¿Quién puede seguir el ejemplo del gigante regional y qué clase de armas interesaría a los potenciales compradores?
De helicópteros a misiles antiaéreos y otro tipo de armas
La cooperación entre Rusia y Brasil en el ámbito técnico-militar nunca ha sido muy activa. Hasta hace poco, solo hubo un contrato de venta de doce helicópteros Mi-35M, firmado en 2009. Sin embargo, las oportunidades que se abren últimamente pueden resultar incluso más amplias que la planificada venta de misiles antiaéreos Pantsir y sistemas antiaéreos portátiles Igla por un monto total de mil quinientos millones de dólares. Cabe decir que dicho contrato supone la construcción en Brasil de una fábrica para el ensamblaje de estas armas que también podría producir sistemas antiaéreos por encargo de otros países latinoamericanos.
En todo caso, las perspectivas de la cooperación técnico-militar entre Rusia y Brasil no se limitan a la compraventa de helicópteros o sistemas antiaéreos. Un negocio mucho más atractivo sería venderle a Brasil caza rusos. Se trata de una posible venta de aviones de combate de quinta generación T-50.
En los últimos años, Brasil suspendió dos licitaciones para la compra de aviones militares. La más reciente, F-X2, ganada por la compañía francesa Rafale, se canceló bajo el pretexto oficial de tener que sanar la economía nacional tras la crisis global. En realidad, dicen que el equipo de la actual presidenta Dilma Rousseff no quiere comprar aviones franceses.
En estas circunstancias, Rusia que posiciona el T-50 también como un producto de exportación, puede volver “probar suerte” en Brasil. Técnicamente, el caza T-50 es muy superior por sus capacidades al Rafale, basado en un modelo de los años setenta. La venta de esta máquina y su posterior fabricación en Brasil pueden interesar al país sudamericano que procura desarrollar su industria aeronáutica.
Aparte de Brasil, ¿quién más?
Es obvio que la situación en Sudamérica es mucho más tranquila que en Oriente Medio o el Sureste de Asia. Es poco probable que la demanda de armas crezca vertiginosamente. Por otro lado, en la región hay países potencialmente interesados en comprar equipos de guerra rusos, ya que en los últimos diez años muchas naciones latinoamericanas tratan de diversificar sus carteras de proveedores de armas.
Aparte de Venezuela (uno de los principales importadores de material bélico ruso), se trata del Perú que en su tiempo compraba armas a la Unión Soviética, y de la Argentina que en los últimos años muestra interés en productos de la industria militar de Rusia. Esta lista puede ser mucho más amplia. En caso de la Argentina, la situación se complica por la prolongada crisis económica que afecta a ese país impidiendo la firma de importantes contratos de compra de armas. Cabe señalar que en Latinoamérica el rearme es un proceso generalmente intermitente y que depende mucho de las decisiones de un líder concreto. Pero si Rusia entra al mercado brasileño con una línea de productos bastante amplia, esto puede servir de impulso para el desarrollo de la cooperación técnico-militar también con otros países de la región.
Uno de los rubros más prometedores de esta cooperación es la venta de helicópteros. Hace ya muchos años que los autogiros de fabricación rusa gozan de buena reputación en el continente. Otros productos pueden ser los sistemas de defensa antiaérea, vehículos blindados ligeros y armas portátiles. Los aviones difícilmente se venderían en lotes importantes, fuera del caso de Brasil. Las capacidades económicas y ambiciones políticas de ese país siguen creciendo. Rusia puede sacar provecho de la cooperación con la industria aeronáutica brasileña, especialmente, en lo que se refiere al desarrollo de aviones para las compañías de aviación regionales y locales.
Viejo Condor
Rusia Hoy (SIC)
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