Para indicar la pureza del aire y el agua los especialistas de San Petersburgo han realizado unos exitosos experimentos con cangrejos de río y caracoles que son capaces de competir con los mejores sensores electrónicos. Así, el laboratorio de purificación de agua de esa ciudad acude a esos animales para supervisar la calidad del medio ambiente.
Resulta que los caracoles son útiles para hacer un certero diagnóstico de la calidad del aire. Estos pequeños guardianes son sensibles a la contaminación atmosférica y pueden supervisar biológicamente las emisiones de una planta de abastecimiento de agua al reaccionar a cualquier cambio de estas.
Para obtener resultados, en el Departamento de Abastecimiento de la empresa Servicios de agua de San Petersburgo colocan los caracoles en la cámara de combustión donde mezclan gases con el aire y después se analiza el estado del molusco.
Vladímir Gvózdev, director de este Departamento, explica que existen dispositivos diseñados para un análisis químico. "Pero el biomonitoreo desde hace ya 20-30 años evidenció su eficacia, ahora está en uso en muchos países del mundo", opina Gvózdev.
Parece que el caracol es completamente distinto a nosotros, pero en realidad está dotado de todo: corazón, pulmones, hígado, bazo. "Si el caracol está bien, eso significa que en la zona de protección sanitaria está todo en regla", explicó Serguéi Jolodkévich, jefe del Laboratorio de Ecología Experimental de Sistemas Acuáticos de San Petersburgo.
Para establecer una 'biovigilancia', en el caparazón del caracol se monta una 'armadura especial': le hacen un pequeño agujero para fijar un cable de fibra óptica que, a su vez, sirve como sensor y registra todas las reacciones del animal. A través de monitores en la sala de control se determina el estado de los caracoles en directo: los indicadores de la actividad de su corazón se transmiten a la pantalla.
En el Centro de Investigaciones de Seguridad Ecológica conceden a estos peculiares centinelas, por su fragilidad y carácter inusual, condiciones laborales comparables a las de los astronautas antes volar al espacio. Estos insólitos trabajadores tienen comida y además disponen de un sistema que los humedece constantemente. "Ellos pueden pasear, el glóbulo por cual se deslizan gira constantemente y pueden divertirse mientras tanto", enseña Jolodkévich.
Aunque las tecnologías avanzan con rapidez por todo el mundo, parece que la naturaleza siempre va por delante. Los caracoles son un vivo ejemplo de ello. Y es que por muy lento que sea su trabajo, no hay nada más seguro.
Viejo Condor
RT.net (SIC)
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