El viernes pasado, la Liga Árabe anunció el fin del ultimátum a Siria
El viernes pasado, la Liga Árabe anunció el fin del ultimátum a Siria.
Lo presentaron los ministros árabes de Asuntos Exteriores para que varios observadores certifiquen la aplicación de la iniciativa de este organismo para resolver la crisis en Siria.
Pero las autoridades sirias rechazaron los términos del ultimátum y el mundo árabe impuso al país las sanciones económicas.
A primera vista, las sanciones contra Siria parecen ser las mismas con las que Estados Unidos y los países de la UE amenazan a Irán. La postura de Rusia, que está bloqueando su aplicación, parece solitaria y desesperada, pero en realidad todo es más complicado.
No habrá más escenarios como el de Libia
Para comprender esta realidad merece la pena evocar la reunión celebrada en Moscú el jueves entre los diplomáticos de los países miembros del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), dedicada a la situación en Oriente Próximo y África del Norte.
Los observadores poco serios suelen ignorar los eventos internacionales que no tienen “nivel”, es decir, en los que no participan presidentes y primeros ministros. Si en la capital rusa se hubiese celebrado una cumbre del BRICS, habría sido diferente. Mientras tanto, en Moscú se reunieron los viceministros de Asuntos Exteriores.
Sin embargo, ignorar este tipo de reuniones no es correcto. La experiencia demuestra que la postura de los altos cargos casi nunca difiere de lo que dicen los viceministros, que saben muy bien lo que piensan sus superiores y viceversa.
En Moscú, los representantes de los cinco países del BRICS formularon sus posturas, que ya habían anunciado en varias ocasiones, y dieron numerosas explicaciones de algunas particularidades. Pero lo más importantes es que prepararon un comunicado para la prensa. Es decir, la idea principal del evento fue hacer públicas ciertas cosas.
El documento en cuestión, que debe ser leído atenta e íntegramente, afirma, a modo de resumen, que los países del grupo BRICS rechazan la violencia para solucionar la crisis en Oriente Próximo. Que es inadmisible una intervención militar en los asuntos internos de Siria, siendo necesario el diálogo entre todas las partes involucradas en el conflicto. Es imprescindible estudiar lo ocurrido en Libia para que este guión no se repita nunca más, ya que finalmente es contraproducente presionar a Irán con las sanciones.
Aislamiento mayoritario
El comunicado coincide completamente con todo lo que declararon las autoridades rusas durante este año con respecto a Siria, Libia, Irán, etc. La oposición en Rusia ha criticado, justo en vísperas de las elecciones, la postura del Kremlin acusándole de haber perdido terreno en Oriente Próximo, de haber dejado a Rusia aislada y enfrentada a la comunidad internacional cuando, según los opositores, había que presionar con sanciones sobre los regímenes dictatoriales mano a mano con EEUU y la UE.
Cabe señalar que China mantuvo la misma postura durante todos estos meses de tensión, así que no se trata exactamente de “aislamiento”. Sin embargo, Moscú y Pekín representan un embarazoso obstáculo para todos e incluso recibieron en el Consejo de Seguridad de la ONU el apodo del “eje del no”.
Ahora al “eje” se unen los países del grupo BRICS que son muy diferentes y muy serios. Sus miembros no dependen en tanta medida de las consecuencias de la crisis económica mundial como EEUU y la UE, que están combatiendo los problemas actuales en lugar de prepararse para una nueva coyuntura internacional. Los países del BRICS son economías emergentes y aliados políticos, a pesar de que algunos de ellos pueden tener divergencias internas (como la India y China). Han demostrado al mundo que están de acuerdo en lo que consideran admisible e inadmisible en la política actual a nivel global.
Además de mirar con atención lo que ocurre en la ONU a la hora de tomar decisiones con respecto a los conflictos en Oriente Próximo, resulta que el voto de Rusia con frecuencia es mayoritario, sea por mayoría de número de países o de su población.
Lo que ocurre en Oriente Próximo tiene muchas matizaciones. Por ejemplo, las sanciones que la Liga Árabe tiene previsto decretar contra Siria, si este país no pone fin a la guerra civil, aparentemente son las mismas con las que EEUU y a la UE amenazan a Damasco y a Teherán.
Pero el mundo árabe tiene la misma manía a Irán que a Estados Unidos y, por lo tanto, no se muestra demasiado respetuoso con Siria, el principal aliado de Teherán. Es verdad que a los árabes les gustaría que el régimen de Bashar al Asad corriera la misma suerte que el de Abdalá Saleh en Yemen y fuera derrumbado.
Es más, los árabes habían intentado conseguirlo en Libia, ya que consideraban al coronel Gadafi un mal vecino. Pero aún hay más matices. Porque a los árabes lo sucedido en Libia les desagrada de la misma manera que a Rusia, Brasil, India y a muchos otros países.
Aquí es donde entran en el juego las reglas de comportamiento en las situaciones conflictivas de esta índole que establecen lo admisible y lo inadmisible. Es inadmisible que los regímenes ataquen a la oposición pacífica, pero también lo es que las fuerzas externas induzcan a la oposición a continuar la guerra en lugar de sentarse a la mesa a negociar con el gobierno. Más aún que la apoyen militarmente.
Esta es, si se mira detenidamente, la idea central del plan de la Liga Árabe para Siria: no admitir allí lo que sucedió en Libia. Y este plan coincide por completo con la postura de los países miembros del BRICS que se opusieron expresamente a la política de sanciones y de guerra.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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