Al término de un encuentro con la ministra sudafricana de Relaciones Exteriores,
Maité Nkoana-Mashabane, la señora Hillary Clinton, al ser interrogada sobre la
situación en Siria, declaró: «Pienso que podemos empezar a hablar y a
preparar lo que sucederá después, al día siguiente de la caída del régimen. No
estoy fijando un plazo. No puedo hacer la predicción, pero sé que eso va a
suceder, como lo saben la mayoría de los observadores en el mundo. Es por eso
que tenemos que asegurarnos de que las instituciones del Estado queden intactas.
Tenemos que asegurarnos de que hayamos expresado expectativas muy claras para
prevenir una guerra de religión. Los que tratan de explotar la miseria del
pueblo sirio, ya sea enviando combatientes en su lugar o enviando terroristas,
tienen que reconocer que eso no será tolerado, en primer lugar y ante todo por
el propio pueblo sirio.» [1].
O sea, La secretaria de Estado estadounidense se opone a todo intento de ajustar cuentas a través de los sirios, pero al mismo tiempo se prepara para administrar un país que no le pertenece.
La señora Clinton condena el terrorismo, a pesar de haberse regocijado por el atentado perpetrado en Damasco el 18 de julio, que decapitó el alto mando militar sirio, y también a pesar de que su presidente, Barack Obama, ha firmado una directiva secreta para la práctica del terrorismo contra Siria.
Viejo Condor
Voltaire.net.org (SIC)
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