Las lluvias de turpiales muertos en Arkansas (EEUU), de tórtolas al norte de Italia, palomas en Canadá, de estorninos en Rumania y cuervos en Suecia no son augurios apocalípticos.
Por lo menos así piensan los ornitólogos participantes en la rueda de prensa organizada por RIA Novosti.
El hecho de una mortandad masiva de aves es exagerada. Es importante no recargar las tintas de estos sucesos pero, indudablemente, ya va siendo hora de prestar algo de atención a los problemas que están sufriendo los pájaros.
En palabras del catedrático de Biogeografía de la Universidad Lomonosov de Moscú, Vladímir Galushin, las muertes de aves en Europa y en EEUU no están interrelacionadas. Se piensa que en Arkansas las aves murieron a causa de los fuegos artificiales de Nochevieja. Más de 3.000 de turpiales, asustados, huyendo del ruido y desorientados en la oscuridad, se estrellaron contra los edificios, el cableado urbano y los automóviles.
Sin embargo, esto todavía no se ha demostrado y el caso sigue siendo un misterio. En la prensa corrían rumores de que las aves habían sido envenenadas por un gas tóxico, el fosgeno, enterrado en Arkansas. En todo caso, los científicos rusos insisten en que esta catástrofe debería ser investigada cuidadosamente.
En el caso de las tórtolas italianas, éstas supuestamente murieron por haber ingerido semillas de girasol en exceso. Según cree el presidente de la Unión rusa de protección de aves, Víctor Zubakin, en Rumania, los estorninos, al parecer, se envenenaron con una sustancia llamada bagazo. No es la primera vez que ocurre así. En Moscú ya tuvo lugar un caso similar, cuando un gran número de jilgueros perecieron al ingerir bayas de serba que se congelan cuando comienzan las heladas y empiezan a fermentar con el deshielo, convirtiéndose en tóxicas.
Este invierno también se producirán casos de intoxicación. El invierno en Rusia, en general, es muy duro para las aves. El hielo que cubre los troncos de los árboles a finales de diciembre obstaculiza el acceso al alimento (p.e. insectos ocultos debajo de la corteza). Asimismo, a algunas especies, como a los paros, les resulta imposible conseguir el acceso a la comida desde las gruesas capas de nieve.
El verano de 2010 en Rusia tampoco ha sido benigno para las aves. Los ornitólogos todavía no han hecho un recuento del número exacto de aves que cayeron a causa del calor anómalo y de los incendios forestales. Otra de las causas de las mortandades masivas fue la drástica caída de las temperaturas después del bochorno: las aves, ya enfermas e intoxicadas por los humos de la combustión, sufrieron un enorme estrés debido al brusco cambio del tiempo.
A propósito, los expertos en zoología ya plantearon el cambio climático como motivo de la catástrofe de las aves. Las aves no son las únicas víctimas de este fenómeno. Debido al aumento de la temperatura de algunos habitats acuáticos también se observa mortandad en peces y cangrejos. Por esta razón, las aves limícolas se quedan sin comida y migran a otras zonas con alimento más abundante, dejando a sus crías solas.
Además, las aves también son susceptibles de las oscilaciones magnéticas. Durante sus migraciones se guían por las líneas magnéticas de la Tierra. Como supone Vladímir Galushin, bien podría ser que los turpiales hubieran muerto por “perturbaciones magnéticas o ensayos de algún tipo de artefacto”. Tampoco descarta que estuviera ocurriendo algún fenómeno global que afectara a todos los seres vivos de la Tierra.
El director de la estación ornitológica de Kaliningrado (enclave ruso en la región del Báltico), Kazimír Bolshakov, hace hincapié en que el hombre es culpable de muchos problemas que azotan a las aves. Las enormes zonas iluminadas artificialmente las desorientan, sobre todo cuando la humedad es alta y la visibilidad, reducida. Las aves impactan contra edificios, torres de telefonía móvil, etc. De esta forma perecen decenas de millones de pájaros cada año. Otras muchas chocan contra los vidrios al no verlos, o se electrocutan con los cables eléctricos húmedos.
Las autopistas de alta velocidad también son trampas mortales para ellas. El mayor número de muertes se produce en el periodo de migraciones y cuando las crías abandonan sus nidos en grandes cantidades, comenta Rustam Saguitov, director de la Fundación Báltica de la Naturaleza. Cuanto mejor es la carretera y el auto, más víctimas hay entre los pájaros. “La evolución de las aves es más lenta que la de la civilización, que el progreso técnico”, concluye Saguitov.
Pero no todo es tan malo en la vida de las aves en la capital rusa. Cada vez más aves se quedan en Moscú para invernar: por ejemplo, ánades y tres tipos de patos (en los estanques quedan zonas con agua no cubierta por hielo), además de los mirlos. En Moscú se está poniendo en práctica un programa para recuperar la población de halcones peregrinos. Hace tiempo, solían instalarse sobre los campanarios de Moscú. En San Petersburgo, afirma Rustam Saguitov, está creciendo el número de aves rapaces, como águilas pescadoras y buitres.
Sin embargo, todavía no existe en Rusia un centro de vigilancia ornitológica nacional. Aunque aparezca, los resultados de las investigaciones científicas sólo estarían listos dentro de unos diez años, como es habitual en el terreno científico. Mientras tanto, y hasta que no haya un sistema unificado y serio de investigación de la vida y los hábitos de las aves, éstas seguirán viviendo en nuestras ciudades como intrusas.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Olga Sobolevskaia
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO CONCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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