Armando Pérez
Las expectativas de una próxima guerra en el Golfo Pérsico, y la reciente elección de Vladímir Putin como presidente de Rusia, revivió los debates entre los rusos sobre los recursos que cuenta Moscú para persuadir a Israel renunciar de sus planes de atacar a Irán.
Al exponer su estrategia de política exterior durante la campaña electoral, Putin incluyó a Irán entre las prioridades, y según expertos, esto perfila una pronta ofensiva diplomática de Moscú destinada a convencer el mayor número posibles de gobiernos de que una guerra contra Irán es inadmisible, porque son más la pérdidas que los beneficios.
Antes que todo, la ofensiva diplomática de Moscú estará dirigida a los países que comparten fronteras con Irán, y especialmente, los países ribereños del Mar Caspio, donde la influencia de Rusia es notoria.
Así, es muy probable que Kazajstán, Turkmenistán y Azerbaiyán, en todas las tribunas de concertación internacional, desde la ONU hasta organizaciones regionales, apoyen la postura rusa de evitar una guerra mientras existan las posibilidades de un arreglo político.
Al respecto, es importante recordar que en noviembre de 2010, estos países junto con Rusia e Irán firmaron un acuerdo de seguridad para el Caspio, lo que dificulta la concertación de posibles alianzas con terceros países, sobre todo si esos terceros confabulan planes bélicos contra uno de los países signatarios.
Otro frente de la ofensiva rusa estará destinado a la Comunidad de Estados Independientes (CEI) que aglutina a los países miembros de la desaparecida Unión Soviética.
A pesar de su modesta importancia geopolítica a nivel mundial, un rechazo del CEI a una guerra
contra Irán podrá tener efectos disuasorios para países de la zona como Georgia, cuyo gobierno puede caer en la tentación de apoyar los planes de Israel.
La sintonía de posturas en torno a Irán permitirá a Moscú y a Pekín ampliar la lista de países que se oponen a la guerra desde el formato de la Organización de Cooperación de Shangai, (OCS), una de las entidades de concertación política más influyente en una parte de Europa y prácticamente toda Asia.
A partir de las tribunas anteriormente mencionadas, la aparición de un frente internacional en contra de una aventura bélica contra Irán tendrá tanta o más resonancia que la actual retórica que impera en la comunidad internacional sobre la inminencia de los ataques preventivos como único recurso para detener el programa nuclear iraní porque supuestamente, está destinado a fabricar bombas atómicas.
En más de una ocasión, Rusia ha cuestionado la imparcialidad del Organismo Internacional de Energía Atómica al momento de valorar la situación real del programa nuclear iraní.
Para Moscú, esa postura impide que las negociaciones sobre el programa nuclear iraní tengan la transparencia necesaria para establecer si es verdad que Teherán tiene o no ambiciones nucleares militares.
Entre tanto, medios de prensa rusos, pesimistas en las posibilidades diplomáticas, enumeran las variantes que puede tener Moscú para ayudar a Teherán cuando los cazas israelíes remonten vuelo para atacar sus instalaciones nucleares.
La más difundida se refiere a la reanudación inmediata de los contratos para la venta de
sistemas de defensa antiaérea S-300 suspendidos por el presidente saliente Dmitri Mevédev y que Putin, una vez se instale en el Kremlin, puede restablecer a cualquier momento.
Si Teherán obtiene ese tipo de sistemas, las escuadrillas de cazas israelíes podrán ser blanco de los misiles interceptores rusos, lo que aumentará la lista de pilotos muertos y aviones abatidos.
En consecuencia, se reducirá la eficacia prevista por Israel con su operación de castigo.
Otros expertos afirman que Rusia también puede abastecer a los iraníes de elementos electrónicos y hasta propulsores para los sistemas de defensa antiaérea de producción nacional que con los componentes rusos y en condiciones de cantidad y aplicación específica, pueden tener la misma eficacia de los S-300.
Citados por la prensa moscovita, algunos especialistas rusos consideraron probables las informaciones reveladas recientemente por la prensa israelí de que Moscú, después de modernizar una estación de radar en Siria, ahora puede advertir oportunamente a Teherán cuando los cazas israelíes remonten vuelo en dirección a Irán.
Según la prensa israelí, se trata de una estación de radar situada en Jabal Al Harrah, al sur de Damasco, frente al Mar de Galilea, con recursos electrónicos que permiten detectar los movimientos de aviones en el territorio de Israel, Jordania, el golfo de Aqaba y el norte de Arabia Saudita.
Paralelamente a este radar, Rusia también modernizó otra estación similar localizada en el Monte Sannine, en Líbano, que en conexión con el radar en Siria y su red de satélites espías, puede controlar el movimiento de buques aviones y tropas navales en una amplia zona del Mediterráneo oriental, incluyendo Chipre y Grecia.
Al respecto, los expertos rusos indican que esos radares pueden ser útiles para que Moscú siga paso a paso los preparativos y el desarrollo de una guerra total en cualquier país del Golfo Pérsico, incluso contra Irán.
Pero la perspectiva de una guerra total por aire mar y tierra contra Irán por parte de Israel no está prevista y para afrontar ataques de aviación a sus instalaciones nucleares es suficiente los sistemas S-300 o modelos análogos, constatan los expertos rusos.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Andres Perez
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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