El próximo 10 de abril se cumplirá un año desde el accidente aéreo ocurrido en las afueras de la ciudad rusa de Smolensk en que perecieron el presidente de Polonia, Lech Kaczynski, y sus acompañantes en el avión presidencial.
La proximidad de esta fecha hace que en Polonia la tensión política se agrave. Además, teniendo en cuenta que su presidente, Bronislaw Komorowski, planea acudir, al igual que su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, a Smolensk para honrar la memoria del ex dirigente fallecido.
Para la mayoría de los rusos y de los polacos el mero hecho de que los dos presidentes posen juntos en estas circunstancias puede representar una señal de que las antiguas discordias entre las dos naciones han pasado a la historia y ha llegado el momento de la paz. Sin embargo, para una pequeña, pero activa minoría nacionalista polaca, la reunión de su presidente con el líder ruso en el lugar del accidente aéreo es un acto de traición a los intereses nacionales que roza el sacrilegio. Diferentes sondeos de opinión muestran que esta minoría podría estar compuesta por entre el 15% y el 30% de la población polaca. Aunque el diario “Gazeta Wyborzca” arroja unos datos más aventurados: un 78% piensa que los medios de comunicación están dedicando demasiado tiempo a este asunto. En este sentido hay que tener presente que Polonia es un país con democracia parlamentaria y, bajo ciertas condiciones, una minoría activa puede convertirse en un poder real.
Este grupo se basa en rumores y especulaciones que atizan con facilidad la hoguera de la imaginación de la gente. En Polonia es muy popular la teoría que culpa del accidente aéreo a un despiste de los controladores aéreos rusos. Parte de los seguidores del presidente Komorowski, a pesar de reconocer la culpa de los pilotos polacos que recibieron presiones por parte de los políticos que estaban a bordo del avión, siempre han terminado por acusar directamente a los rusos.
Los partidarios de Jaroslaw Kaczynski, hermano gemelo del fallecido presidente y actual líder del partido “Ley y Justicia”, que fracasó en las elecciones presidenciales del pasado verano frente a Komorowski, difieren de los nacionalistas en el grado de “inculpar” a Moscú. Los centristas exigen que les sean presentadas las transcripciones de unas supuestas “órdenes emitidas desde Moscú”, que motivaron la negativa de los controladores rusos a autorizar el aterrizaje al avión del presidente polaco. Por su parte, los radicales de “Ley y Justicia” nunca necesitaron prueba alguna y, desde el principio de esta historia, siempre tenían claro que lo ocurrido fue el resultado de una “conspiración rusa.”
La postura más recomendable para Rusia parece no sucumbir a las provocaciones, según reza el antiguo principio soviético, destacando, eso sí, que, de no haberse producido el accidente en las afueras de Smolensk, “Ley y Justicia” hoy estaría tristemente en la trastienda de la vida política de Polonia.
Se ha mencionado la frase “la segunda Katyn”, junto con otras expresiones no demasiado afortunadas proferidas por algunos expertos rusos al presentar las conclusiones del Comité de Aviación Interestatal sobre las causas del accidente. Estos son los pilares principales sobre los que se sostiene la postura de Kaczynski, y de toda una serie de líderes de “Ley y Justicia” que el día 10 de cada mes van a la iglesia a honrar la memoria del fallecido presidente. No parece, sin embargo, que lo hagan de verdad para honrar su memoria, sino para asegurarse su propia existencia política.
No hay que dar facilidades a esta gente, ni motivos que impidan la rehabilitación completa de los oficiales polacos fusilados en 1940 en Katyn (localidad de la región rusa de Smolensk), ni tampoco resaltar las “raíces polacas” del accidente aéreo. De acuerdo con el sondeo efectuado por el Centro polaco de estudios de opinión CBOS, el 85% de los polacos creen que el tema de Katyn está siendo manipulado para desviar la atención de los electores de problemas más importantes. Y tan sólo el 15% apoya la idea de no asistir a la ceremonia conjunta con Rusia y organizar en Cracovia una ceremonia conmemorativa de varios días de duración combinada con protestas contra el informe del Comité de Aviación Interestatal, además de exigir la dimisión de los actuales presidente y primer ministro de Polonia, adversarios políticos de Jaroslaw Kaczynski. Los rusófobos radicales son minoría en la Polonia de hoy y su influencia política podría verse reducida drásticamente: el diputado Roman Guertyj presentó al Parlamento la iniciativa de retirarle a Jaroslaw Kaczynski la inmunidad parlamentaria por difamación.
En cuanto al presidente Komorowski, sería ingenuo contemplarlo como un amigo de Rusia, sin embargo, en el tema del accidente de Smolensk su postura no deja lugar a dudas. El presidente polaco también ha sufrido por culpa de quienes ven en todo una conspiración. “No creo que los polacos estén interesados en que el luto por los fallecidos tenga un carácter permanente”, manifestó Komorowski hace poco en su entrevista al diario “Gazeta Wyborzca”.
Está muy bien que estas palabras hayan salido de la boca del presidente polaco, porque si hubiese sido el presidente ruso, esta frase llena de sentido común habría provocado en Polonia un escándalo de gran envergadura. Hay verdades que tanto los polacos como los rusos tienen que oír de sus líderes y no de los ajenos. Seguramente en eso se manifiesta nuestra hermandad eslava.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
Dmitri Babich
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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