Rusia es "presa de las ilusiones de tránsito", señala en su editorial de hoy Nezavisimaya Gazeta al constatar que el país gasta "miles de millones de dólares por la apariencia del acceso directo a los consumidores del gas en Europa".
Moscú no consigue someter bajo su control la red de gasoductos en el territorio de Ucrania. La situación es un tanto mejor en otro país de tránsito, Bielorrusia, que aceptó traspasar gradualmente al monopolio ruso Gazprom un 50% de la empresa local Beltransgaz. Pero hay riesgo de que Minsk, en caso de nuevas disputas comerciales con Moscú, cierre la llave de las tuberías como ya hizo la semana pasada al suspender, por razones medioambientales, el flujo del crudo ruso a Letonia.
Entretanto, la construcción de gasoductos alternativos a través de los mares Báltico y Negro se encuentra atascada. El proyecto Nord Stream provoca el rechazo de ecologistas en Suecia y dudas en Finlandia, que podría adjudicar la explotación de este sector del Báltico a un grupo de empresarios locales. En el caso del gasoducto South Stream, los aliados que tiene Rusia son muy poco fiables. Bulgaria anunció que desea revisar las condiciones de su participación en el proyecto; Serbia lo respalda pero a la vez aspira a beneficiarse de la ruta rival, Nabucco; y Turkmenia, que hipotéticamente es la principal fuente del gas para ambos gasoductos, se pronuncia ora a favor de Rusia ora a favor de Nabucco.
Además de gastar sumas millonarias en la construcción de nuevas tuberías, Rusia abona el terreno para el chantaje por parte de otros países, concluye Nezavisimaya Gazeta. La solución, a su juicio, es crear plantas de licuefacción del gas y transportar el GNL (gas natural licuado) al usuario final por vía marítima. Esta variante jamás se examinó a fondo, por costosa, y es probable que Rusia tenga que tropezar varias veces más con la misma piedra para entender que no le queda otro remedio a la hora de garantizar la auténtica autonomía del tránsito.
Viejo Condor
RIA Novosti (SIC)
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