Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces y hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes (Isabel Allende).
Desde hace siglos, los sabios constatan que el proceso de la evolución del mundo y por supuesto de cada país, es una etapa cíclica que implica permanente cambio en la política de cada estado.
Norteamérica es un ejemplo más que confirma esta tesis con una simple referencia a su política migratoria que a partir de la segunda mitad del Siglo XX entró en un proceso de drásticos cambios, reduciendo el flujo de los inmigrantes y aumentando al mismo tiempo el número de las deportaciones.
Las palabras esculpidas en la base de la Estatua de la Libertad dicen: “Dadme vuestros rendidos, vuestros pobres / acurrucadas masas deseando respirar aire libre / El desamparado desecho de vuestra repleta orilla / Mándame a estos seres sin tierra que la tempestad me trajo / Alzo mi faro detrás de la puerta dorada”. ¿Qué hubiera dicho ahora Emma Lazarus (1849 – 1887) la autora de este bello poema en su libro “The New Colossus”, si se enterara que el “faro” de la estatua perdió brillo, que la “puerta dorada” ya está prácticamente clausurada y, que el actual gobernante Barack Obama batió el récord de deportaciones en su presidencia y que estas alcanzarán para fin de este año, si se mantiene el mismo ritmo, a dos millones de seres humanos de los cuales Norteamérica quiere deshacerse?
Un reciente informe de la Universidad de California-Merced da a conocer que los dos millones de deportados entre 2009 y 2014 es la misma cantidad de personas que fueron deportados por la administración norteamericana durante 105 años, entre 1892 y 1997. Lo irónico es, que esta política de expulsión la está promoviendo el presidente que habla permanentemente del humanismo, basado en la razón y la compasión. Continuamente, el gobierno norteamericano recalca que las personas deportadas son en su mayoría criminales. En 2011 más de 188 mil personas fueron expulsadas del país por tener record criminal. De ellos el 25 por ciento fueron deportados por delitos de tránsito vehicular, el otro 25 por ciento tenían condenas por drogas y uno de cada cinco por delitos migratorios.
Lo que no especifican los informes de estadística es que el delito de tráfico incluye exceso de velocidad o ignorar la luz roja del semáforo; la posesión de un troncho de marihuana es suficiente para tener una condena por droga y el delito migratorio es la entrada ilegalmente en el país. El problema principal con las expulsiones consiste, según el informe de la Universidad de California-Merced, en el hecho de que los deportados habían vivido en los Estados Unidos un promedio de 14 años.
Esto significa que el programa de la expulsión Criminal Alien Program (CAP) lleva a la separación de las familias. Como declaró recientemente la autora de este informe Tanya Golash Boza, “De un lado, Obama suele decir he deportado a estos criminales y de otro lado, las personas expulsadas, que han cometido en su mayoría crimines menores, han vivido, trabajado y han tenido hijos en los Estados Unidos”.
¿Pero a quién le interesa el factor humano? La política migratoria está basada generalmente en la necesidad de regular el flujo de la mano de obra que se origina en otros países. En realidad la determinan los economistas del Estado (departamento de Trabajo) y los hombres de negocio. Lo humano no tiene nada que ver con esta política donde cada ser humano se convierte en un simple número.
Todo esto se ha visto perfectamente durante la discusión en el senado de un proyecto de Ley 744 “Seguridad Fronteriza, Oportunidad Económica y Ley de Modernización del Sistema la Inmigración” que teóricamente debería abrir posibilidad de legalizar a 11,5 millones de indocumentados y facilitar mayor cantidad de visas para los profesionales y trabajadores no cualificados. También en este proyecto está incluido “Dream Act” (El Acta del Sueño – Ley de Fomento para el Progreso, Alivio y Educación para Menores Extranjeros). El Acta de Sueño permitiría que cada año que unos 65.000 estudiantes indocumentados graduados de secundaria, que ingresaron a EE.UU. antes de los 16 años, ajustaran su estatus a residente legal condicionado por seis años.
Después de seis meses de deliberaciones y de intensas negociaciones el proyecto de ley ganó en el Senado con un margen de 68 votos contra 32.
Sin embargo, de acuerdo a muchos especialistas en leyes de migración, este proyecto establece difíciles condiciones para el trámite de legalización de los indocumentados. Uno de ellos, Justin Feldman, considera que aproximadamente la mitad de los solicitantes no podrán beneficiarse con esta ley y quedarían excluidos, lo que les obligará a seguir permaneciendo en el país como ilegales. También, en caso de aprobarse este proyecto en la Cámara de Representantes, recién se iniciará la discusión después del receso de verano, por lo que se comenzará la deportación masiva de los inmigrantes cuya visa expiró el año anterior.
El proyecto de la ley migratoria aprobado en el Senado establece que quienes sean autorizados recibirán un estatus probatorio de “inmigrante provisional” (PRI) por 10 años, esto después de pagar una multa e impuestos atrasados, al término de los cuales recién podrán gestionar la residencia legal permanente y, tres años después iniciar el trámite de la ciudadanía. Se calcula que pasarán no menos de 15 años para que ellos tengan acceso al sistema de beneficios públicos. A los seis años, los inmigrantes provisionales PRI deberán verificar nuevamente los antecedentes penales y pagar una nueva multa. En el caso de los inmigrantes cuyo sueldo está debajo del índice federal de la pobreza, que es 11.490 dólares al año para una persona y para los que estaban desempleados durante más de 60 días, la ley cancela su estatus del PRI.
La aprobación del proyecto de la reforma orgánica migratoria en el Senado representa en realidad el primer paso para una nueva ley migratoria, se necesitará la aprobación de la Cámara de Representantes que tomará varios meses de discusiones y la negociación con los senadores, debido a la resistencia de la mayoría de los congresistas republicanos a la legalización de los indocumentados. Están utilizando todos los recursos para poner trabas a esta reforma, incluyendo comentarios racistas. Hace poco un congresista de Iowa, Steve King se pronunció contra la Ley El Acta de Sueño, la cual abre el camino a la ciudadanía a los estudiantes traídos ilegalmente a EEUU por sus padres, argumentando que “Por cada alumno sobresaliente, hay otros 100 que pesan 130 libras (54 kilos) y tienen pantorrillas como melones porque andan transportando 75 libras (34 kilos) de marihuana por el desierto. Esa gente será legalizada por la misma ley”.
Para hacer más difícil la aprobación de esta ley los republicanos quieren más seguridad en las fronteras antes de que se conceda una “amnistía” a los indocumentados. El congresista republicano John McCain declaró recientemente que “Seremos la frontera más militarizada desde la caída del Muro de Berlín”. Se refería al texto de la ley que ordena implementar una serie de medidas para reforzar la frontera con México que ya tiene unos 1.176 kilómetros de vallado (extensión total – 3.200 km) para evitar millones de ilegales en el futuro. En realidad la muralla de la que habla McCain es de hierro de dos metros y medio de altura construida en los años 1990 y de alambrado de tres metros de altura.
Ahora los congresistas apoyan el gasto de 40 mil millones de dólares para aumentar el número de agentes fronterizos de 20.000 a 40.000, construir cientos de torres de vigilancia, instalar miles de nuevos censores y radares y aumentar el número de drones sobrevolando para prevenir el cruce de la frontera. Lo trágico es que todas estas medidas se aplican a México – un aliado incondicional de los Estados Unidos desde la firma del Tratado de Libre Comercio NAFTA desde entonces convertido en su satélite y proveedor de la mano de obra barata.
Todas las discusiones que tienen lugar en Norteamérica respecto a la legalización de los 11,5 millones de indocumentados, que posiblemente serían alrededor de 20 millones, indican que el proceso será largo y penoso para la mayoría de los indocumentados en las condiciones cuando la economía norteamericana está lejos todavía de superar la crisis que la está afectando seriamente. Y la cuestión de los muros es un fenómeno temporal, todos caen en su debido tiempo, igual como el Muro de Berlín.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)