Consecuencias del huracán Sandy en Cuba. (Archivo)
Destacados científicos y especialistas de más de treinta países se reunieron en La Habana durante el IX Congreso Internacional sobre Desastres, para debatir medidas de prevención y conservar vidas humanas.
Con junio comienza la temporada ciclónica en el hemisferio occidental y los cubanos se preguntan ¿qué nos traerá este año?, ¿Será tranquilo?, ¿O algún nombre se volverá tristemente célebre, como el Iván, el Wilma o la “abuela” Flora, que nos visitó en 1963? Ciclones que para algunos quedaron en una simple anécdota y para otros han sido las páginas más dolorosas de sus vidas.
“Los ciclones tropicales, en especial los huracanes, constituyen hoy la amenaza mayor de desastres en Cuba y los países del mar Caribe”, afirmó José Rubiera, jefe del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba, durante el IX Congreso Internacional sobre Desastres, que reunió en La Habana a destacados científicos y especialistas de más de treinta países.
Y qué mejor lugar que Cuba para hablar del tema, un país que a pesar de estar en el mismo centro del mar Caribe –ruta obligada de la mayoría de los huracanes tropicales– ha logrado marcar pautas en la prevención de desastres en la región y el mundo, con las cifras de mortalidad más bajas del continente americano.
Mientras, en otros países, la naturaleza se vuelve genocida. Mortíferos huracanes han dejado miles de muertos por Centroamérica y hasta en Estados Unidos, y cuando pasan por Cuba apenas hay que lamentar casos aislados de víctimas mortales, muchas por negligencia propia. Las mayores tragedias en la isla son los grandes daños a la economía y los inmuebles, notables en las abundantes edificaciones antiguas, inapropiadas o en mal estado.
¿Cómo logran los cubanos salir ilesos, a pesar de los grandes problemas económicos de la isla? La respuesta a esta interrogante está en un bien engranado plan de emergencias que aplica la Defensa Civil en Cuba, prácticamente de contingencia militar, ante posibles situaciones de catástrofe. Desde el mismo momento en que se comienza a pronosticar una tormenta tropical o huracán que puede afectar al territorio, se ponen en marcha una serie de medidas que contribuyen decisivamente a salvar miles de vidas.
En primer lugar, son totalmente desalojadas las zonas de mayor peligro. Esto no sólo se limita a avisos de evacuación para aquellos que decidan escapar por su cuenta a casas de familiares o amigos. Para las personas que no tienen esas posibilidades, las autoridades ponen a su disposición transporte y albergues seguros, en los que se garantiza la alimentación y atención médica durante el tiempo que sea necesario.
Los colegios y centros de trabajo paralizan sus actividades varias horas antes, y se recomienda a la población que se mantenga a resguardo en sus hogares. La información oportuna de las medidas de seguridad que es necesario tomar de forma individual ayuda también a minimizar los riesgos.
Otra disposición que ha ayudado a disminuir el número de víctimas en los últimos años ha sido la de cortar preventivamente el suministro eléctrico ante el paso de algún fenómeno de este tipo. Así, los postes y cables eléctricos que puedan caer a consecuencia de los fuertes vientos no constituyen un peligro mortal para aquellos que por uno u otro motivo se aventuran a salir durante la tormenta.
Ante un gran huracán, los evacuados pueden llegar a más de medio millón. Incluso los animales de granja, mascotas y hasta enseres domésticos valiosos y escasos para la mayoría son puestos a veces a buen recaudo ante la inminencia del desastre.
No obstante, las pérdidas son grandes, tanto a nivel de la economía del país como en el bolsillo de cada cubano, que muchas veces ven perder en cuestión de horas o incluso minutos lo que les ha costado muchísimos años de sacrificio, sin posibilidad de reemplazo.
Las experiencias cubanas trascienden las fronteras en varios proyectos de cooperación, como la Iniciativa para el Manejo del Riesgo en el Caribe, que capacita y prepara especialistas para implementar la creación de centros para situaciones de desastre en Trinidad y Tobago, Jamaica, Barbados y República Dominicana.
Nada nuevo en realidad, porque en fechas tan lejanas como 1960 llegó a Chile la primera ayuda médica cubana para atender damnificados de un terremoto en esa nación, práctica que se multiplicaría después en Argelia, y en países de América Latina, África y Asia.
Ahora que el cambio climático provoca huracanes más intensos y lluviosos, es hora de tomar nota, y ante cualquier tragedia recordar siempre que la vida es el bien más preciado.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)