La paralización en la entrega de los buques franceses Mistral a Rusia se ha convertido ya en un sainete que haría reír al público de un café-teatro si no tuviera enormes implicaciones políticas, diplomáticas y económicas.
El negociador, o más bien «desnegociador» francés, Louis Gauthier, responsable del Secretariado General de la Defensa y la Seguridad Nacional (SGDSN) vuelve a Moscú a «desvender» el «Vladivostok» y el «Sebastopol», los dos portahelicópteros encargados en 2010 por Moscú. Dura misión de este especialista en cuentas, convertido en un comercial anti-comercio, encargado de obtener el ahorro de unos millones de euros en las compensaciones debidas a Rusia. (París ofrecería 785 millones de euros. Moscú pediría 1.163). Eso, si Francia quiere evitar un eventual arbitraje internacional que le costaría aún más caro.
Infografía: El costo de los Mistral rusos
Pero en un mundo ideal, no haría falta construir armas, y no habría necesidad de venderlas porque no habría conflictos. Hay algunas mentes ingeniosas en Francia que ya han propuesto cometidos ideales a los Mistral: el rescate de los miles de refugiados que transitan por el Mediterráneo. En ese caso, ¿sería absolutamente necesario «desrusificar» los navíos? ¿Habría obligatoriamente que rebautizarlos? ¿Robert Schuman, en lugar de Vladivostok? ¿Jean Monet, por Sebastopol?
Recordemos que el acuerdo entre Francia y Rusia se produjo después del conflicto en Georgia y pocos en Francia y Occidente pusieron reparos morales a la transacción. Ucrania es «más sensible» para la Europa Occidental y sus medios de prensa que la más lejana república caucásica. Pero Ucrania es también un caso de sensibilidad para Rusia. Hay críticos que recuerdan a Europa, Washington y la OTAN que también hubieran debido tener en cuenta ese factor antes de intentar avanzar peones aprovechando el calentamiento de la guerra fría.
En Francia cualquier opinión contraria a la línea oficial es considerada como víctima de la propaganda del Kremlin. Cuando el expresidente Nicolás Sarkozy señala que «Estados Unidos utiliza el caso ucraniano para separar a Europa de Rusia», se le considera abducido por las tesis de Moscú. El partido de centroderecha que Sarkozy dirige y por el que pretende presentarse a las elecciones de 2017, rebautizado esta semana como «Los Republicanos», es acusado de «rusofilia». François Fillon, antiguo Primer ministro de Sarkozy, es sospechoso por considerarse amigo personal de Vladímir Putin y porque en cada entrevista que concede «insiste en no señalar a los rusos como los únicos que crean problemas en Ucrania».
Las figuras de de Gaulle y Napoleón son esgrimidas por franceses pro-Putin y anti-Putin para justificar sus respectivas posiciones. Son los eternos tópicos aplicados a las relaciones entre Rusia y Francia. Recurrir a la historia para explicar el presente es la mejor vía para arruinar el futuro. En Francia la llamada «clase política» y también la ciudadanía está dividida en cuanto a las relaciones con el Kremlin. Los franceses no creen que las consideraciones morales guíen las decisiones del actual gobierno socialista con respecto a Moscú. Para unos, Hollande se pliega a la presión de sus aliados atlánticos; para otros, son consideraciones de política interna, en su estrategia hacia la reelección, las que dirigen su política. En cualquier caso, un cambio de Presidencia y de gobierno en 2107 significaría un cambio de ondor
Viejo Condor
Sputnik Mundo (SIC)
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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