Armando Pérez
Un triunfo de la revolución en Yemen como ocurrió en Túnez y Egipto puede traer sorpresas a Occidente y posibles dolores de cabeza para Estados Unidos y Arabia Saudita en su esfuerzo para mantener el control de la Península Arábiga, la principal zona exportadora de crudo del planeta.
La revolución en Yemen puede triunfar porque a juzgar por los últimos acontecimientos, el presidente Alí Abdalá Saleh como primer mandatario del país árabe tiene los días contados.
Tras sobrevivir la semana pasada un atentado en su palacio, y viajar con urgencia a Arabia Saudí para recibir atención médica, Saleh, tendrá que superar muchos obstáculos para regresar a su patria y continuar gobernando, opinan expertos rusos en la prensa moscovita.
En Riad, el pasado domingo, Saleh fue sometido a una operación para la extracción de esquirlas incrustadas en el cuello, y según el portavoz del partido oficialista yemení, Tariq al Shami, el presidente de Yemen regresará a Sana, la capital, en los próximos días.
Sin embargo, observadores rusos consideran que el regreso de Saleh a Yemen es poco probable porque su servicio de guardaespaldas comprende que en las actuales circunstancias, la seguridad del presidente en territorio yemenita no se puede garantizar al 100 por ciento.
Fuentes cercanas a los servicios secretos rusos citados por la prensa, destacaron que el ataque perpetrado el pasado viernes contra la mezquita del palacio presidencial en Sana, evidencia que los enemigos de Saleh tiene agentes y espías que pueden llegar muy cerca al presidente y las posibilidades de otros atentados son muy altas.
Además, Saleh ya no puede contar con el apoyo total de sus principales protectores porque el gobierno de EEUU y Arabia Saudita consideran que Saleh, tras 33 años en el poder, se ha convertido en un problema al perder el apoyo de prácticamente todas la élite política y tribal del país.
Tras más de tres meses de protestas antigubernamentales, Saleh no ha vacilado en emplear la fuerza para aplastar violentamente el descontento popular con el ejército y la guardia nacional bajo el mando de uno de sus hijos.
Y aunque se ha evitado resaltar la magnitud de la represión en Yemen, en estos momentos, Saleh es responsable de la muerte de tantos o más civiles que las atribuidas por la prensa mundial al líder Libio Muamar Gadafi, catalogado por algunos gobiernos de occidente como un tirano sanguinario.
Actualmente, Saleh sólo cuenta con el apoyo de las bayonetas en manos de la guardia nacional, algunos generales del ejército y la Fuerza Aérea, y algunos cuantos jefes de tribus en el norte del país.
En su obstinación por mantener las riendas del poder, Saleh intentó socavar la unidad de su propia tribu, una de las más influyentes de Yemen, y ahora los jefes tribales aglutinados en federación tribal Hashid, que son la mayoría, declararon a Saleh la guerra a muerte.
La semana pasada, el líder de la federación Sadeq Al- Ahmar
acusó al presidente de organizar un complot para detener , encarcelar y asesinar a los principales líderes tribales.
La confrontación se agudizó después de que agrupaciones armadas leales a la confederación ocuparon la sede de varios ministerios y en respuesta, Saleh ordenó al ejército ocupar un canal de televisión propiedad de la tribu Hashid en combates en los que murieron al menos 127 personas de ambos bandos.
Entonces, la oportuna mediación de EEUU y Arabia Saudí permitió la firma de un alto al fuego el pasado 29 de mayo, evitando la guerra civil, pero el armisticio es muy difícil de respetar porque casi a diario, tanto en Sana como en Taíz, la segunda ciudad más importante del país, ocurren provocaciones y enfrentamientos entre las partes enfrentadas que se acusan mutuamente de violar el alto al fuego.
En Moscú, observadores militares opinan que la pugna entre la oposición y Saleh podría evolucionar más o menos de la misma forma que ocurrió en Egipto, pero indican que las organizaciones extremitas islámicas pueden ocasionar sorpresas de consecuencias impredecibles para Yemen e incluso otros países de la zona.
Mientras en Sana y Taíz la oposición y las tropas leales a Saleh, ocupaban ministerios y cadenas de televisión, varios centenares de guerrilleros islamistas tomaron el control de Zinyibar, la tercera ciudad más importante de Yemen, en el sur del país.
En combates a las afueras de Zinyibar el pasado domingo, la guerrilla estimada en 300 efectivos desbarató la resistencia del ejército yemení que abandonó la ciudad con 19.000 habitantes.
Al comentar el triunfo de los islamistas, la oposición yemení denunció que Saleh ordenó al ejército entregar Zinyibar para demostrar a la comunidad internacional los que puede ocurrir en Yemen si los gobiernos occidentales retiran el apoyo a su régimen, que hasta ahora ha mantenido bajo control la amenaza terrorista.
Independientemente a los métodos de Saleh para convencer a occidente, la caída de Zinyibar supone una seria señal sobre las posibilidades de las agrupaciones extremistas vinculadas con la red internacional Al Qaeda en el territorio de Yemen.
Según expertos occidentales, los guerrilleros que ahora controlan Zinyibar pertenecen a la Organización Al Qaeda de la Península Arábiga (AQAP) una de las ramificaciones más influyentes de Al Qaeda en el mundo, después de Afganistán y Pakistán.
Otra fuentes desmienten el protagonismo de AQAP y aseguran que Zinyibar está en poder de guerrilleros del Ejército de Adén, organización subversiva creada 1980, que combatió contra el ejército de la Unión Soviética en Afganistán, y que en 1994 se aliaron con Saleh para aplastar violentamente los levantamientos separatistas promovidos por tribus en el sur de Yemen.
Pero tanto la AQAP como el Ejército de Adén tienen muchas bandas guerrilleras en el sur de Yemen y posiblemente representantes de ambas agrupaciones controlan Zinyibar y se preparan para defender ese bastión a cualquier precio.
Para la guerrilla islámica, Zinyibar es clave para controlar el sur de Yemen especialmente su frontera marítima vecina con Somali, controlada a su vez por piratas, guerrilla, clanes y hasta bandas de delincuentes comunes.
Según expertos rusos, al compartir intereses comunes es más que probable una alianza entre las agrupaciones guerrilleras asentadas en el sur de Yemen con la organización islamista somalí Al-Shabbab reforzando la influencia de Al Qaeda en el golfo de Adén, zona estratégica para EEUU y Arabia Saudita, el mayor exportador de crudo por esa ruta.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Armando Perez
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