Armando Pérez
A pesar de que las agrupaciones rebeldes recuperaron el control de las ciudades de Ajdabiya y Brega, el pasado sábado, el puerto petrolero de Ras Lanuf la víspera, y el lunes la ciudad de Sirte, la zona de exclusión aérea impuesta Francia, Inglaterra, Estados Unidos y otros países, parece insuficiente para derrocar a corto plazo al líder libio Muamar Gadafi.
Trascurridas seis semanas después del inicio de las manifestaciones en Bengasi y ocho días tras el comienzo de la operación “Odisea del Amanecer”, el avance de los revolucionarios supone un logro apenas modesto si se tiene en cuenta que las potencias occidentales utilizan contra las tropas de Gadafi su armamento más moderno.
Porque para nadie ya es un secreto que el objetivo de la intervención occidental en Libia, no es tanto evitar la muerte de civiles, como se decía antes, sino ayudar a la oposición armada a derrocar a Gadafi a cualquier precio.
Al comentar los sucesos en Libia, la prensa occidental explica que el avance de las fuerzas revolucionarias hasta el 19 de marzo acorraladas por las tropas de Gadafi en Bengasi ya tienen el camino libre para marchar contra Trípoli donde se decidirá el futuro del país africano sin Gadafi, a costa de una guerra civil que seguramente será muy sangrienta.
Y mientras los funcionarios de la OTAN discuten los mecanismos para continuar la “Odisea del Amanecer”, pese al rechazo de otros países miembros como Alemania, expertos militares occidentales filtran en la prensa informaciones que indican que el desenlace de la guerra civil en Libia depende irremediablemente de una intervención de tropas extranjeras en el país africano.
Fuentes de inteligencia rusas y otras fuentes de EEUU afirman en la actualidad en el territorio libio ya operan unidades militares de espionaje de países occidentales en misiones especiales.
Esas agrupaciones de élite recopilan información operativa sobre la ubicación exacta de los objetivos militares libios, la dislocación de la defensa antiaérea y piezas de artillería, como también el movimiento de tanques y tropas.
Expertos militares rusos indican que esa información es indispensable para garantizar la eficacia de los ataques de la aviación de las fuerzas de la coalición y destruir en el plazo más corto posible el potencial militar del ejército libio.
Según las mismas fuentes, la aviación occidental logró inutilizar la mayor parte de la fuerza aérea libia destruyendo sus bases, aviones, estaciones de radar y aeródromos.
Ahora, el objetivo son los sistemas de defensa antiaérea, la mayoría integrada por armamento de fabricación soviética adquirida por Gadafi en la década de los años 70 y 80.
Para 2010 el ejercito libio contaba con 11 sistemas de misiles S-75M3, 16 sistemas de misiles S-125M1 y cuatro bloques de misiles de largo alcance S-200 VE.
En arsenal del ejército libio también hay al menos 60 unidades móviles (sobre vehículos) de misiles Kvadrat y un número indefinido de misiles Oka-AK, Strelá-10 y misiles franceses Crotale.
Pero en los últimos 40 años, EEUU y la OTAN adquirieron una experiencia muy valiosa para combatir precisamente los sistemas de defensa antiaérea soviéticos, ya obsoletos en comparación con nuevos modelos de fabricación rusa.
Los sistemas S-75, S-125, S-200 y “Kvadrat” fueron inutilizados con éxito por el ejercito de Israel en el Líbano en 1982, y posteriormente por EEUU en Yugoslavia en 1999 y en Iraq en 2003.
Según expertos rusos en la actualidad, cualquier sistema análogo a esos modelos soviéticos son totalmente vulnerables al armamento moderno de Occidente, pero su destrucción en gran medida depende del trabajo de comandos que informen a la fuerza aérea aliada de su ubicación exacta.
Militares citados por el diario ruso Estrella Roja (Kraznaya Zvezdá) afirman que el trabajo de los comandos es vital a la hora de reclutar informantes entre las agrupaciones de la oposición para la ejecución de la fase terrestre de la guerra que en Libia parece inevitable.
Porque a pesar de las pérdidas sufridas, Gadafi no se piensa rendir y seguramente cumplirá su promesa de combatir hasta el final, sobre todo porque tiene seguidores entre los militares y la población, a juzgar por las manifestaciones de apoyo que muestra la prensa occidental desde Trípoli.
Eso quiere decir que ante la perspectiva de una gran campaña por tierra, Occidente al menos debe proporcionar a las fuerzas revolucionarias armamento de infantería, piezas de artillería ligera e incluso carros de combate.
Eso implica que la coalición debe enviar al territorio libio instructores y asesores para preparar a las tropas opositoras para enfrentarse al ejército profesional libio en una guerra de desgaste que deberá ser muy violenta y prolongada.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Armando Pérez
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