará su puesto, y probablemente la política, tras las próximas elecciones. Pero será difícil para el Partido Demócrata encontrar en noviembre de 2016, cuando Clinton tendrá 69 años recién cumplidos, un mejor candidato.
Viejo Condor
El País (SIC)
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