Desde hace 30 años, la National Endowment for Democracy (NED) se
encarga de la parte legal de las operaciones ilegales de la CIA. Sin despertar
sospechas, ha venido creando una extensa red mundial de corrupción, comprando
sindicatos –tanto obreros como patronales– así como partidos políticos de
izquierda y de derecha para que defiendan los intereses de Estados Unidos en
vez de los intereses de sus propios miembros. Thierry Meyssan describe en este
trabajo la envergadura de ese dispositivo
En 2006, el Kremlin
denunciaba la proliferación en Rusia de asociaciones extranjeras, algunas de
las cuales parecían estar participando en un plan tendiente a desestabilizar el
país, plan orquestado por la estadounidense Fundación Nacional por la
Democracia (National Endowment for Democracy – NED). En previsión de una
«revolución de color», Vladislav Surkov elaboraba entonces una estricta
reglamentación para esas «organizaciones no gubernamentales (ONG)». En
Occidente, aquella reglamentación de orden administrativo fue descrita como un
nuevo ataque del «dictador» Putin y de su consejero en contra de la libertad de
asociación.
(Ver nuestra primera publicación respecto a la NED)
(Ver nuestra primera publicación respecto a la NED)
Otros Estados que
también siguieron una política similar han sido igualmente calificados por la
prensa internacional como «dictaduras».
El gobierno de
Estados Unidos dice trabajar a favor de «la promoción de la democracia a través
del mundo». Su posición es que el Congreso estadounidense puede subvencionar la
NED y que la NED puede a su vez, de manera independiente, ayudar directa o
indirectamente a asociaciones, partidos políticos o sindicatos en cualquier
país del mundo. Al ser, como su nombre lo indica, «no gubernamentales», las
ONGs pueden emprender iniciativas políticas que las embajadas no pueden asumir
sin violar la soberanía de los Estados que las acogen. Esa es precisamente la
cuestión.
¿La NED y la red de
ONGs financiadas a través de ese órgano son acaso iniciativas de la sociedad
civil injustamente reprimidas por el Kremlin o son en realidad pantallas de los
servicios de inteligencia estadounidenses, sorprendidos en flagrante delito de
injerencia?
Para responder esa
interrogante nos remontaremos al origen de la National Endowment for Democracy
y escrutaremos su funcionamiento. Para ello debemos analizar, primero que todo,
lo que significa el proyecto oficial estadounidense de «exportación de la
democracia».
Los
puritanos que fundaron Estados Unidos querían construir una «ciudad radiante»
que alumbraría el mundo. Se veían a sí mismos como misionarios de un modelo
político.
¿Qué tipo de democracia?
Como pueblo, los
estadounidenses asumen la ideología de sus padres fundadores. Se ven a sí
mismos como una colonia llegada de Europa para fundar una ciudad que obedece a
Dios. Ven a su propio país como «una luz encima de la montaña», según la
expresión de San Mateo que la mayoría de los presidentes estadounidenses han
retomado en sus discursos políticos a lo largo de dos siglos. Por lo tanto,
Estados Unidos sería una nación modelo, que brilla en lo alto de una colina,
iluminando el mundo. Y todos los demás pueblos de la Tierra deberían abrigar la
esperanza de poder copiar ese modelo para alcanzar su propia salvación.
Para los
estadounidenses, esa ingenua creencia implica –como una verdad que no necesita
demostración– que su país es una democracia ejemplar y que ellos tienen el
deber mesiánico de extenderla al resto del mundo. San Mateo predicaba que la
propagación de la fe debía lograrse sólo mediante el ejemplo de una vida
honesta, pero los padres fundadores de Estados Unidos veían el acto de encender
su fuego y de propagarlo como un cambio de régimen. Los puritanos ingleses
decapitaron a Carlos I de Inglaterra antes de huir hacia Holanda y América.
Posteriormente, los patriotas del Nuevo Mundo rechazaron la autoridad del rey
Jorge III de Inglaterra y proclamaron la independencia de los Estados Unidos.
Imbuidos de esa
mitología nacional, los estadounidense no ven la política exterior de su propio
gobierno como un imperialismo. Consideran que derrocar un gobierno es
perfectamente válido si ese gobierno ambiciona encarnar un modelo diferente del
estadounidense, lo cual lo convierte en un gobierno maléfico. Al mismo tiempo,
están convencidos de que, debido a la misión mesiánica de la que están
investidos, han logrado imponer la democracia por la fuerza en los países que
han ocupado.
En las escuelas de
Estados Unidos se enseña que los soldados estadounidenses llevaron la
democracia a Alemania. Ignoran que los hechos históricos demuestran exactamente
lo contrario: el gobierno estadounidense ayudó a Hitler a derrocar la República
de Weimar y a instaurar un régimen militar para acabar con la Unión Soviética.
Esa ideología
irracional les impide cuestionar la naturaleza de sus propias instituciones y
lo absurdo del concepto mismo de «democracia forzosa». Sin embargo, según la
fórmula del presidente Abraham Lincoln, «la democracia es el gobierno del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo».
Visto desde ese punto
de vista, Estados Unidos no es una democracia sino un sistema híbrido en el que
el poder ejecutivo está en manos de una oligarquía mientras que el pueblo limita
la arbitrariedad [de esa oligarquía] a través de los contrapoderes legislativo
y judicial.
En efecto, el pueblo
elige a los miembros del Congreso y a algunos jueces pero son los Estados
miembros de la federación los que eligen el poder ejecutivo, que a su vez
designa a los altos magistrados. Si bien los ciudadanos están llamados a
pronunciarse sobre la elección del presidente, el voto de la ciudadanía no es
más que una consulta, como hubo de recordarlo la Corte Suprema a raíz de la
elección presidencial del año 2000, al pronunciarse sobre el caso Gore vs.
Bush. La Constitución de los Estados Unidos no reconoce la soberanía del pueblo
ya que el poder se comparte entre el pueblo y los Estados que componen la
federación, o sea los notables locales.
Es importante
observar aquí, dicho sea de paso, que la Constitución de la Federación Rusa sí
tiene un carácter democrático –por lo menos en el papel– ya que estipula: «El
depositario de la soberanía y única fuente del poder en la Federación Rusa es
su pueblo multinacional» (Título I, Capítulo 1, artículo 3). En base a ese
contexto intelectual, los estadounidenses apoyan a su gobierno en su afirmación
de que quiere «exportar la democracia» cuando su propio país no es una
democracia, ni siquiera a la luz de su propia Constitución. Resulta difícil
entender cómo podrían exportar lo que no tienen ni quieren tener en su propio
país.
Durante los 30
últimos años, la NED ha sido portadora de esa contradicción, que se ha
concretado en la desestabilización de numerosos Estados. Miles de crédulos
militantes de ONGs han violado la soberanía de los pueblos con la beatífica
sonrisa de quien tiene la conciencia tranquila.
Una Fundación pluralista e independiente
En su célebre
discurso del 8 de junio de 1982 ante el parlamento británico, el presidente
Reagan denunció la Unión Soviética como el «Imperio del Mal» y propuso prestar
ayuda a los disidentes, en la URSS y en otras partes. «Se trata de ayudar a
crear la infraestructura necesaria para la democracia: libertad de prensa, sindicatos,
partidos políticos, universidades. Los pueblos serán así libres de escoger el
camino que les convenga para desarrollar su cultura y resolver sus diferencias
por medios pacíficos», declaró.
Basándose en ese
consenso de lucha contra la tiranía, una comisión bipartidista de reflexión
aconsejó a Washington la creación de la Fundación Nacional para la Democracia
(NED), que sería instituida por el Congreso estadounidense en noviembre de 1983
y de inmediato recibiría financiamiento.
La NED subvenciona cuatro
estructuras autónomas que se encargan de redistribuir en el exterior el dinero
del que disponen entre asociaciones, sindicatos obreros y patronales así como
partidos de derecha y de izquierda. Esas cuatro estructuras autónomas son:
El Instituto de Sindicatos Libres
(Free Trade Union Institute – FTUI), hoy rebautizado como Centro Americano para
la Solidaridad de los Trabajadores (American Center for International Labor
Solidarity – ACILS), cuya gestión está en manos del sindicato obrero AFL-CIO;
El Centro para la Empresa Privada
Internacional (Center for International Private Entreprise – CIPE), cuya
gestión está en manos de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos;
El Instituto Republicano
Internacional (International Republican Institute – IRI), cuya gestión está en
manos del Partido Republicano;
El Instituto Nacional Democrático
de Asuntos Internacionales (National Democratic Institute for International
Affairs – NDI), cuya gestión está en manos del Partido Demócrata.
Bajo esa
presentación, la NED y sus cuatro tentáculos parecen estar basados en la
sociedad civil y parecen reflejar además la diversidad social y el pluralismo
político de esa misma sociedad civil. Financiados por el pueblo estadounidense,
a través del Congreso, parecería que actúan a favor de un ideal universal, que
son completamente independientes de la administración presidencial y que su
accionar no puede servir de fachada a operaciones secretas al servicio de
inconfesables intereses nacionales.
La realidad es muy
diferente.
En
1982, Ronald Reagan crea la NED, en coordinación con el Reino Unido y
Australia, para derrocar el «Imperio del Mal».
Un montaje de la CIA, el MI6 y el ASIS
El discurso de Ronald
Reagan en Londres se produce después de los escándalos que rodearon las
revelaciones de los manejos sucios de la CIA, revelaciones provenientes de
varias comisiones investigadoras parlamentarias.
El Congreso prohibió entonces a la CIA la organización de nuevos golpes de Estado como medio de conquistar mercados. En la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional busca entonces otras vías que le permitan sortear dicha prohibición.
El Congreso prohibió entonces a la CIA la organización de nuevos golpes de Estado como medio de conquistar mercados. En la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional busca entonces otras vías que le permitan sortear dicha prohibición.
La comisión
bipartidista de reflexión se constituyó antes del discurso de Ronald Reagan,
aunque el mandato oficial de la Casa Blanca sólo le fue entregado
posteriormente. Ello indica que aquella Comisión no respondía a la pomposa
ambición presidencial sino que era anterior. El discurso no es por lo tanto
otra cosa que la justificación retórica de decisiones ya tomadas de antemano en
líneas generales y destinadas a su puesta en escena por parte de la comisión
bipartidista.
El presidente de la
comisión bipartidista de reflexión era el representante especial de Estados
Unidos para el Comercio, lo cual indica que el objetivo de dicha comisión no
era precisamente promover la democracia sino, según la terminología consagrada,
la promoción de la «democracia de mercado».
Este extraño término
corresponde al modelo estadounidense: una oligarquía económica y financiera
impone sus decisiones políticas a través de los mercados y del Estado federal,
mientras que los parlamentarios y jueces electos por el pueblo protegen a los
individuos de la arbitrariedad de la administración.
De los cuatro
organismos periféricos de la NED tres fueron conformados para la ocasión. El
cuarto, el organismo sindical (ACILS), no hubo que crearlo porque ya existía
desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, aunque había cambiado de nombre en
1978, cuando se descubrió que dependía de la CIA. Esto permite deducir que el
CIPE, el IRI y el NDI no nacieron por generación espontánea, sino que también
fueron creados bajo los auspicios de la CIA.
Además, a pesar de
ser la NED una asociación creada conforme al derecho estadounidense no es un
instrumento de uso exclusivo de la CIA sino un dispositivo común con los
servicios británico (fue por eso que Reagan la anunció precisamente en Londres)
y australiano. Esa característica fundamental nunca se menciona a pesar de
estar enteramente confirmada por los mensajes de felicitación de los primeros
ministros Tony Blair y John Howard en ocasión del vigésimo aniversario de la
supuesta «ONG».
La NED y sus
tentáculos son órganos del pacto militar anglosajón que vincula a Londres,
Washington y Camberra, pacto en el que se incluye igualmente la red de
intercepción electrónica Echelon. Además de la CIA, el MI6 británico y el ASIS
australiano también pueden solicitar los servicios de ese dispositivo.
Para esconder esa
realidad la NED ha propiciado la creación, por parte de varios aliados, de
organizaciones análogas que trabajan con ella. En 1988, Canadá se dotó de un
centro llamado Derechos & Democracia, que se concentró sobre todo en Haití
y posteriormente en Afganistán. En 1991, el Reino Unido instituyó la
Westminster Foundation for Democracy (WFD).
El funcionamiento de
ese organismo público está diseñado según el modelo de la NED: su
administración está en manos de los partidos políticos (consta de 8 delegados:
3 del Partido Conservador, 3 del Partido Laborista, uno del Partido Liberal y
el octavo para los demás partidos representados en el parlamento británico). La
WFD fue muy activa en Europa del Este.
Finalmente, en 2001
la Unión Europea se dotó del European Instrument for Democracy and Human Rights
(EIDHR), que despierta menos sospechas que sus homólogos. Ese órgano depende de
EuroAid, dirigida por un alto funcionario tan poderoso como desconocido, el
holandés Jacobus Richelle.
La directiva presidencial 77
Cuando votaron la
fundación de la NED, el 22 de noviembre 1983, los miembros del Congreso de los
Estados Unidos ignoraban que aquella organización ya existía en secreto, en
virtud de una directiva
presidencial fechada el 14 de enero.
Aquel documento, que no fue desclasificado hasta 20 años más tarde, organiza la «diplomacia pública», expresión políticamente correcta para designar la propaganda. Instituye además en la Casa Blanca varios grupos de trabajo dentro del Consejo de Seguridad Nacional, uno de ellos encargado de pilotear la NED.
Aquel documento, que no fue desclasificado hasta 20 años más tarde, organiza la «diplomacia pública», expresión políticamente correcta para designar la propaganda. Instituye además en la Casa Blanca varios grupos de trabajo dentro del Consejo de Seguridad Nacional, uno de ellos encargado de pilotear la NED.
El consejo de
administración de la NED no es por lo tanto otra cosa que una correa de
transmisión del Consejo de Seguridad Nacional. En aras de salvar las
apariencias, se decidió que, de manera general, los agentes o ex agentes de la
CIA no podían figurar en el consejo de administración.
A pesar de lo anterior, las cosas no pueden estar más claras. La mayoría de los altos funcionarios que han desempeñado un papel central en el Consejo de Seguridad Nacional han sido administradores de la NED. En ese caso se encuentran, por ejemplo, Henry Kissinger, Franck Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz, personalidades que la Historia no recordará precisamente como idealistas de la democracia sino como estrategas cínicos de la violencia.
A pesar de lo anterior, las cosas no pueden estar más claras. La mayoría de los altos funcionarios que han desempeñado un papel central en el Consejo de Seguridad Nacional han sido administradores de la NED. En ese caso se encuentran, por ejemplo, Henry Kissinger, Franck Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz, personalidades que la Historia no recordará precisamente como idealistas de la democracia sino como estrategas cínicos de la violencia.
El presupuesto de la
NED no puede ser interpretado de manera aislada ya que esa institución recibe
además instrucciones del Consejo de Seguridad Nacional para la realización de
acciones que se inscriben en el marco de grandes operaciones en las que
participan varias agencias.
Existen fondos,
provenientes esencialmente de la Agencia Estadounidense de Ayuda Internacional
(USAID), que transitan por la NED sin aparecer en su presupuesto, simplemente
para darles un carácter «no gubernamental». Además, la NED recibe
indirectamente el dinero de la CIA, previamente blanqueado por intermediarios
privados como la Smith Richardson Foundation, la John M. Olin Foundation o la
Lynde and Harry Bradley Foundation.
Para evaluar la
verdadera envergadura de ese programa habría que añadir al presupuesto de la
NED los subpresupuestos correspondientes del Departamento de Estado, de la
USAID, de la CIA y del Departamento de Defensa, lo cual resulta hoy en día
imposible.
Ciertos elementos
conocidos permiten sin embargo hacerse una idea de su importancia. En los
últimos 5 años, Estados Unidos gastó más de 1 000 millones de dólares en
asociaciones y partidos únicamente en el Líbano, pequeño Estado de 4 millones
de habitantes. Globalmente, la mitad de esa suma la distribuyeron públicamente
el Departamento de Estado, la USAID y la NED. La otra mitad fue entregada
secretamente por la CIA y el Departamento de Defensa.
Este ejemplo permite
deducir que el presupuesto general que Estados Unidos dedica a la corrupción
institucional se cuenta en decenas de miles de millones al año. En todo caso,
el programa equivalente de la Unión Europea, que tiene un carácter enteramente
público y sirve de apoyo a las acciones estadounidenses, es de 7 000 millones
de euros al año.
En definitiva, la
estructura jurídica de la NED y el volumen de su presupuesto oficial no son más
que apariencia. En esencia, la NED no es un organismo independiente a cargo de
acciones legales que anteriormente realizaba la CIA sino una vitrina que el
Consejo de Seguridad Nacional utiliza para garantizar los aspectos legales de
operaciones ilegales.
La estrategia trotskista
Durante su etapa de
instauración (en 1984), la NED tuvo como presidente a Allen Weinstein. John
Richardson ocupó después ese puesto durante 4 años (desde 1984 hasta 1988) y
fue finalmente reemplazado por Carl Gershman (desde 1998).
Los tres tienen tres
cosas en común. Son judíos, fueron miembros del partido trotskista Social
Democrats USA y trabajaron en la Freedom House. Todo
eso tiene su lógica. El odio al estalinismo llevó a algunos trotskistas a
unirse a la CIA para luchar contra los soviéticos. Y llevaron a la CIA la
teoría de la toma del poder a escala mundial, transponiéndola a las
«revoluciones de colores» y la «democratización». Simplemente desplazaron la
doctrina trotskista aplicándola al combate cultural analizado por Antonio
Gramsci: el poder se ejerce en las mentes más que por la fuerza. Para gobernar
a las masas, una élite tiene que inculcarles primero una ideología que las
programe para que acepten el poder que las domina.
El Centro Americano para la Solidaridad de los
Trabajadores (ACILS)
Conocido con el nombre
de Solidarity Center, el ACILS, rama sindical de la NED, es de lejos su
principal canal. Distribuye más de la mitad de las donaciones de la NED,
sustituyó organismos anteriores que habían trabajado durante toda la guerra
fría en la estructuración de sindicatos no comunistas a través del mundo, desde
Vietnam hasta Angola pasando por Francia y Chile.
La utilización de
sindicalistas para encubrir ese programa de la CIA entraña de por sí una
excepcional perversión. Lejos de la divisa marxista «Proletarios de todos los
países, ¡uníos!», el ACILS asocia los sindicatos obreros estadounidenses con el
imperialismo que reprime a los trabajadores de los demás países.
Esa filial estuvo
bajo la dirección de un personaje singular, Irving Brown, desde 1948 hasta el
fallecimiento de este último en 1989.
Algunos autores
aseguran que Brown era hijo de un ruso blanco cercano a Alexander Kerensky. Lo
que sí está comprobado es que Brown fue agente del OSS, el servicio de
inteligencia estadounidense, durante la Segunda Guerra Mundial y que participó
en la creación de la CIA y del Gladio, la red secreta de la OTAN, pero se negó
a asumir la dirección porque prefería concentrarse en su especialidad: los
sindicatos.
Tuvo su base en Roma
y posteriormente en París, no en Washington, lo que le proporcionó especial
influencia en la vida pública de Italia y Francia. Al final de su vida, Brown
se jactaba de haber dirigido siempre –por debajo de la mesa– el sindicato
francés Force Ouvriere, de haber manipulado los hilos del sindicato estudiantil
francés UNI (en cuyo seno militaron Nicolas Sarkozy y sus ministros Francois
Fillon, Xavier Darcos, Hervé Morin y Michele Alliot-Marie, así como el
presidente de la Asamblea Nacional Bernard Accoyer y el presidente de la
mayoría parlamentaria Jean-Francois Copé) y de haber formado personalmente, en
el sector de izquierda, a los miembros de un grupúsculo trotskista, como
Jean-Christophe Cambadelis y el futuro primer ministro francés Lionel Jospin.
A fines de los años
1990, los miembros de la confederación AFL-CIO pidieron cuentas sobre las
verdaderas actividades del ACILS, cuya naturaleza criminal en numerosos países
ya había sido por entonces ampliamente documentada. Cualquiera creería que las
cosas cambiaron después de aquel escándalo. Pero no fue así. En 2002 y 2004, el
ACILS participó activamente en el fallido golpe de Estado perpetrado en
Venezuela contra el presidente Hugo Chávez y en el exitoso derrocamiento del
presidente Jean-Bertrand Aristide en Haití.
El ACILS se encuentra
actualmente bajo la dirección de John Sweeney, ex presidente de la
confederación AFL-CIO, otro personaje proveniente del partido trotskista Social
Democrats USA.
El Centro para la Empresa Privada Internacional
(CIPE)
El Centro para la
Empresa Privada Internacional (CIPE) se concentra en la difusión de la
ideología capitalista liberal y la lucha contra la corrupción.
El primer éxito del CIPE fue la transformación, en 1987, del European Management Forum –un club de grandes patronos europeos– en World Economic Forum –el club de la clase dirigente transnacional. El gran encuentro anual de la aristocracia económica y política global en la estación de esquí suiza de Davos contribuyó a forjar un sentido de pertenencia clasista, más allá de las identidades nacionales de los participantes.
El primer éxito del CIPE fue la transformación, en 1987, del European Management Forum –un club de grandes patronos europeos– en World Economic Forum –el club de la clase dirigente transnacional. El gran encuentro anual de la aristocracia económica y política global en la estación de esquí suiza de Davos contribuyó a forjar un sentido de pertenencia clasista, más allá de las identidades nacionales de los participantes.
El CIPE es muy
cuidadoso en cuanto a no tener ningún vínculo de tipo estructural con el Foro
de Davos, razón por la cual resulta imposible –al menos por el momento– probar
que World Economic Forum esté siendo manejado por la CIA. Les costaría, sin
embargo, mucho trabajo a los dirigentes de Davos explicar por qué ciertos
líderes políticos han escogido su Forum Económico como escenario de
acontecimientos de la más alta importancia si no se tratara de operaciones
planificadas por el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Por ejemplo, en 1988,
fue en Davos, no en la ONU, donde Grecia y Turquía hicieron las paces. En 1989,
fue en Davos donde las dos Coreas, por un lado, y las dos Alemanias, por el
otro, realizaron su primera cumbre a nivel ministerial, en el caso de las
primeras, y su primera cumbre sobre la reunificación alemana. En 1992, fue
también en Davos donde Frederik de Klerk y Nelson Mandela presentaron juntos
–por primera vez fuera de Sudáfrica– su proyecto común para aquel país. Más
increíble aún, fue en Davos, en 1994, después del Acuerdo de Oslo, que Shimon
Peres y Yaser Arafat negociaron y firmaron su aplicación en Gaza y Jericó.
El vínculo entre el
Foro Económico de Davos y Washington pasa evidentemente por Susan K. Reardon,
ex directora de la asociación profesional de empleados del Departamento de
Estado convertida en directora de la Fundación de la Cámara de Comercio de
Estados Unidos, órgano encargado de la administración del CIPE.
El otro éxito del
Centro para la Empresa Privada Internacional es Transparency International.
Esta «ONG» fue creada oficialmente por un oficial de la inteligencia militar
estadounidense, Michael J. Hershman, quien es por demás administrador del CIPE
y, hoy en día, uno de los responsables del reclutamiento de informantes para el
FBI así como presidente-director general de la agencia privada de inteligencia
Fairfax Group.
Transparency
International es ante todo una fachada para las actividades de la CIA en
materia de inteligencia económica. Es también un instrumento de comunicación
utilizado para obligar a otros Estados a modificar sus legislaciones de forma
favorable a la apertura de sus propios mercados.
Para esconder el
origen de Transparency International, el CIPE recurrió a las habilidades del ex
director de prensa del Banco Mundial, el neoconservador Frank Vogl. Este último
instauró un Comité de personalidades que contribuyó a crear la imagen de que se
trataba de una asociación proveniente de la sociedad civil. Este comité de
fachada está bajo la dirección de Peter Eigen, ex director del Banco Mundial en
el este de África. En 2004 y 2009, la esposa de Eigen fue candidata a la
presidencia de la República Federal de Alemania por el SPD.
La actividad de
Transparency International favorece los intereses de Estados Unidos y no es en
lo absoluto confiable. En 2008 esta seudo ONG denunciaba la corrupción de
PDVSA, la empresa estatal del petróleo de Venezuela. Basándose en información
falsificada, Transparency International situaba a PDVSA en la última posición
de la clasificación mundial de empresas estatales.
El objetivo era
evidente: sabotear la reputación de una empresa que sirve de base económica a
la política antiimperialista del presidente venezolano Hugo Chávez. Al ser
sorprendida en flagrante delito de intoxicación, Transparency International se
negó a contestar las preguntas de la prensa latinoamericana y a modificar su
propio informe. Lo cual no tiene en definitiva nada de sorprendente si
recordamos que el corresponsal del CIPE en Venezuela, Pedro Carmona, fue
precisamente el personaje que Estados Unidos puso en el poder –donde no logró
mantenerse– durante el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez.
En cierta forma, al
dirigir la atención de los medios de difusión hacia la corrupción económica,
Transparency International enmascara la actividad de la NED, que se dedica a la
corrupción políticas de las élites dirigentes en beneficio de los anglosajones.
El Instituto Republicano Internacional (IRI) y el
Instituto Nacional Democrático de Relaciones Internacionales (NDI)
El Instituto
Republicano Internacional (IRI) tiene la misión de corromper a los partidos de
derecha mientras que el Instituto Nacional Democrático de Relaciones
Internacionales (NDI) se ocupa de los partidos de izquierda. El primero tiene
como presidente a John McCain y el segundo a Madeleine Albright. Estos dos
personajes no deben por lo tanto ser considerados políticos normales o como un
líder de oposición y una sabia retirada, sino como activos responsables de
programas del Consejo de Seguridad Nacional.
Tanto el IRI como el
NDI han renunciado a tratar de controlar la Internacional Liberal y la
Internacional Socialista como vía para ejercer su control sobre los principales
partidos políticos del mundo. En vez de ello han preferido crear organizaciones
rivales: la Unión Democrática Internacional (IDU) y la Alianza de los
Demócratas (AD). La primera tiene como presidente al australiano John Howard,
con el ruso Leonid Gozman de Justa Causa (Правое дело) como vicepresidente. La
segunda se encuentra bajo la dirección del italiano Gianni Vernetti, quien
tiene como copresidente al francés Francois Bayrou.
El IRI y el NDI se
apoyan también en las fundaciones políticas vinculadas a los grandes partidos
europeos (6 en Alemania, 2 en Francia, una en Holanda y otra en Suecia). Por
otro lado, algunas operaciones se realizan a través de misteriosas empresas
privadas, como Democracy International Inc. que organizó las más recientes
elecciones “arregladas” en Afganistán.
Todo esto deja un gusto amargo. Estados Unidos ha logrado corromper la mayoría de los grandes partidos políticos y sindicatos de todo el mundo.
Todo esto deja un gusto amargo. Estados Unidos ha logrado corromper la mayoría de los grandes partidos políticos y sindicatos de todo el mundo.
La «democracia» que
Estados Unidos promueve consiste en definitiva en discutir cuestiones locales
en cada país –incluso simples temas sociales, como los derechos de las mujeres
o de los homosexuales– mientras se alinean con Washington en todas las
cuestiones internacionales.
Las campañas
electorales se han convertido en espectáculos en los que la NED escoge a los
actores mediante la entrega –a unos sí y a otros no– de los recursos
financieros que necesitan. La noción misma de alternancia ha perdido su
verdadero sentido ya que la NED promueve alternativamente uno u otro bando con
tal de que ambos mantengan la misma política exterior y de defensa. Tanto en la
Unión Europea como en otras partes se escuchan hoy lamentos sobre la crisis de
la democracia. Y los responsables de esa crisis son, evidentemente, la NED y
Estados Unidos. ¿Cómo puede calificarse, en todo caso, un régimen como el de
Estados Unidos, cuyo principal líder de oposición, John McCain, es en realidad
empleado del Consejo de Seguridad Nacional? Ciertamente no como democracia.
Balance de un sistema
Con el tiempo, la
USAID, la NED, sus institutos satélites y sus fundaciones intermedias han dado
lugar a la aparición de una burocracia tan extensa como avariciosa. La votación
sobre el presupuesto de la NED da lugar, año tras año, a ásperos debates sobre
la ineficacia de ese sistema tentacular y los rumores de malversación de fondos
en beneficio de personalidades políticas estadounidenses encargadas de
administrar dichos fondos.
Con ánimo de mejorar
la gestión, se han realizado numerosos estudios tendientes a medir el impacto
de esos flujos financieros. Expertos han comparado las sumas destinadas a cada
país con la calificación democrática de esos mismos países que otorga la
Freedom House. Y han calculado después cuántos dólares por habitante había que
gastar para que la calificación de un país subiera un punto.
Lo anterior no es,
por supuesto, otra cosa que un intento de autojustificación. La idea de otorgar
calificaciones en materia de democracia nada tiene de científica. De forma
totalitaria, se parte del principio que sólo existe una forma de instituciones
democráticas. Y, de manera infantil, se establece una disparatada lista de
criterios a los que se atribuyen coeficientes imaginarios para convertir la
complejidad social en una cifra única.
El resultado es que la gran mayoría de esos estudios muestran el fracaso: aunque la cantidad de democracias aumente en el mundo, no parece existir relación alguna entre los progresos o retrocesos democráticos y las sumas que gasta el Consejo de Seguridad Nacional.
El resultado es que la gran mayoría de esos estudios muestran el fracaso: aunque la cantidad de democracias aumente en el mundo, no parece existir relación alguna entre los progresos o retrocesos democráticos y las sumas que gasta el Consejo de Seguridad Nacional.
Esto confirma, por el
contrario, que los objetivos reales nada tienen que ver con los objetivos
oficialmente anunciados. Los responsables de la USAID citan, sin embargo, un
estudio de la universidad Vanderbilt que afirma que sólo las operaciones de la
NED cofinanciadas por la USAID han sido eficaces, ya que la USAID tiene una
administración rigurosa de su presupuesto. Por supuesto, este singular estudio
fue financiado por… la USAID.
En todo caso, en
2003, en ocasión de su vigésimo aniversario, la NED hizo un balance político de
su acción. Según ese balance, la NED financiaba en aquel momento más de 6 000
organizaciones políticas y sociales en todo el mundo, cifra que ido en aumento
desde aquel entonces. La NED reconocía entonces haber creado enteramente el
sindicato Solidarnorsc en Polonia, la Carta de los 77 en Checoslovaquia y Otpor
en Serbia. Se felicitaba por haber creado también enteramente la radio B92 y el
cotidiano Oslobodjenje en la antigua Yugoslavia así como gran cantidad de
medios de difusión independientes en el Irak «liberado».
Cambiar de fachada
Luego de haber
registrado un éxito mundial, la retórica de la democratización ya no convence a
nadie. El presidente George W. Bush la desgastó al abusar de su uso. Nadie
puede afirmar seriamente que las subvenciones que distribuye la NED harán
desaparecer el terrorismo internacional. Como tampoco es posible afirmar ahora
que las tropas estadounidenses derrocaron a Sadam Husein para ofrecer la
democracia a los iraquíes.
Además, los
ciudadanos que en el mundo entero militan a favor de la democracia son ahora
más desconfiados. Han entendido que la ayuda que ofrecen la NED y sus
sucursales sirve en realidad para manipularlos a ellos y a sus países. Se
niegan, por lo tanto, cada vez más a menudo a aceptar las donaciones
«desinteresadas» que estas les proponen. Así que los responsables estadounidenses
de los diferentes canales de corrupción estudian cómo cambiar nuevamente de
fachada.
Después de los sucios manejos de la CIA y la transparencia de la NED, apuntan ahora hacia la creación de una nueva estructura que vendría a reemplazar un conjunto ya desacreditado.
Después de los sucios manejos de la CIA y la transparencia de la NED, apuntan ahora hacia la creación de una nueva estructura que vendría a reemplazar un conjunto ya desacreditado.
Esa estructura ya no
estaría en manos de los sindicatos, del patronato y de los dos grandes partidos
políticos estadounidenses sino de multinacionales concebidas según el modelo de
la Asia Foundation.
En los años 1980, la
prensa reveló que la Asia Foundation era una fachada de la CIA para la lucha
contra el comunismo en Asia. Hubo entonces una reforma de la fundación y su
administración fue puesta en manos de varias transnacionales (Boeing, Chevron,
Coca-Cola, Levis Strauss, etc…). Aquel cambio de apariencia bastó para
proporcionar un aspecto no gubernamental y respetable a una estructura que
nunca dejó de estar al servicio de la CIA.
Después de la
disolución de la URSS, se creó también la Eurasia Foundation, cuya misión
consistiría en extender la acción secreta a los nuevos Estados asiáticos.
Otra discutida
cuestión es la de saber si las donaciones para la «promoción de la democracia»
deben adoptar únicamente la forma de contratos para la realización de
determinados proyectos o la de subvenciones sin obligación de resultados. La
primera fórmula ofrece mejor cobertura jurídica, pero la segunda es mucho más
eficaz como estrategia de corrupción.
Ante tal panorama, la
exigencia de Vladimir Putin y de Vladislav Surkov en cuanto a reglamentar el financiamiento
de las ONGs que operan en Rusia es enteramente legítima, por muy exagerada y
extremadamente meticulosa que sea la burocracia que hayan establecido para
ello.
El dispositivo de la
NED, instaurado bajo la autoridad del Consejo de Seguridad Nacional de Estados
Unidos, no sólo está lejos de favorecer los esfuerzos democráticos en el mundo,
sino que además los envenena.
Viejo Condor
Voltaire net (SIC)
Thierry Meyssan
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