La aparición de nuevas tecnologías de extracción de gas y de petróleo de esquisto puede influir notablemente en las relaciones internacionales. Es muy probable que los grandes actores mundiales, que hasta ahora dependen de las importaciones de agentes energéticos, dentro de cierto tiempo se conviertan en exportadores.
En caso de que se dé semejante situación, aunque falta mucho tiempo para ello y las perspectivas de la explotación de esquisto de momento no son evidentes, inevitablemente también planteará serias interrogantes ante Rusia, que es el principal proveedor de hidrocarburos al mercado mundial. Moscú tendrá que corregir sin falta su política interna y exterior.
Diez años atrás era imposible suponer que EEUU será un gran productor de gas natural y extraerá más que Rusia, que hasta ese momento ocupaba la primera posición. Ahora es un hecho consumado. Muchos países se pusieron a explotar yacimientos de gas de esquisto, entre ellos Polonia, Ucrania, Australia, Gran Bretaña y asimismo China. Los medios informan de que el Reino Unido hacia 2032 garantizará con gas de esquisto hasta la cuarta parte de su consumo de gas.
También aparecieron tecnologías que permiten extraer petróleo de esquisto. Por ejemplo, a juzgar por las informaciones de que disponemos, Japón está seriamente interesado en su extracción. La compañía Japan Petroleum Exploration consiguió extraer líquido s de esquisto, lo que posiblemente sea la solución del problema del gran déficit energético en ese país, que también se debe a la futura renuncia por Tokio a la energía atómica.
La revolución del esquisto, en caso de que se produzca, inevitablemente influirá de manera contundente en las relaciones internacionales. Imaginémonos un guión meramente teórico, que por ahora nada tiene que ver con la realidad. EEUU, los países de Europa Occidental y China dejan de importar petróleo y gas, o, en todo caso, disminuyen sensiblemente las importaciones. En este caso, entre los damnificados estarán sin falta las monarquías del Golfo Pérsico. La demanda del principal producto que exportan caerá en picado y se verán obligados a limitar considerablemente sus ambiciones geopolíticas.
También decaerá el interés de EEUU por el Asia Central. Lo más probable es que cesen los proyectos de tendido de tuberías al margen de Rusia. Se empañarán las perspectivas de la explotación de los yacimientos en el mar Caspio. Es posible que en lugar de intentar asegurarse el acceso a las reservas de hidrocarburos, que se encuentran más allá de sus confines, Washington concentre sus esfuerzos en otras direcciones. Por ejemplo, en el restablecimiento de sus posiciones en América Latina, que en los últimos años tambalearon demasiado.
Por lo que se refiere a China, que también planea extraer en su territorio gas y petróleo de esquisto, es muy probable que, en tal caso, para ella la región centroasiática también pierda su atractivo. Asimismo, perderá sentido la activa expansión china en África y disminuirá la dependencia de Pekín de los suministros del petróleo del Golfo Pérsico.
A primera vista, en caso de que las tecnologías de extracción de gas y petróleo de esquisto se justifiquen, Rusia también se verá entre los perdedores. Pero, no es del todo así. En prime r lugar, a diferencia de, por ejemplo, Arabia Saudí, Rusia posee una economía más diversificada. Claro está que el país depende mucho de los ingresos procedentes de la venta de petróleo y gas, pero su disminución será un poderoso impulso adicional para la diversificación económica.
Cabe subrayar que los guiones expuestos son meras suposiciones, que pueden cristalizarse o quedar en el papel. No antes de 7-10 años, o quizás más tarde, se podrá comprender el grado de influencia real del esquisto en las relaciones internacionales. Pero ya hoy es mejor pensar en eso.
Viejo Condor
La Voz de Rusia (SIC)
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