Armando Pérez
El atentado terrorista perpetrado el pasado 23 de diciembre en Damasco favorece un desenlace sangriento para la revolución que estalló hace nueve meses en Siria, porque empeora las condiciones de dialogó entre el gobierno y la oposición, y dificulta la labor de los países mediadores interesados en una salida pacífica al conflicto.
Según las versiones preliminares, terroristas suicidas hicieron estallar coches bomba cargados con gran cantidad de explosivos cerca de la sede del Servicio de Seguridad sirio, ocasionado al menos 44 muertos y más de 166 heridos.
A juzgar por el lugar que escogieron los terroristas, el atentado estaba dirigido contra los funcionarios sirios de seguridad, pero como generalmente ocurre en estos casos, la mayor parte de las víctimas fueron civiles.
Además del pánico, ante la posibilidad de que sucedan más atentados, la población siria se encuentra en un callejón sin salida porque no sabe quienes son los responsables de esta escalada irracional de violencia que puede atacar la población, hasta ahora al margen de la confrontación.
En estas condiciones, la sociedad siria desconfía en la misma medida del gobierno, y de las fuerzas revolucionarias, porque independientemente de quién sea el promotor del terrorismo, por lo visto actúa bajo el principio, de que el fin justifica los medios, incluso si esos medios atentan contra la seguridad de la sociedad que supuestamente defiende.
Según las autoridades sirias, el atentado fue perpetrado por la organización terrorista Al Qaeda, una de las fuerzas de oposición más irreconciliables en la lucha contra el presidente Asad.
Pero agencias de prensa internacionales informaron de que la organización islamista Hermanos Musulmanes en Siria había reivindicado la autoría del atentado en un comunicado difundido en Internet.
Horas después, un portavoz de la organización desmintió la información argumentando que la página web que reivindicó el atentado no pertenece a los Hermanos Musulmanes.
Según ese portavoz, todo esto fue una provocación urdida por los servicios secretos sirios para comprometer a la agrupación islamista ante los ojos de la población.
Expertos rusos opinan que la inclusión de la componente terrorista en la complicada crisis que vive Siria perjudica sin distinción a todas las partes implicadas en el conflicto.
Vale destacar que el atentado se produjo un día después de la llegada a Siria del primer grupo de 30 observadores de la Liga Árabe para verificar el uso desproporcionado de la fuerza por parte de fuerzas de seguridad contra las manifestaciones que convoca la oposición.
Los observadores que en total serán 150, también deben comprobar las acusaciones del gobierno sirio de que entre la oposición operan agrupaciones armadas que combaten y han ocasionado bajas en el ejército y la policía sirias en varias ciudades del país.
Tras el atentado, los observadores de la Liga Árabe se han convertido en un dolor de cabeza para el gobierno sirio, porque debe garantizar la seguridad de cada uno de esos observadores, incluso en las ciudades donde las fuerzas opositoras prácticamente controlan la situación.
Si Damasco suspende la vista de los observadores, de seguro será acusada de utilizar ese pretexto para impedir la inspección, lo que confirmaría las criticas de muchos gobiernos occidentales de que Asad está utilizando la fuerza con desproporción.
A pesar de los problemas, en Occidente son muchos los que piensan que el atentado perpetrado en Damasco es obra de los servicios secretos sirios.
La mayor parte de la prensa occidental sugiere que ahora cuando el terrorismo está cobrando víctimas en Siria, las autoridades de damasco pueden apretar las tuercas para sofocar la revolución.
Pero expertos rusos estiman que a pesar de las señales de confusión que manifiesta el gobierno, es prematuro afirmar que Asad no tuvo más opción que autorizar la variante terrorista para conservar su poder en Siria.
Según esos expertos, es muy alta la posibilidad de que el atentado sea obra de las organizaciones terroristas especializadas en ese tipo de trabajo, ya que actualmente en Siria deben de operar muchas agrupaciones de ese tipo.
Sobre todo porque ya hubo antecedentes en otras “revoluciones” ocurridas en el mundo árabe, más exactamente en Yemen, donde agrupaciones de Al Qaeda todavía controlan poblados enteros.
Centros de estudio en Moscú especializados en Oriente Medio constatan que la mayor parte de la población involucrada en las revoluciones sienten más simpatía por las organizaciones políticas islamistas que por los partidos que defienden los valores democráticos de corte occidental.
Eso explica la victoria de las fuerzas islamistas en Túnez y la creciente influencia de los Hermanos Musulmanes en Egipto.
Ningún político responsable puede descartar que en la actual situación en Siria, las organizaciones extremistas pueden cometer crímenes contra la población civil y de paso, comprometer al gobierno y las fuerzas de oposición moderadas que aspiran a cambios democráticos.
En este sentido, la prensa rusa destacó la irresponsabilidad demostrada por algunos gobiernos influyentes como el de Estados Unidos, que en varias ocasiones ha recomendado a la oposición rechazar todas las propuestas de negociación ofrecidas por Asad.
Ese apoyo a posturas irreconciliables seguramente sirvió de estímulo a las fuerzas que perpetraron el atentado de Damasco, sepultando las últimas esperanzas de un arreglo político al conflicto sirio.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Armando Perez
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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