Después de Túnez les tocó a Egipto y el Yemen, y dicen que en la cola están esperando Argelia, Marruecos, Jordania, Irán, Siria, Arabia Saudita, Sudán, Corea del Norte, Bielorrusia, Tayikistán...
Da miedo pensar en la conmoción que está por llegar con tantos candidatos a “Mubarak”, “Egipto” y “tunecinos”, porque ellos no saben jugar sin sangre. Sobre todo en África (y todavía más en la zona árabe).
Todos los años hay quien hace una lista de los autócratas, tiranos, sátrapas y dictadores más empedernidos; de los que inminentemente van a arrancar el vuelo, hoy, mañana, dentro de un año, pero que tarde o temprano lo harán. No siempre se cumplen las previsiones pero las listas no dejan de publicarse regularmente.
La última lista de estos “condenados” al derrocamiento la ha publicado la revista americana Time.
En la lista hay diez nombres: Hosni Mubarak, el presidente del Yemen, Abdullah Saleh; el líder norcoreano, Kim Jong-il; el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad; el presidente del Sudán, al-Bashir; el líder de Zimbabwe, Mugabe; el presidente de Argelia, Buteflika; el rey del Arabia Saudita, Abdalá; el bielorruso Aleksandr Lukashenko y el tayiko Emomalii Rahmon.
La lista de “sospechosos habituales”
La forma en que se hace la lista de “malos” se parece (en cuestión de metodología) al episodio del maravilloso clásico cinematográfico “Casablanca” con Humphrey Bogart. Final: el jefe de la policía francesa, después del asesinato del comandante alemán, suspirando ordena “detener a LOS SOSPECHOSOS HABITUALES”.
Porque hace tiempo que en el mundo existen ese tipo de “sospechosos habituales”. Sus nombres van saltando de una lista a otra. Y no suele haber muchos cambios en estas “tablas de cálculo de dictadores”. Pero básicamente, el contenido de estas listas depende del experto (si es que es un experto), de la ideología política, del momento político y de la procedencia geográfica del que la hace.
Como, actualmente, todas las miradas están puestas en Egipto, el Magreb (toda la parte este de Egipto) y todo el Oriente Próximo, sería bueno detenerse en los candidatos con nombres anteriormente mencionados de la región de la “zona islámica”.
Es poco probable que el rey Abdalá bin Abdelaziz al-Saud tenga el mismo destino que el presidente de Túnez Ben Ali (por cierto, el rey del Arabia Saudita acogió al exiliado tunecino) o lo que puede ocurrir Hosni Mubarak.
Cualquier monarca es autócrata por definición y es propenso a la dictadura. Pero si tenemos en cuenta el nivel de vida del país (bastante más alto que el egipcio o tunecino), la mentalidad de los súbditos, la autoridad de la familia real, la crueldad de su forma de gobierno y la estabilidad es bastante improbable que Abdalá sufra las mismas revueltas que están teniendo lugar en Egipto.
No es que Arabia Saudita carezca de libertades y derechos, pero no hasta tal punto.
En cuanto al presidente argelino (desde 1999) Abdelaziz Buteflika puede que no le esté esperando una revuelta social egipcia sino una sublevación islámica. Hace unos años cuando el gobierno se vio obligado a anular los resultados de las elecciones generales después de la victoria de los representantes de los partidos radicales islamistas el país ya experimentó el estado de guerra civil.
Club de “amigos de EEUU”
Un hecho sorprendente y a menudo “olvidado” o tal vez, silenciado adrede, es que la guerra contra los regimenes de estos países la hacen los movimientos que salieron de bandos, movimientos y destacamentos de los muyahidines creados, armados y financiados por los mismos EEUU en la época de la expedición soviética en Afganistán.
La misma Al-Qaeda proviene de allí.
Delante de esta evidencia es tentador acusar a la Casa Blanca de la aparición y consolidación de estos dictadores y de las corrientes islámicas radicales, y es que está claro que sin la guerra afgana este fenómeno no habría llegado a tales dimensiones.
Y, aunque en menor medida que los EEUU, la URSS también tiene su parte de culpa en esto, ya que dos no pelean si uno no quiere.
A propósito, a excepción de Ahmadineyad, todos los islamistas que aparecen en la lita de Time son todos amigos de Washington. No son amigos personales de Barak Obama, sino de los EEUU.
Ahora la pregunta es ¿cómo deshacerse de los amigos? Cuántas veces EEUU ha mordido el anzuelo con esta dichosa amistad (en Latinoamérica y América Central todos los dictadores, sin excepción se han formado en los Estados Unidos) y no hay manera de que se aparten.
Omar al-Bashir, presidente del Sudán desde 1989, también ha empezado a tener problemas en casa y muy parecidos a los de Egipto. Él no aparece entre los amigos de los EEUU. Por lo menos ahora. Es más, él es el único presidente en activo acusado de genocidio en la provincia sudanesa de Darfur y contra el que el tribunal penal internacional de la ONU ha emitido una orden de arresto.
Pero es poco probable que a Sudán (que se está preparando para la separación el próximo verano, cuando el sur obtendrá la independencia) le queden fuerzas para una revuelta interna después de casi 40 años seguidos de guerra civil.
Abdullah Saleh, presidente del Yemen desde hace 32 años, ha recibido la señal de Egipto y ha decidido abrir las cárceles a los opositores, ha dejado en libertad a los periodistas arrestados y ha anunciado que en 2012 ya no volverá a presentar candidatura.
La oposición considera que Saleh es una marioneta de Washington. En efecto, el Yemen hace potente punto de apoyo de la base de los EEUU en la lucha contra el terrorismo de la región. Pero eso no impide a que Saleh mantenga los contactos con los radicales islamistas como por ejemplo, Al-Qaeda.
La oposición de Ahmadineyad también está siendo alimentada por Washington.
Los iraníes empiezan a estar cansados de la “dirección del Ayatolá” y del aislamiento del país. Pero a éste tampoco parece que la ola de indignación popular le amenace a una caída.
Es curioso que en la lista no se hable de Pakistán. El principal punto de apoyo de la guerra de EEUU en Afganistán e Irak. Precisamente Pakistán es el eslabón más débil y su régimen, el primer candidato al hundimiento.
Hay toda una serie de regiones del sur-oeste del país que ya no son controlados por el gobierno sino que pertenecen a los radicales islamistas y a los partidarios del movimiento “Talibán”, que por cierto también fue armado y financiado con el dinero de EEUU.
Pakistán está mucho más cerca de la caída que Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia. De una manera u otra el país ha vivido durante muchos años bajo una dictadura militar cruel del “amigo especial” de la Casa Blanca, Pervez Musharraf.
Así pues, no parece tan larga la lista de “mubaraks” como la pintan.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Andrei Fediashin, RIA Novosti
La opinión del autor no coincide obligatoriamente con la de RIA Novosti
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