Francia está a punto de convertirse en el primer país de Europa en adoptar una ley que prohibirá el uso del atuendo femenino tradicional de los países islámicos en lugares públicos.
Esto, a buen seguro, desatará la indignación y una ola de protestas por parte de las asociaciones musulmanas francesas y europeas y, en general, en todos los países islámicos.
El pasado 6 de julio, la Asamblea Nacional de Francia (cámara baja del Parlamento) debatió el proyecto de ley que prohíbe llevar burkas, chadors y nikabs, al ser prendas que cubren el rostro e impiden la identificación en espacios públicos. Este proyecto se someterá a votación a finales de este mes de julio y se presentará al Senado en septiembre próximo.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el partido en el gobierno Unión por un Movimiento Popular (UMP) de mayoría parlamentaria apoyan la prohibición total de la vestimenta islámica. Así las cosas, la citada ley ya puede darse por adoptada. El Senado es el organismo más conservador del Poder legislativo francés y no hay ninguna duda de que dará el visto bueno al citado proyecto de ley.
Francia ya dio el primer paso hacia esta medida en 2004, cuando Jacques Chirac ocupaba el sillón presidencial, al prohibir usar el velo islámico, al igual que atributos de otras religiones, como la kipá judía, el turbante sij y las grandes cruces cristianas, en los colegios públicos. Esto, ya entonces, provocó manifestaciones de protesta de miles musulmanes.
Es curioso y paradójico, que hoy, el país que promulga los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad sea el primero en censurar el derecho a usar de todo tipo de vestimenta islámica.
En los últimos años, la actitud de Francia y de la mayoría de los países europeos hacia los musulmanes ha cambiado radicalmente. Según datos estadísticos, en Francia, con una población de más de 64 millones de habitantes, viven actualmente unos 5 millones de musulmanes que constituyen la comunidad islámica más numerosa en Europa Occidental.
Casi la mitad de los franceses piensa que los inmigrantes islámicos tienen todo el derecho del mundo a disfrutar de las libertades que el Estado francés garantiza a sus ciudadanos. Sin embargo, la otra mitad cree que el colectivo musulmán debería mostrar más respeto para con el estilo de vida francés para ganarse los citados derechos y contribuir, de esta forma, a un mejor funcionamiento del país que los ha acogido. La segunda mitad de los encuestados cree y apoya la política de asimilación aplicada tradicionalmente por el gobierno francés.
La oposición a Sarkozy coincide en que con esta ley contra el código de vestuario musulmán, el presidente francés intenta recuperar su popularidad en un momento cuando su índice está por debajo del 20%. Su nivel de aceptación es el más bajo en toda la historia de la V República, desde que fuera instaurada por el general Charles de Gaulle en 1958.
La campaña de cara a las elecciones presidenciales del 2012 ya comienza el año próximo. En esta tesitura, Sarkozy no tiene más remedio que respaldar la citada política para compensar los efectos de la creciente afluencia de inmigrantes de los países del Magreb, y para equilibrar en la balanza de la opinión pública ante las duras medidas de austeridad y otras decisiones impopulares que ha tomado su gobierno.
En caso de la aprobación de la nueva ley, el gobierno francés planea aplicar 150 euros de multa a las mujeres que lleven el velo islámico integral e imponer un año de prisión y 15 mil euros a los hombres que impongan el burka o nikab.
No obstante, es posible que Francia tenga serias dificultades para hacer cumplir estas normas. Todos saben que los policías franceses tienen un gran respeto hacia las mujeres, incluso hacia las que presuntamente infringen la ley. Las unidades de policía nacional ya han expresado su preocupación ante la perspectiva de obligar a las mujeres musulmanas a quitarse su vestimenta tradicional y a descubrir su rostro.
En realidad se esperaba que fuera Bélgica el primer país que adoptara una ley similar, que ya ha sido aprobada por la cámara baja del Parlamento belga. Pero en la víspera de su aprobación por la cámara alta, el país se quedó sin gobierno y se vio obligado a convocar unas elecciones anticipadas celebradas el pasado 13 de junio. Hoy en día, Bélgica tiene que solucionar sus propios problemas internos y formar un nuevo gabinete con el objetivo de integrar a los flamencos y los valones. Estos dos grupos étnicos y lingüísticos antagónicos representan una amenaza mucho más seria para la integridad del país que la minoría musulmana.
El uso de burkas y velos islámicos en lugares públicos ya ha sido prohibido en Cataluña. Italia y Suiza prevén introducir medidas similares a nivel nacional en breve.
A finales del año pasado, Suiza, país multicultural y, probablemente, el más cosmopolita de Europa, que durante muchas décadas concedió asilo político a inmigrantes y refugiados de todo el mundo, aprobó la iniciativa de prohibir la construcción de minaretes en las mezquitas, votada en el referéndum federal. Cabe mencionar que sólo cuatro de unas 150 mezquitas que funcionan en Suiza tienen minaretes.
Este reciente cambio de la postura suiza hacia la inmigración es un ejemplo más del creciente sentimiento antimusulmán en Europa.
Las fuerzas conservadoras de extrema derecha en Europa suelen recurrir a xenofobia y radicalismo para conseguir sus objetivos políticos. Como respuesta y ante estas amenazas, entre las confesiones minoritarias van fraguando los sentimientos nacionalistas y de grupo, sobre todo, en la comunidad musulmana.
Según los datos de la UE, en la actualidad, la población musulmana asciende a unos 20 millones de personas en los 27 países comunitarios que cuentan con unos 500 millones de habitantes en total.
Expertos europeos afirman que es imposible determinar el número exacto de musulmanes residentes en Europa. Se realizan encuestas, pero son voluntarias y cada uno tiene derecho a declarar u ocultar su pertenencia al este colectivo.
Durante el último lustro se augura que la población musulmana de Europa aumentará hasta 40% o 50%. Pero tales previsiones se ponen en duda debido a una drástica caída de la natalidad que se viene observando entre los musulmanes en países europeos.
Francia y los otros países europeos deberían pensarlo bien antes de adoptar leyes que establecen el código de vestuario musulmánLas consecuencias pueden ser imprevisibles.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Andrei Fediashin
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
No hay comentarios:
Publicar un comentario