En su alocución durante la cuadragésimo segunda Asamblea General de la OEA realizada en la ciudad boliviana de Tiquipaya, José Miguel Insulza, secretario general del organismo, aseguró que cada vez son más quienes acuden a la Organización de Estados Americanos, “sabiendo que aquí encontrarán siempre un espacio de diálogo”.
Por ello mismo, aunque reconoció limitaciones y errores, Insulza aseguró que “la OEA continúa siendo una institución indispensable”.La autoreferencia del funcionario del organismo regional tenía destinatarios bien definidos. Y es que tal como sucedió con la reciente Cumbre de las Américas realizada en Cartagena de Indias, el grupo de países del ALBA congregó esfuerzos para exigir la refundación de un ámbito regional que refleja un orden que consideran antiguo.
En un sentido general, el presidente boliviano, Evo Morales, aseguró que la OEA ha servido “para intervenir naciones, para encubrir y hasta impulsar dictaduras militares, para reprimir y escarmentar a los movimientos sociales que luchan”. Por ello mismo, explicó que “para la OEA hay dos caminos: o muere al servicio del imperio o renace para servir a los pueblos de América”.A los reclamos del mandamás anfitrión le siguieron los de su colega ecuatoriano, Rafael Correa, único máximo mandatario en asistir a esta asamblea de cancilleres y, paradójicamente, el único que faltó en forma de protesta a la cumbre americana de Cartagena. Recordando el protagonismo ganado por organismos como la Unasur o la Celac, Correa manifestó su descontento por las instancias de la OEA: “Lo que más nos sobra son cumbres. Nuestros pueblos pronto se pueden cansar", aseguró el presidente sudamericano. En paralelo, pero desde Caracas, el presidente Hugo Chávez llamó a acabar con la OEA y respaldó la creación de “espacios geopolíticos de unidad”.
En particular, los presidentes del ALBA manifestaron su descontento con el funcionamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a la que consideran una burocracia autónoma de los países miembros de la OEA, con agenda propia, pero sometida a los dictados de Estados Unidos. También llamaron a reformular el Tratado Interamericano de Defensa Recíproca (TIAR), dejando más que nunca la percepción de que este organismo ha perdido la fuerza y el consenso de antaño y que, tal como la Cumbre de las Américas, están destinadas a ser rápidamente reformadas o a existir con cada vez menos incidencia efectiva. Esta realidad no la desconocen los funcionarios de la OEA quienes, como Insulza, reconocen los límites y necesidades de ciertas reformas. Tampoco los mismos funcionarios estadounidenses. La secretaria norteamericana para la región, Roberta Jacobson, explicó que ellos quieren “reformar y perfeccionar la OEA y sus instituciones”, aunque bajo consenso y, seguramente, evitando ir a fondo. En tanto, una treintena de ONGs americanas rechazaron las exigencias de reformas. No sin razón, hay también quienes argumentan que la tarea de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos frente a las dictaduras latinoamericanas no ha sido desdeñable. En efecto, el gobierno argentino ha saludado en ocasiones la labor de la Comisión en los años setenta.
La Asamblea interamericana de la que participaron delegaciones de treinta y cuatro países terminó con la firma de unas setenta resoluciones, entre ellas, el reiterado apoyo al reclamo argentino para abrir el diálogo por Malvinas y la referencia a la despenalización del uso tradicional de la coca; en tanto que también se firmó la Declaración de Cochabamba sobre la Seguridad Alimentaria con Soberanía. En paralelo, la Cumbre Social de los Pueblos también debatió los mismos temas y permitió al presidente Evo Morales reclamar con vehemencia la salida al mar para Bolivia, un centenario conflicto que mantiene con Chile.
Viejo Condor
La Voz de Rusia (SIC)
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