Los intereses de Moscú y Trípoli podrían chocar próximamente en Ucrania, escribe hoy Nezavisimaya Gazeta al recordar que Rusia y Libia aspiran a comprar este mes la planta OPZ, importante productora ucraniana de amoníaco, carbamida y abonos nitrogenados.
Situada cerca de Odessa, a orillas del mar Negro, y especializada en el transbordo de productos químicos exportados desde países postsoviéticos, esta empresa es una de las últimas en Ucrania que todavía quedan en las manos del Estado a pesar de su gran atractivo comercial. Hubo varios intentos de privatizarla en los últimos seis años pero los concursos correspondientes siempre se desconvocaron a última hora.
En primavera pasada, cuando la primera ministra ucraniana Yulia Timoshenko viajó a Trípoli, y en verano, cuando su homólogo libio cumplió una visita de respuesta a Kiev, se supo que a Libia le interesa la adquisición de OPZ. A cambio, Trípoli se ofreció para financiar la construcción de una moderna refinería petrolera de gran potencia en el territorio de Ucrania.
Algunos expertos señalan que este proyecto podría debilitar a las refinerías ya existentes en Ucrania, controladas desde hace tiempo por empresas rusas. También va a provocar el descontento de aquellas compañías rusas que explotan el oleoducto Odessa-Brody para trasegar el crudo en el sentido inverso, del oeste al sur de Ucrania, puesto que los proyectos de cooperación energética entre Kiev y Trípoli implican el relanzamiento de esta tubería en la dirección proyectada originalmente.
El primer ministro de Rusia, Vladímir Putin, al reunirse con Timoshenko el pasado martes en la ciudad polaca de Gdansk, reafirmó el interés de empresas rusas por la compra de OPZ y aseguró que Moscú no impondrá multas a Kiev aunque la parte ucraniana reduzca a la mitad el volumen del gas que se comprometió a importar de Rusia en 2010. Por su parte, Timoshenko prometió no aumentar las tarifas por el transporte del combustible ruso a Europa a través del territorio ucraniano.
Observadores locales resaltan que son acuerdos meramente verbales, por lo que no se descartan nuevas discrepancias entre Moscú y Kiev en materia del gas, especialmente, habida cuenta de que el grupo ruso Gazprom ganaría cinco mil millones de dólares menos, si Ucrania bajase efectivamente el volumen de importación. A juicio de expertos, Moscú va a defender sus propios intereses sin hacer regalos a Timoshenko u otros políticos que disputarán la presidencia de Ucrania en las elecciones de enero próximo.
Por tanto, las nuevas negociaciones entre Putin y Timoshenko, a celebrarse el próximo mes de octubre en la ciudad ucraniana de Járkov, parecen ahora impredecibles: pueden de igual manera resultar un éxito espectacular, que ayudaría a la actual primera ministra de Ucrania a ganar los comicios presidenciales, o derivar en un sonado fracaso que reforzaría a sus rivales.
Timoshenko se desplazó de Gdansk a Trípoli para asistir a la celebración del 40 aniversario de la revolución en Libia y negociar diversos proyectos de cooperación con el líder de este país, Muamar Al Gadafi. Expertos ucranianos señalan en este contexto que Timoshenko podría aprovechar los proyectos libios como una especie de salida de emergencia.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
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